Capitulo I

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Cuando eran niños, Zoro y Kuina eran inseparables, peleaban siempre pero se ayudaban el uno al otro sin problemas. Ya con Zoro de 13 años y Kuina de 15 años recién cumplidos, ella empieza a pensar que se hace débil y Zoro la supera en fuerza, tamaño y habilidad. Él decide hacer una competencia, sabía que perdería, por eso le pidió a Kuina usar el poder de Wado Ichimonji (Línea Delgada de la Armonía) y él la de Yōsha no nai akuma (Demonio Sin Piedad). Justo a la medianoche sería su encuentro, encuentro dónde se decidiría si Zoro ganaba 1 a 5734 o Kuina ganaba 5735 a 0. Cuando se juntaron, se miraron fijamente durante unos segundos, hasta que Kuina habló

-¿Que pasó, idiota?¿Te entró el miedo a las venas?- dijo con una sonrisa ladeada

-¡Ya quisieras, Kuina!¡Te venceré!¡Aquí y ahora!- gritó con dos katanas en sus manos y una en la boca, aunque el SanToryū aún no lo dominaba bien, estaba aceptable, una cualquiera en la boca y mano izquierda y la Akuma en la mano derecha, al ser la katana más diestra, pues en la mano más diestra, ¿No?

-¿Ya dominaste bien ese estilo raro?

-¡Cállate!¡Es una estilo único!¡Además, una vez dijiste que era increíble!- dijo haciendo un puchero que, Kuina consideró adorable, viniendo de su "hermanito" menor

-si, si, increíble, como tú digas

-¡Tu misma lo dijiste!

-jiji, bueno, empecemos, ¿Tú querías esto, no es así?- preguntó cambiando su expresión sería a una más aliviada y divertida

-¡Tomate ésta mierda en serio, Kuina!- gritó cambiando por completo el humor de Kuina

-¡¿Que te dije sobre los gabaratos?!¡Tch, como sea, empecemos luego!- comenzaron a pelear, chocaban katana contra katana. Kuina debía de admitir que su hermanito había mejorado, la hacía retroceder a veces, lo que le hacía verla débil. Con uno de esos pensamientos sobre su cabeza, se desconcentró y Zoro, sin querer, le hizo un tajo en la mejilla, que iba hacia abajo hasta su boca, terminando a centímetros de ésta. Zoro, asustado, soltó las katanas y corrió hacia ella antes de que cayera, Kuina estaba jadeando en el piso, sentada con las rodillas con ayuda de Zoro. Éste último la tomó con cuidado y la llevó al dojo de su padre, quien al ver al peliverde llorando y jadeando y a la peliazul sosteniéndose la mejilla izquierda con fuerza siendo llevada por el menor, no dudó en llevarla enseguida al hospital. Asumiendo que ellos dos estaban solos afuera, las katanas de Kuina y Zoro no se encontraban dónde debían de estar, supuso que estaban peleando, y que Zoro le hizo el corte, así que le tiró una de los retos más culposos que tuvo alguna vez

-¡Idiota!¡Mira lo que le hiciste a Kuina!¡Eso puedo haberla matado!¡¿En qué estaban pensando?!¿¡En qué estabas pensando, Zoro!?- Koushirō era de las personas que más autocontrol y tranquilidad tenían, pero casi matan a su hija, y sólo por una pelea de niños inútil -¡No te vas a acercar a ella hasta que esa maldita cicatriz desaparezca de su cara, ¿Escuchaste?!- ese fue un detonante para Zoro, sus lágrimas salían con más fuerza y esmero, sujetó la mano de su sensei antes de que se fuera con Kuina y le empezó a suplicar, incluso si eso no servía de nada pues, Koushirō no tomaba en cuenta sus palabras. -¡Ya escuchaste lo que dije, niño!¡Puedes irte si quieres, pero no te le acerques a mi hija!¡Fuera, Zoro!¡Vete!- el hombre canoso estaba llorando, se notaba que no midió las palabras que usó con el joven. Tomó a su hija y la llevó al hospital dejando a Zoro sólo culpandose por haber hecho eso, si tan sólo no fuese tan idiota e imprudente, nada hubiese pasado. Arregló las pocas cosas que tenía, las puso en una mochilita pequeña, fue a buscar su katana y la de Kuina, que la dejó sobre el suelo del dojo, en su funda, impecable y con la manta encima, junto con un papel doblado. Soltó la última lágrima y se la limpió con el dorso de la muñeca, recordando una de las cosas que le hubiera dicho Kuina

𝐀𝐦𝐢𝐠𝐨𝐬 𝐏𝐨𝐫 𝐒𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora