Al final me arrepentí y no sabía que hacer...Desde que nos quedamos con el caballo, Carla parecía haber desaparecido de nuestras vidas. La veía en la escuela, pero su actitud distante hacía evidente que algo no estaba bien. No tenía ni idea de qué estaría pasando por su mente, pero tenía la sensación de que creo que yo había exagerado todo.
Había escuchado a Susen hablar con Carla sobre su situación con su nuevo caballo al parecer estaba teniendo problemas con él y eso me hizo sentir culpable. Decidí hablar con James, quizás podría hacer algo al respecto, aunque no estaba segura de que Carla estuviera dispuesta a escuchar.
(......)
—Estaba pensando... ¿qué tal si consideramos devolverle el caballo a Carla? He oído que tiene una competencia próxima y parece que el nuevo caballo que tiene no está funcionando como esperaba. —sugerí nerviosa mientras nos dirigíamos a la escuela.
—¿De verdad, Lydia? —dijo James, visiblemente molesto—. Me hiciste comprar un caballo que resulta ser inútil, solo para ahora sugerir devolvérselo.
—Bueno, no pensé que la situación sería tan complicada.
—Ya... Bueno, buscaré a Carla hoy y veré si podemos llegar a un acuerdo.
Carla
Llegué al instituto exhausta. Había pasado más de cinco horas entrenando con mi nuevo caballo, así que al llegar a casa, simplemente me dejé caer en la cama y me quedé dormida al instante. Al entrar, me encontré con Susen y Ander esperándome en la entrada, listos para hablar enseguida.
—¿Cómo te fue? —preguntó Susen, con un dejo de ansiedad en su voz.
—Cada día me siento peor —respondí, con un tono cargado de decepción.
—¿Pero por qué? —inquirió Ander, con los ojos llenos de curiosidad.
—Es por ese maldito caballo —dije, dejando que la amargura impregnara mis palabras—. No me está ayudando en absoluto, ni siquiera me deja montarlo.
Ander frunció el ceño—. Tranquila, todo mejorará. Al principio todos somos desconfiados, pero con el tiempo nos abrimos más. —Intentó animarme.
—No compares a los humanos con los caballos —dije mirándolo seriamente—. Quedan pocos días para las competencias y si no gano, mis padres... Bueno, olvídenlo. Voy a buscar mis libros y los alcanzo en el salón, ¿sí?
Caminé rápidamente hacia mi casillero. La clase comenzaba en cinco minutos y necesitaba llegar al salón lo antes posible. Mis pensamientos estaban completamente centrados en ese objetivo, sin distracciones. De repente, sentí un agarre firme en mi brazo y fui arrastrada hacia un salón sin siquiera tener tiempo de reaccionar.
James—Vamos a renegociar. —Su voz resonó con un tono firme y decidido.
Carla—¿De verdad vamos a hacer esto a diario? Ya tienes a mi caballo, ¿no es suficiente para ti? —Mi voz denotaba exasperación, mezclada con un toque de incredulidad.
James me miró fijamente mientras sacaba algo del bolsillo de su saco.
Carla—Si intentas darme dinero...
James—No te hagas la Madre Teresa, por favor. Estoy siendo generoso, ¿qué es lo que quieres? Te doy a tu caballo y dinero, acéptalo de una buena vez—Su tono estaba lleno de frustración.
Carla—Primero, una orden de restricción. Y la Madre Teresa habría utilizado el dinero para los necesitados. —Respondí con un deje de sarcasmo.
James—Qué graciosa. Mira, Roson, todos tienen un precio, y el tuyo es tu caballo. —Su tono era desafiante.
Permanecí mirándolo con una sonrisa incrédula, preguntándome por qué no podía simplemente dejarme en paz.
James me observó un momento antes de comenzar a quitarse el saco.
—¿Qué estás haciendo?
—Tu aventura con el soltero más guapo de la escuela. —Su tono era burlón.
Lo miré fijamente, al menos logró sacarme una sonrisa, aunque fuera de burla. ¿En serio se atrevía a tanto?
Carla—Es la primera vez que te prostituyes, o lo haces muy seguido.
James—Tal vez yo soy todo lo que necesitas y así quedamos a mano.
Carla—Vete al carajo Beaufort, si estás escuchando lo que estás diciendo.
James—¿Esa es tu idea de hablarme sucio?
—Si te acercas un poco más, te vas a arrepentir. —Dije con seriedad.
—Entonces vamos directo al grano Clara. —Su tono era impaciente.
—¡Que soy Carla, imbécil! —Exclamé con exasperación.
—Ajá, rápido que no tengo tiempo.
Escuchamos un ruido en el salón, así que rápidamente lo tomé del brazo para alejarnos del lugar.
—Si esto significa que cambiaste de opinión, no sé si aún esté de humor. —Su mirada penetrante me observaba fijamente
—Está bien, te diré mi precio. Aléjate de mí. Quiero que te mantengas a dos metros de distancia en todo momento. No quiero volver a verte ni que nadie nos vea juntos, o de lo contrario arruinaré tu vida y la de tu hermana. Ah, y otra cosa, te dije que si querías a Rayo, te lo podías quedar, pero ahora tú te vas a hacer responsable de todo lo que le pase.
—¡No seas tonta, Carla! —Gritó tan fuerte que me hizo girar hacia él.
—No seas tonto tú, hiciste un problema que nunca tuvo que existir. Y escúchame bien, Beaufort. —Lo tomé de la mandíbula fuertemente. —Aquí la que siempre sale ganando soy yo. Así que dile a tu hermanita que ande con cuidado, y tú también. Podrás ser guapo, pero estás hueco. —Toqué con mi dedo índice su cabeza. —Si ya no tienes nada más que decirme, me voy. ¡Que tengas un lindo día!
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Dueles tan bien
RomansaSólo bastó con ese día, para que no te volviera a dejar en paz...