Encuentro en la Ciudad que Nunca Duerme

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El bullicio de la ciudad de Nueva York se mezclaba con el palpitar de la vida universitaria en el campus de la prestigiosa universidad de yale. En medio del trajín diario, dos destinos se cruzaron de manera inesperada, marcando el comienzo de una amistad que trascendería el tiempo y desafiaría las convenciones.

Sarah Thompson, con su cabello castaño oscuro recogido en un elegante moño, caminaba con determinación por los pasillos. Sus ojos avellana brillaban con determinación mientras repasaba mentalmente el mapa de la universidad que había estudiado para su primer dia. Había sido conocida entre sus compañeros por su habilidad excepcional para resolver los problemas más complejos y su incansable dedicación a la excelencia.

En otro rincón del campus, Emily Miller, con su sonrisa cálida y contagiosa, se encontraba absorta en la lectura de un pequeño cómic. Su actitud era tranquila y bastante distraida, como si realmente no le preocupara lo que se venia en la universidad. Para Emily, la medicina no era solo una carrera, sino una forma de poder llegar a donde siempre habia querido, la gloria, los focos.

Fue en el ajetreo de la cafetería universitaria donde sus caminos finalmente se cruzaron. Sarah, con su bandeja de almuerzo en mano, buscaba un lugar tranquilo para revisar sus apuntes cuando sus ojos se encontraron con los de Emily, quien también buscaba un asiento libre. Un gesto de curiosidad y una sonrisa tímida bastaron para iniciar una conversación que cambiaría sus vidas para siempre.

Entre charlas sobre asignaturas, el lugar y chistes tontos, Sarah y Emily descubrieron que tenían más en común de lo que habían imaginado. A pesar de sus diferentes enfoques en la vida, compartían una misma pasión por ayudar a los demás y un deseo ferviente de marcar la diferencia en el mundo.

Luego de meses y problemas con David, el novio de Sarah, estaban en un lugar seguro, uno que se sentía solo suyo en la habitación que rentaba emily

- Es un rompe aguas, no? -Era víspera de navidad, estaban acostadas en la cama viendo el techo con calma, como las dos amigas confidentes que eran.

- Creo que lo es -Respondió Sarah girando su rostro hacia la rubia

Emily sonrió y cerró los ojos por un momento

Y así, en ese pequeño rincón de la Gran Manzana, nació una amistad que sería el cimiento de un vínculo indestructible. Sin saberlo, Sarah y Emily estaban dando los primeros pasos hacia un futuro lleno de desafíos, triunfos y, sobre todo, amor.

El Camino Hacia NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora