El diablo es real, pero no es un ser pequeño de piel roja y cuernos. A veces, puede ser hermoso o perfecto a los ojos del mundo, pero detrás de aquella imagen se esconde una mente consumida por una obsesión que nadie puede ver.
Katsuki lo tiene todo...
[MINE] "Your wife waters flowers, I wanna kill her"
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El cuerpo de Kirishima yacía inmóvil en el suelo, su sangre manchaba las manos de Katsuki. ¿Qué acababa de hacer?
Sus ojos, abiertos de par en par, apenas podían comprender la escena ante él. Su pecho subía y bajaba rápidamente, como si su propio cuerpo no pudiera procesar lo que acababa de hacer. El miedo corría por sus venas como veneno, mezclado con un escalofrío que le erizaba la piel. Nunca pensó que sería capaz de llegar tan lejos, que realmente cruzaría esa línea.
Pero allí estaba. Kirishima, su mejor amigo... muerto.
Apretó los puños manchados, pero fue su boca la que lo traicionó. El cenizo no podía detener la sonrisa que comenzó a asomarse en sus labios. Por primera vez en mucho tiempo, sentía paz.
Ya no hay competencia. Izuku... sería solo suyo.
Y extrañamente, eso lo hacía feliz.
[...]
Un mes antes.
Caminó por los pasillos de la academia devolviendo el saludo que le daban algunos estudiantes con una sonrisa cuidadosamente practicada. Le costo al principio tener la imagen "perfecta", el alumno destacado, el modelo a seguir. Todo era una fachada. Y ahora, había logrado mantenerla.
Al llegar a su aula, se detuvo un momento en la puerta, inmóvil.
— 1, 2, 3... —contó sonriendo para si mismo al al oír la voz del chico que llenaba el aire con una dulzura que solo él podía notar.
—¡Kacchan! —exclamó el peliverde con su habitual entusiasmo.
Katsuki sonrió internamente al escuchar su apodo.
—Deku... —respondió Katsuki, con una voz más baja de lo habitual.
Ese apodo realmente tiene una historia un tanto divertida, ya que había nacido de los nervios, en un día que nunca olvidaría. Se lo había dicho casi por accidente, y en respuesta, Izuku le había dado un beso en la mejilla. Desde entonces, ese hábito de ponerse nervioso frente al pecoso nunca cambió.
—¿Qué tal las vacaciones?, ahora las alargaron mucho más —preguntó Izuku, con esa inocente sonrisa que siempre conseguía acelerar su corazón.
—Fueron... —Katsuki dudó un segundo.
Para el cenizo fueron una tortura. Había pasado semanas enteras calculando los movimientos de Izuku, sabiendo exactamente sus horarios y sus rutinas. Lo había seguido desde la distancia, sin acercarse, observando cada interacción, cada sonrisa que no estaba dirigida a él. Lo único que lo mantenía cuerdo era esa obsesión, el control absoluto que tenía sobre el tiempo de Izuku sin que él lo supiera.
