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Hammy estaba en su cuarto, con los ojos pegados a la pantalla de su consola, jugando el último nivel de su videojuego favorito. La compu a un lado, con un trabajo de la escuela a medias, mostraba que se la había pasado de lujo en las vacaciones, pero sin hacer mucha tarea. En una esquina, su tarántula, Venom, estaba en su casa de cristal, como si estuviera checando que todo estuviera bien.

El reloj ya marcaba que el descanso se acababa y que pronto tendría que regresar al cole. Hammy dejó el control, se estiró y pensó:

—Se acabaron los juegos por un rato, tendré que terminar esto no importa como quede jaja, el chiste es entregarla.


Hammy bajó corriendo las escaleras, esquivando las fotos familiares colgadas en las paredes. Al llegar a la cocina, su mamá estaba sirviendo mole con arroz. El aroma llenaba toda la casa y a Hammy se le hizo agua la boca.

—¡Por fin bajas! Pensé que te habías fusionado con tu consola —dijo su mamá con una sonrisa.

Hammy se rió y se sentó en la mesa. Mientras comía, no podía dejar de pensar en el videojuego y en la tarea que tenía que terminar. Aunque le encantaban los videojuegos, sabía que también tenía que hacer su trabajo escolar.

—Mamá, ¿alguna vez dejaste todo para el último minuto y luego te arrepentiste? —preguntó Hammy entre bocado y bocado.

—Claro que sí —respondió su mamá—. Pero aprendí a organizarme mejor con el tiempo. Lo importante es darte cuenta a tiempo y hacer lo mejor que puedas con el tiempo que tienes.

Hammy asintió, sabiendo que su mamá tenía razón. Terminó de comer rápidamente, agradeció a su mamá y volvió a subir a su cuarto, decidido a completar su tarea antes de que terminara el día.

Mientras trabajaba en su tarea, Venom, su tarántula, parecía mirarlo desde su terrario. Hammy siempre sentía que Tara lo vigilaba, asegurándose de que no se distrajera demasiado.

Horas después, con la tarea finalmente terminada, Hammy se sintió aliviado y orgulloso. Se recostó en su cama, viendo cómo la luz del atardecer entraba por la ventana. Pensó en el próximo día en la escuela, en reencontrarse con sus amigos.

El día de regresar a clases finalmente llegó. Hammy se despertó temprano, sorprendentemente sin necesidad de que su mamá lo llamara varias veces. Se sentía emocionado y un poco nervioso. Después de todo, fueron muchos días sin ver a sus amigos.

Se vistió rápidamente, con su camiseta blanca y unos pantalones grises. Bajó a desayunar y su mamá le tenía preparado un plato de cereal con frutas. Hammy comió rápido, agarró su mochila y salió corriendo hacia la escuela.

Al llegar, vio a muchos de sus compañeros en el patio, charlando y riéndose. Hammy buscó con la mirada a sus amigos más cercanos: Saúl y Daniel. Los encontró junto al árbol grande, el lugar donde siempre se reunían.

—¡Hammy! —gritó Daniel al verlo acercarse—. ¡Cuánto tiempo!

—¡Hola, chicos! —respondió Hammy, con una gran sonrisa en el rostro—. Los extrañé un montón.

—Nosotros también. ¿Qué hiciste en las vacaciones? —preguntó Daniel, curiosa.

Hammy comenzó a contarles sobre los videojuegos que había jugado y las películas que había visto. Saúl y Daniel también compartieron sus aventuras, desde viajes a la playa hasta nuevos libros que habían leído.

La campana sonó, indicando el inicio de las clases. Los tres amigos caminaron juntos hacia el aula, riéndose y hablando sobre cómo sería el dia. Al entrar, Hammy notó que la profesora, la señora Martínez, ya estaba en el escritorio, organizando unos papeles.

—Buenos días, clase. Espero que hayan tenido unas excelentes vacaciones. Ahora es momento de empezar un nuevo año lleno de aprendizajes y aventuras —dijo la profesora con una sonrisa cálida.

Hammy se sentó en su pupitre, sacó sus cuadernos y lápices, y miró a su alrededor. Había algo especial en el primer día de clases: todo parecía nuevo y lleno de posibilidades

El primer día de clases avanzó rápidamente y antes de que Hammy se diera cuenta, ya estaba en la clase de historia, su última asignatura del día.La profesora, conocido por ser estricta pero justa, entró al aula con una pila de papeles en la mano.

—Buenos días, clase. Espero que hayan disfrutado sus vacaciones. Como saben, les pedí un trabajo antes de salir de vacaciones y hoy voy a devolverles las calificaciones —dijo la profesora, mirando a los estudiantes.

Hammy sintió un nudo en el estómago. Recordó cómo había hecho su tarea a las prisas, sin mucho cuidado. Rezaba para que al menos hubiera logrado un aprobado.

La profesora comenzó a llamar a los estudiantes uno por uno, entregando sus trabajos con comentarios. Finalmente, llegó el turno de Hammy. El profesor levantó una ceja y lo miró fijamente.

—Hammy, ven aquí, por favor —dijo la profesora con un tono serio.

Hammy se levantó lentamente y caminó hacia el escritorio de la profesora. Podía sentir la mirada de sus compañeros sobre él. Cuando llegó, la profesora Gómez le entregó su trabajo con una expresión que Hammy no pudo descifrar.

—Tu trabajo muestra que sabes la materia, Hammy, pero también muestra que lo hiciste con prisa. Hay muchos errores que podrías haber evitado si te hubieras tomado más tiempo —dijo el profesor, señalando varias correcciones en rojo—. Tienes que aprender a gestionar mejor tu tiempo.

Hammy miró su calificación: un 6 sobre 10. No era la peor nota, pero sabía que podía haberlo hecho mucho mejor.

—Lo siento, profesora. Prometo que la próxima vez lo haré mejor —dijo Hammy, sintiéndose avergonzado.

—No te preocupes, Hammy. Sé que puedes hacerlo. Solo necesitas enfocarte más. Toma esto como una lección para organizar mejor tu tiempo —respondió la profesora con una sonrisa alentadora—. Ahora ve y sigue trabajando duro.

Hammy asintió y volvió a su asiento. Aunque no estaba feliz con su calificación, sentía que había aprendido algo importante.

Después de la clase de historia, Hammy se dirigió al patio para encontrarse con sus amigos antes de irse a casa. Mientras caminaba, vio a Osvaldo sentado en una banca, con su consola portátil en las manos.

Hammy y OsvaldoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora