Violeta luce muy animada, no para de sonreír ni cuando estamos desayunando. A mi lado Alberto come con cautela, puedo notar que está incomodo al igual que Rosita.
Veo una última vez a Violeta y me levanto.
─No has terminado ─me dice.
─Tengo que ir a la cafetería. Hoy llega un pedido.
─¿Almorzamos hoy?
─No sé si pueda.
─Por favor, has un pequeño esfuerzo ─me suplica con la mirada.
─Lo inténtate, no te prometo nada. Provecho.
Camino como todos los días. Utilizando la misma ruta. Las hermanas me saludan en cuanto me ven llegar con un beso y un abrazo.
─Joselyn te espera en tu oficina ─esa mujer siempre tomándose sus libertades.
─Gracias, Karen ¿por casualidad ha venido alguien más? ─han pasado un par de días desde que vi a aquella pequeña.
─No, nadie.
Asiento y subo los escalones con algo en el pecho, una sensación que había olvidado. Aprieto la perilla de la puerta y no la abro, pienso que hubiese sido mejor no haberla conocido ¿Quién en este mundo le pone "pulga" una niña?
─Muy buenos días, Matías ─me dice Joselyn sentada en mi lugar, viene hacia mí y con una pequeña sonrisa me da la mano y yo la estrecho.
─No te esperaba aquí.
─Más tarde traerán tu pedido, aproveche para venir a saludarte.
─Eso si es raro.
─Que malo eres ─hace una mueca boba, luce inmadura. Joselyn es una mujer viuda, con una hija demasiado mimada.
─Siéntate.
─Al menos finge que te agrada mi presencia.
─No he dicho que no me agrade ─digo sin vacilar.
─Pues parece lo contrario. Santo cielos, cuando vas a sonreír.
Ahí vamos de nuevo. Ladeo los ojos.
─¿Te ofrezco algo?
─Estoy bien así. Espero que vayas la hacienda este fin de semana, Violeta dijo que trataría de convencerte.
Solo he ido un par de veces. Nació y creció en Toluca, su esposo falleció hace ocho años, desde entonces ha sacado a delante la venta de café y por supuesto a Cindy, su hija.
─Allí estaré, le servirá para distraerse un poco.
─Lo mismo para ti ─ella guarda silencio al ver que estoy en el ordenador, tengo otros proveedores que atender, sus correos llenan mi bandeja de entrada; promociones, algunos saludos, y notificaciones de entrega─. Matías.
─Dime, te escucho ─pero no aparto la mirada del ordenador.
─¿Por qué dejaste de trabajar... como mesero? Digo te iba bien con las propinas.
Dejo de escribir y fijo la mirada en la suya.
─Violeta dijo que ya no podía seguir en el restaurante. Mi época de mesero se acabó.
─Es una pena, sabes por qué lo digo ─no era cualquier mesero. Pero eso es algo que ha quedado en el pasado.
─Es mejor que no hagas nada estúpido cuando estemos en tu casa, eres amiga de Violeta.
─Te odio ─me sonríe como si nada─. Espero verte en mi casa.
─Ya lo sabes no intentes nada.
─Siempre tan frio ─vacila mientras me guiña el ojo─. Nos vemos.
Media hora más tarde Karen se despide de mí para irse a la escuela. Hoy es su último día de clases.
─Suerte en el examen.
─Gracias, no vemos ─su cálida sonrisa desaparece al cerrar la puerta.
A la una de la tarde Violeta me llama, le explico que no puedo dejar que Carolina se haga cargo de todo, al final se molesta y me cuelga.
Estuve toda la tarde en el ordenador, pienso en esa pequeña. Joder, esta sensación se está volviendo insoportable. Seguramente debe de estar pidiendo dinero, mi mente comienza a divagar, cuando yo lo hacía pasaba largas horas en el tráfico y volvía cuando juntaba la cuota, aquella casa estaba en un barrio peligroso y lo es aun más cuando solo eres un niño, te expones a tantas cosas. Entregaba el dinero, pero cuando no lo juntaba me dejaban sin comer o me sacaban a dormir en la calle. Pensar en esa niña me esta trayendo malos recuerdos. Otra vez.
Antes de cerrar Alberto ya me está esperando. Carolina sube al auto y conversa muy animada con él. Su conversación se extiende y termina hasta que llegamos al departamento que les compre en una colonia aledaña a la universidad. Karla me saluda con la mano.
─Al menos podrías hacer lo mismo ─me riñe, luego me da un abrazo y se va con Karen.
De regreso a casa todo es silencio en el auto.
Pregunto a Rosita por Violeta, me dice que está encerrada en su habitación. Es una clara señal para que sepa que aún está molesta. Esa mujer es como una niña, subo los escalones entro en mi habitación, tomo una caja de chocolates y voy hacia ella.
─Quien ─me dice cuanto toco su puerta.
─Soy yo ¿Puedo entrar? ─lo piensa demasiado antes de decirme que entre.
Esta molesta sin duda alguna, otra señal es que está leyendo la misma página de ese viejo libro, esta enrollada y sostiene el libro en sus rodillas. Frunce el ceño cuando se encuentra con mi mirada, luego mira la caja que sostengo en mis manos, voltea y sigue con su libro.
─¿Por qué no te tomaste un momento para comer conmigo?
─Estaba ocupado.
─Espero no haya ninguna mujer de por medio.
Me siento junto a ella, huele tan bien. Abro la caja de chocolates, son sus favoritos. Tienen un relleno chocolate y una capa gruesa de chocolate blanco.
─Abre la boca ─le digo mientras baño sus labios con el chocolate líquido. Ella los lame y vuelvo hacerlo, esta vez soy yo quien los chupa. Con eso la doblego hasta quedarme encima─. No hay mujer de por medio. Solo estas tú.
─Ojalá sonrieras... pero me conformo tal y como eres ─me besa, una, dos, varias veces hasta que ella queda satisfecha. Hoy no hay sexo solo caricias, conversamos un poco hasta quedarnos dormimos.
Despierto en la madrugada, los relámpagos se reflejan en la ventada, la lluvia es muy espesa y parece que no se detendrá. Sé que esta noche, a esta hora, hay un niño en la calle...
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Lo que quieras de mí ©
RomanceDesde muy pequeño Matías tuvo una infancia complicada, desde la carencia de comida hasta el abandono de su madre. Por años la calle era su hogar, estuvo a punto de renunciar a continuar con su vida, pero una noche fría mientras lo perseguían, en su...