Prólogo.

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Mi entendimiento no me deja comprender por qué ellos no se percatan de las miradas agudas y perturbadoras que nos dan los animales de la granja. Cada vez que pasamos para inspeccionar, ya sea para alimentarlos o para limpiar los corrales, puedo ver sus miradas audaces y pretenciosas que nos hacen cada vez que hablamos de algo trivial. Lo absurdo se vuelve más constante al prestar más atención.

Un día como todos, donde el cielo es blanco puro y el calor absurdamente inestable; yo llevaba alfalfa para los caballos y algunos desperdicios para los cerdos, «!Oh! ¡Cuanto aborrezco a esos animales!», mi providencia y el cielo eran testigos de ello. Mientras iba caminando, llegue a la conclusión de que unas cuantas maderas nos alejaban de aquellos animales astutos.

Apostaría mi fe que de no ser por ellas ya estarían encima de nosotros o incluso seriamos nosotros los que estaríamos dentro de esos corrales. El solo pensar me estremecía en una iracunda angustia.

El trayecto hasta los corrales se hizo más sombrío y tétrico, mi cuerpo se contrajo en frenesí y mi corazón se sintió más pesado, aun así me negaba a caer en esa perturbación burlesca. Pero el solo hecho de saber que ellos eran conscientes de mi ahora descubrimiento me llenaba de un terror inexplicable y silencioso, y eso solo ocasionaba la ansia de voltear a encararlos y desmentirlos.

Pero se perfectamente que ellos esperan que yo haga eso, incluso habrán predicho que yo llegara a tal conclusión.

Esas bestias que solo nacieron con instinto se atreven a pasar por encima del hombre, de este varón que fue hecho a imagen y semejanza de Dios, de este ser dotado de inteligencia y excelencia. Todo esto estaba más allá de mis capacidades humanas, el olor a excremento penetro mi guardia, la respiración de aquellas bestias mis sentidos y las penetrantes miradas mi alma.

Todo esto era un tormento para mi ser y una burla para mi moral, que solo pedía enmendar tal acto de barbaridad, de esos seres que solo existen como ganado.

En medio de mi cavilación se dejó oír un murmullo entrecortado, al dar más pasos se dejaron oír más y más. Era como un retumbar de ellos, a solo centímetros de llegar al lugar proveniente de esos sonidos vociferante mente inestables; caí en cuenta de que este también era mi destino.

Mil y un ideas alojaron mi mente, que se consumía por ellas como carbón en fuego.

Lo predecible albergaba mi anticipación, los pensamientos y el aire dejaron mi ser, sentí mi alma desfallecer. Trate de suprimir mi respiración acelerada, parpadee unas 5 veces, con los ojos bien abiertos y el corazón acelerado voltee lenta y minuciosamente como si de algún criminal me tratara.
Sentí mi corazón golpeando histéricamente mi pecho, la sangre recorrer mis venas, y el sudor frio bajar de mi frente. Aun así me costaba creer lo que mis ojos veían.

Aquellos murmullos minuciosos eran de aquellas bestias cochinas y asquerosas.

La dicha de la verdad invadió mi ego, ahora la burla me invadía a mí. Tenía unas inmensas ganas de reír, aquellas bestias a solo pasos de mi estaban dándome la espalda. Eso no es lo burlesco, lo irracional y ocurrente era el hecho de que estaban parados en 2 patas y teniendo una charla.

Lo correcto sería decir que "estaban tratando", puesto que eso de "conversar" entre ellos lo hacían fatal.

El asombro y la adrenalina que sentí en ese momento supera todo lo normal y absurdo de este mundo, todo lo que había obtenido en mi corta vida era insignificante comparada con la gloriosa satisfacción que sentí con la revelación. De esta verdad disfrazada de osadía.

Si tan solo pudiera expresar todo lo que siento justo ahora, las palabras y el tiempo sobrarían. Pero si lo resumiera en una sola palabra seria: FELICIDAD.

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