La cara que nadie ve.

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Sanemi vio a la distancia como Tomioka evito hablar con Himejima y Tokito cuando estos se acercaron a saludarlo después de volver de una misión.

El peliblanco chasqueo la lengua molesto ¿quien se creía para ignorarlos?, sin pensarlo mucho, se acercó peligrosamente con intenciones de golpearlo para quitar esa estupida mueca de (según el) superioridad.

Muichiro quien sintió a Sanemi acercarse, aseguró su espada y se marchó, no queriendo ser participe ni mucho menos presenciar otra discusión/pelea entre ambos, aunque era Sanemi quien discutía mientras Tomioka se quedaba callado sin decir nada.

El pilar de la roca cansado de intentar que ambos se lleven bien, se despidió amablemente del pelinegro y se fue, solo esperaba que está ves puedan solucionar sus problemas.

-¿De nuevo creyendote superior a los demás? ¿No te cansas de ser un maldito idiota?- . Le dijo mientras tironeo la maga del haori y clavó sus penetrantes y afilados ojos el pilar del agua.

Tomioka miro al peliblanco con una expresión vacía y con mucho cuidado quitó la mano de su hombro, esa acción inocente enfureció a Shinasugawa quien en un rápido movimiento desenvaino su espada listo para pelear nuevamente con él.

El peligro solo sacó su espada como ya era habitual cada que "hablaban", freno un corte desendente y salto hacia atrás esquivando otros cortes más peligrosos.

-¿Por qué siempre tenemos que pelear? Somos personas, podemos hablar y solucionar tus problemas-.

Sanemi escuchó cada palabra y su ira se incremento al escuchar que tenía problemas y debía solucionarlos, el no tenía problemas.

-Claro que tengo un problema, eres tu y tu estúpida arrogancia de creerte mejor que todos ignorandonos siempre que puedes y mirándonos con desprecio-. En un rápido movimiento uso la primera postura de su respiración.

Giyuu la esquivó pero no lo hizo a tiempo y la técnica corto su haori en una mitad toda descuidada.

Tiro su espada sin importarle si se astillaba y se agachó a recoger las mitades que se encontraban en el suelo, sus ojos siempre apáticos y frios se volvieron acuosos, el único recuerdo material que quedaba de sus dos personas queridas se encontraba roto.

Uno, dos, tres sollozos llamaron la atención del peliblanco quien miro a la única persona frente suyo que podía emitirlos, jamás en su vida creyó ver al insufrible y apático Tomioka sollozar por un pedazo de tela, aunque esa acción lo tomó desprevenido y sintió una opresión en su pecho que había comenzado a molestarle.

-Patetico- atinó a decir sin saber exactamente como actuar en este momento, no era bueno consolando gente.

-Sabito...- murmuró con la voz rota al recordar los buenos momentos en el entrenamiento y la ayuda que le brindo durante la prueba para volverse cazador, no pudo retener más sus lágrimas y estás comenzaron a caer descuidadamente, no pudo protegerlo cuando mas lo necesitaba y tampoco pudo proteger el unico recuerdo que le dejó, un completo inutil.

Se odiaba, lo hacía con cada fibra de su ser, débil, llorón, una carga, primero su hermana, su amigo, y ahora su ropa. ¿No era merecedor de la felicidad?.

No podía aguantar su llanto, no le importo que Sanemi estuviera detrás de el, se volteo y miró al peliblanco, este estaba en shock.

-¿Se puede arreglar verdad? Dime qué se puede- suplicó en un llanto ahogado, el nudo en su garganta se hizo más grande.

Sanemi no sabía que hacer en esta situación, todo le parecía irreal, como es que podía hacer ese tipo de caras, sus ojos estaban rojos, sus manos temblaban, solo repetía el nombre de ese tal Sabito y agarraba su haori como si su vida dependiera de eso.

No sabía el por qué, pero no le gustó verlo así de... Frágil, no estaba acostumbrado a verlo de esa manera, siempre era apático, distante, frío, cortante, serio, sus expresiones siempre ilegibles, pero el Tomioka que estaba viendo era muy diferente, su llanto desconsolado le desgarraba el alma pedazo a pedazo, sentía como algo en su interior se removió.

El silencio dominó la pequeña burbuja que habían creado, Sanemi no sabía que decir ni hacer y Tomioka solo miraba el suelo, después de unos largos minutos el pelinegro habló.

-Has podido ver mi patético ser- dijo en un murmullo, Sanemi clavó su mirada en el, secó un poco sus lágrimas y siguió hablando. -Esto es lo que soy, no debería estar aquí, debí morir en aquel momento, él- y señaló su haori multicolor -Debería estar aquí, era increíble, poderoso, con un corazon noble, veia siempre el lado bueno de la gente, incluso podria ver tu lado bueno-.

Sanemi escuchó cada palabra, dejo que cada una se colará en su cabeza. Hizo lo que nunca pensó hacer, se agachó a la altura del contrario y lo abrazo, pasando su mano por su espalda a modo de consuelo. Unos cuantos sollozos más salieron del pelinegro.

Ambos se levantaron en un silencio un poco incómodo.

-Lo siento, arreglaré eso... y es muy difícil para mí pero, discúlpame, por todo en realidad estaba tan cegado que no tomé en cuenta como te sentías- dijo a modo de disculpa, un poco torpe porque no estaba acostumbrado a hacerlo.

Giyuu dejó salir una pequeña carcajada y se seco sus lagrimas -Si Sanemi, te perdono- y fue a buscar su espada para volver a su finca.

Después de ese día ambos seguían manteniendo distancia pero no del todo, los demás cazadores podían sentir un aura diferente entre ambos.

Le tomo tres semanas al pilar del viento buscar a una mujer que pueda hacer una copia exacta del haori de Tomioka, incluso la mujer se tomó el tiempo de hacerle unos bordes negros en las costuras.

Tomioka estaba en su finca listo para partir en su misión, cuando Sanemi apareció frente suyo con un paquete, lo agarró y abrió lentamente, dentro estaba una copia de su haori, lo agarro y se lo colocó, miro al peliblanco a los ojos y sonrió tiernamente.

—Gracias Sanemi— dijo en un tono cariñoso.

Sanemi solo chasqueo la lengua y desvío los ojos, se dió la vuelta y dandole la espalda susurró un cuídate, no mueras.

Tomioka sonrió.

Giyuu Tomioka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora