Llévatelo

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La vida era bastante un poco jodida

—Carla, ya se lo van a llevar, bájate por favor —dijo mi madre con voz firme

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—Carla, ya se lo van a llevar, bájate por favor —dijo mi madre con voz firme.

—No quiero —respondí, mi voz quebrada por la emoción.

—No hagas berrinche y bájate —insistió ella.

Me bajé de mala gana, aunque no quería, me quedé mirando desde lejos, porque tenían que quitarme lo que realmente quería.

La voz de mi padre se hizo presente, cuando mencionó el nombre de un hombre...

—¡Moltimer! —exclamó mi padre, saludando al hombre—. Hija, él es Moltimer Beaufort, ahora dueño de Rayo.

—Bueno, en realidad yo no seré el dueño, pero quien lo compra soy yo. Mi hijo es quien lo cuidará. James, ven a ver a tu nuevo caballo.

Mi corazón se detuvo un instante y mi cara cambió de inmediato. Era el padre de James, y ahora ellos tendrían a mi caballo. Entonces fue cuando entendí por qué James me había insinuado que podía recuperar a mi caballo.

James apareció con una expresión altiva, observando a Rayo con una mezcla de orgullo y satisfacción. Sentí un nudo en el estómago al verlo acercarse a mi caballo, mi compañero de tantos años. No podía permitir que alguien como él se llevara a Rayo.

—¡Es un caballo impresionante! —dijo James, sin molestarse en mirarme.

—Sí, lo es —respondí fríamente—. Lo he cuidado desde que era una potranca.

James me ignoró, dirigiendo toda su atención a Rayo. Moltimer y mis padres se alejaron un poco, dejándonos solos.

—Así que este es el famoso Rayo —dijo James, acariciando el lomo del caballo.

—Sí, y no lo mereces —dije, sin poder contenerme.

James se volvió hacia mí con una sonrisa burlona.

—Te dije que podíamos llegar a un acuerdo.

—¿Acuerdo? —reí sarcásticamente—. ¿Crees que puedes comprar mi silencio con dinero?

—Si, lo que sea. Bueno, si estás dispuesta a negociar, me lo haces saber.

En ese momento, mi madre se acercó, tomándome de los hombros.

—Ya te despediste de Rayo. —dijo, intentando mantener la calma.

—No, y no lo quiero dejar. Hay que conseguir otro vendedor.

—No digas tonterías —me lo dijo entre dientes, apretando los labios.

—Carla, no te preocupes, podrás visitarlo las veces que quieras. Tu familia y yo nos vamos a mantener en contacto —intervino Moltimer con amabilidad.

—No creo que sea necesario, no quiero que lo vendan, Rayo tiene cuidados especiales. Yo creo...

—No creas nada, ya está aquí. Yo lo voy a cuidar, Roson —dijo James viéndome con superioridad.

—James,tú no sabes nada de caballos —repliqué, mirándolo con furia.

James soltó una carcajada y dio un paso hacia mí, su cara apenas a unos centímetros de la mía.

—Parece que tenemos una niña mimada enojada —susurró, disfrutando de la confrontación.

Respiré hondo, tratando de controlar mi ira. No le daría el placer de verme perder el control.

—¿Sabes qué, James? —dije con voz venenosa—. Quédatelo, es todo tuyo. ¿Te crees capaz de manejarlo? Buena suerte.

Me giré hacia Moltimer, ignorando a James por completo.

—Por favor, asegúrese de que reciba el cuidado adecuado. Es un caballo especial y necesita atención especial —dije con seriedad, mirando a los ojos a Moltimer.

—Lo haremos, Carla —respondió Moltimer, intentando calmarme—. Prometo que Rayo estará en buenas manos.

—Eso espero —murmuré, lanzando una última mirada de desafío a James antes de darme la vuelta e irme a casa.

Odiaba la idea de que él se quedara con Rayo. Desde la ventana, vi cómo subían a mi caballo en un tráiler, y solo pude rezar para que estuviera bien. La puerta se abrió y vi a mi madre, quien me observaba con seriedad.

—¿De verdad crees que es lo mejor para Rayo? —pregunté finalmente, rompiendo el silencio.

—Cariño, hicimos lo que pensamos que era mejor para él y para nosotros. No te preocupes tanto. Podrás visitarlo y asegurarte de que esté bien —respondió mi madre, su tono tratando de ser tranquilizador.


James...

El caballo llegó a casa y, para ser honesto, no tenía la menor idea de qué iba a hacer con él. Un silencio incómodo surgió entre mi papá y yo.

—Espero que sepas lo que es cuidar a un caballo, y no haya sido solo un capricho. —dijo mi papá, mirándome seriamente.

Le respondí con una sonrisa falsa, sin saber realmente qué decir.

—¿Tú y esa chica son amigos? No lo parecía, estaba muy disgustada porque te querías llevar el caballo.

—Papá, es su caballo desde que era una niña. Claro que se iba a enojar, pero eso ya no importa. Ahora está aquí y es mío. —dije, justificándome con indiferencia.

—Ya veo, pues cuídalo bien. No vaya a ser que venga y vea que el caballo está en mal estado o algo.

Asentí con la cabeza, sin realmente prestar atención, y me dirigí al caballo.

—Hola, chico —dije en voz baja, acercándome con cautela. Extendí la mano, dejándosela olfatear antes de intentar acariciarlo. Rayo me observó con sus grandes ojos oscuros, una mirada llena de inteligencia y desconfianza. Justo cuando pensé que podría aceptarme, me ignoró por completo y se alejó, dejando claro su desdén.

—¿Estás disfrutando a tu nuevo amiguito? —La voz de Lydia, resonó desde el borde del jardín.

—Sí, Lydia, me encanta cuidar caballos ajenos gracias a ti. —respondí con sarcasmo.

—Yo no te dije que le quitaras su caballo, pudiste haberle dado dinero. —replicó ella, cruzando los brazos.

—A ver, Carla no iba a aceptar el dinero Es rica, me tiró el dinero en la cara. —recordé con irritación.

—Bueno, tal vez con esto ya cambie de opinión. Seguro va a querer ver a su caballo y tendrá que callar mi secreto. ¿Cómo se llama el caballo? —preguntó, visiblemente interesada.

—Rayo, pero más bien parece un saco de huesos inútil... No hace nada. —dije, frustrado.

—Ay, James, ya verás que pronto volvemos a la normalidad. —dijo Lydia, tratando de sonar optimista.

—Es que sabes qué es lo que creo. Pienso que Carla no iba a decir nada. —admití, aunque con dudas.

—Ay, por Dios, tú no la has visto. Se junta con gente tan fastidiosa, que en cualquier momento habla de más y me destruye la vida. —respondió Lydia, su voz cargada de preocupación y desesperación

Dueles tan bien Donde viven las historias. Descúbrelo ahora