Muerte

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Ya no sentía ánimos ni fuerzas; la hora del reloj de mesa y la del teléfono marcaban las 13:00 horas del siguiente día, pero afuera era de noche. No solo estaba oscuro, las farolas de las aceras parpadeaban, como si tuvieran algún corto, y la luz de la luna era la protagonista. Hice un ultimo intento por buscar en internet y apareció una página que antes no estaba. Al abrirla, solo había un texto corto que aseguraba que habían sobrevivientes a experiencias iguales a las mías y que se reunían para hablar de sus experiencias (con un link a una ubicación). Casualmente, el lugar estaba muy cerca de donde vivo, siendo un indicio de un evidente señuelo. No quería ir, así que dejé pasar dos días (o algo así, es muy difícil calcularlo) hasta que se hiciera de día. Los relojes marcaban las 15:24 horas y afuera no había aparecido ni un solo rayo de luz en todo ese tiempo, parecía estar condenado a una noche eterna. Era imposible, no iba a sobrevivir más tiempo encerrado, tuve que salir. No tenía claro si iría al lugar del que hablaba el sitio web, pero a algún lugar tenía que llegar. Aun se miraba por las ventanas, luces de las lámparas de los vecinos; llamé a la puerta de uno, pero no respondió, traté con el siguiente, pero en vano. En la dimensión normal, todo parecía marchar bien, pues Facebook funcionaba como todos los días y en Whatsapp, los maestros seguían enviando tareas como si nada pasara. En la dimensión en la que yo me encontraba, parecía el infierno. Aun así caminé por las sinuosas calles apagadas, mirando el GPS de mi teléfono. Pasando por un callejón, un hombre estaba encima de una mujer, él le incrustaba violenta y repetitivamente una navaja. Era evidente que la mujer ya estaba muerta, pero el hombre seguía apuñalándola, hasta que se giró y me miró directo a los ojos; se puso de pie y empezó a correr hacia mí, con obvias intenciones asesinas. Sobra decir que corrí todo lo que pude, sin dirección concreta; me metí por un par de calles y brinqué un par de rejas, hasta que creí haberlo perdido. No terminó ahí; una paloma blanca cayó justo frente a mí, muerta, así como un perro chillaba detrás de mi, agonizando hasta su muerte. Era un escenario tétrico e insoportable, quería sentarme a llorar, pero el hombre de la navaja me encontró, entonces tuve que volver a huir. Un bus estaba detenido en una estación (asumo yo que esperando a subir gente) y aunque ya no podía confiar en nada ni nadie, mi principal problema era el asesino que me seguía. Subí rápidamente y le rogué al chofer que avanzara de inmediato, que me seguía un tipo con navaja, el chofer entendió la situación y avanzó. Le di las gracias, pero no me devolvió ninguna palabra. Estaba claro que él era parte de lo que fuera que estaba pasando, pero al no arremeter contra mi vida, pasé hasta los asientos de atrás y me relajé. Si había algo que aun me daba un poco de esperanza, era que, por más oscuro y cosas raras que hubieran, seguía estando en mi ciudad, pero eso cambió rápidamente. En una esquina, el chofer se detuvo y se bajó sin decirme nada (obviando que en el bus solo estaba yo), así que bajé detrás suya. Ya no estaba en mi ciudad, ya no; las calles estaban teñidas de un color rojo óxido, como si fuera sangre seca, no reconocía nada a mi alrededor, o mejor dicho, era muy parecida a la ciudad maldita que según yo, no era real. No sonó la típica alarma, en su lugar, una voz hacia retumbar las paredes de mis oídos: "Bienvenido a tu verdadera ciudad", decía.

Me siento atrapado en Silent Hill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora