La lluvia matutina y el frio atrajeron a la clientela, estoy pensando en contratar otra mano, las chicas y yo no estamos dando abasto.
Observo a la parejita que está sentada en una de las mesas de la esquina, murmuran entre ellos, seguramente alguna cursilería de enamorados; aquella mujer del frente mira a través de la ventada se le ve preocupada; el hombre de traje lee la sección de economía; la joven de cabello rojizo no deja de darle vueltas al café con su cuchara mientras el chico que está en la mesa continua la observa sin que ella se dé cuenta; la anciana disfruta una tarta con su pequeña nieta... "pequeña" aquí vamos de nuevo. Me pregunto si estará resguardándose de la lluvia, y es que si permanece mucho tiempo Pulga se enfermará, ¿Bronquitis? ¿Pulmonía? ¿Fiebre? ¿Tal vez gripe e inflamación de anginas? Pero sé que no podría ir con un doctor, los niños de la calle hemos sido una peste.
─Matías. Matías ─la voz de Karen me devuelve a mi realidad─. ¿Qué te ocurre? hoy estas raro.
─Estoy algo cansado.
─La mesa diez quieren un capuchino, un café solo, y dos tartas de limón ─Karen se turna para hacer el café mientras Carolina busca unos platos, yo me pongo en la caja y le cobro al hombre de traje.
─Vuelva pronto ─le digo y este ni siquiera me ha escuchado. Creo que el día de hoy no soy el único que está distraído.
A la una de la tarde por fin podemos darnos un respiro.
─Por fin ─dice Karen ocupando el lugar en una de las mesas─. Hoy fue un día de locos ─no sé si día de locos, pero me siento algo cansado. Veo a Carolina en el mostrador sentada con el teléfono en las manos, mueve muy rápido los dedos se le v e contenta─. Está escribiéndole a un chico, dice que siente algo por ella ─no sé por qué piensa que quiero una explicación.
─Espero sea alguien de fiar ─le digo.
─Yo también lo espero ─se queda callada por un largo rato─. Siempre he querido saber por qué eres así. Tan callado y muy reservado, más de lo usual. Nunca te he escuchado hablar de tu vida
─No hay nada que saber. Soy una persona de pocas palabras, Karen ─ella asiente y después sonríe.
─Pues deberías hablar más. Así los clientes no se sentirían intimidados.
─¿Se intimidan?
─Creo o bueno es lo que pienso.
─Buenas tardes ─escucho una vocecilla chirriante detrás de mi─. Busco a ─la pequeña se detiene a mirar la tarjeta─. Matías... De La Vega ─Karen la observa.
La pequeña sonríe al verme, me muestra la tarjeta que le di aquella noche. Por alguna razón siento alivio al verla.
─Hola. Te he estado esperando por mil años ¿Dónde te habías metido?
─No había podido venir ─se acomoda los mechones de su cabello enmarañado─, porque ahora tengo que llevar más dinero ─me da la tarjeta─. Dijiste que podía pedir lo que quisiera ¿te recuerdas?
No sé por qué razón mi estómago se revuelve, espera, no es mi estómago. Son mis entrañas. Verla en esa situación "llevar más dinero" está enjaulada.
─Puedes quedarte la tarjeta. Pide lo que quieras.
─Entonces ─se queda mirando el suelo─. Quiero comer.
─No bajes la mirada ─digo mientras le hago espacio en la mesa.
─¿Que deseas comer, nena? ─pregunta Karen.
─No lo sé. Tengo mucha hambre, no sé qué pedir.
─Puedo prepararte un buen desayuno ─me siento estúpido, son más de la una la hora del desayuno ya paso.
─Lo que sea ─la pequeña me sonríe mientras se sienta junto a mí.
─Yo me encargo ─me dice Karen muy animada─, quédate con ella.
─Gracias, Karen.
De nuevo sus ojos vacíos me miran. No quiero que me mire, me lastiman, me hieren por dentro, me hacen recordar mi propia miseria. Mi pasado. Es como si aquella herida se abriera tan fácilmente cuando está cerca de mí.
─¿Estás bien? ─su pregunta me toma de algún modo por sorpresa, pero un instante después me doy cuenta de que se me escurre una lagrima, su mirada no solo me desgarra el corazón. Junto a ella me siento vulnerable. Nadie me había hecho pasar esto.
─Si ─tomo una servilleta para limpiarme─. No digas nada ¿sí? Que sea un secreto entre tú y yo.
─Holaaaa ¿quién es la pequeña?
─Pulga, ella es Carolina hermana de Karen.
─Matías, eso no es un nombre.
─Soy Pulga, así me dicen en la calle ─Carolina me mira, yo asiento con la mirada.
─¿Quieres beber algo?
─Mmmm quiero una coca cola.
─Enseguida, chiquitina.
─Pulga, ¿tienes hermanos?
─No. En la calle no tienes nada de eso ─es verdad.
─¿En dónde duermes? ─creo que estoy haciendo preguntas bastante estúpidas.
─En una casa junto con otros niños, dormimos sobre los cartones y nos cubrimos con sabanas o con papel periódico, ayer dormí afuera en la calle ─puedo imaginarla bajo la lluvia y el inmenso frio.
─¿Y la chaqueta? ─para que pregunte lo más seguro es que los más grandes se la hayan quitado.
─Me la quitaron, lo siento, quise recuperarla, pero tenía miedo de que me pegaran.
─No te preocupes, te daré otra.
─No me des nada, de todas maneras, me lo quitaran.
─¿Y el dinero que te di?
─Tuve que darlo todo, me empezaron a revisar los bolsillos ─maldita sea.
─Dejen de hablar es hora de comer ─Karen le da un plato de club sándwiches de jamón de pavo, un par de crepas bañadas con cajeta y Carolina le da su coca cola.
─Come, antes de que te vayas puedes pedir algo para llevar así podrás comerlo más tarde ─se le iluminan los ojos. Todo esto se ve delicioso, pero para alguien de la calle esto es estar en los cielos. Cuando entré al mundo de Violeta nunca más tuve que pasar carencias, claro que tuve que pagar por ello lavando platos. Algunas veces pensaba que todo era un sueño, que un día volvería a las calles para pasar hambre y regresar a los brazos de la miseria.
Creo que a las chicas les ha agradado porque hasta le robaron una pequeña risita. No quiero admitirlo, pero se le ve muy feliz, pero algo está pegando fuerte en mi mente ¿cuánto puede durar está felicidad? Siendo sincero conmigo mismo, no hay tiempo para esas cosas porque en este mundo solo importa el dinero y la posición social.
Las horas se nos fueron mientras platicábamos con ella. Es una niña muy solitaria. Creo que encontré a mi yo pasado. Solo espero que ella sea muy fuerte para lo que viene.
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Lo que quieras de mí ©
RomanceDesde muy pequeño Matías tuvo una infancia complicada, desde la carencia de comida hasta el abandono de su madre. Por años la calle era su hogar, estuvo a punto de renunciar a continuar con su vida, pero una noche fría mientras lo perseguían, en su...