La puerta maldita

Capítulo 8

Parecía una lagartija, pero tenía anomalías que le hacía dar la impresión de que era otra cosa. Sus pequeños ojos eran de color rojo, y poseía tres colas en lugar de una. Cuidadosamente, Julia le acercó su mano. La lagartija no se movía, cosa que le pareció extraña. Parecía que quería atacarla, por eso Julia se alejó de ella nada más pensarlo. Volvió a casa, sin percatarse de que aquel extraño ser la estaba siguiendo. Pasaron varios días, y parecía que Julia estaba preparada para escuchar una explicación de Bob. Él no tardó mucho en aparecer por la puerta, y esta vez, Julia sí que lo dejó pasar. Estaba sola en casa, las circunstancias perfectas para seguir con aquella investigación que se había detenido durante un tiempo.

-A ver, Bob, explícate.

-Verás, Julia...- Comenzó Bob.- Bebo desde hace relativamente poco. Me gusta, no digo que no. Y últimamente cuando me junto con Manuel se me va un poco de las manos. Y no me doy cuenta.

-¿Quieres que te diga algo? Desde que te juntas con él estás cambiando mucho. Empezaste a ir al gym, a coger la moto... No le doy importancia a eso, no es malo, y la gente crece obteniendo gustos nuevos. El problema es que también quieres beber como él.

-Puede que tengas razón y sea una mala influencia.

-No Bob, él no tiene la culpa. La tienes tú.

-¿Yo por qué?

-Creo que eres lo suficientemente mayorcito para saber qué ritmo llevar y dónde parar. No tienes que seguirle el ritmo a nadie.

-Julia, no sabía que seguí bebiendo. No me podía controlar.

-Bob, por favor, no me pongas excusas. Si no eras consciente de lo que pasaba era porque ya te habías pasado, y muchísimo. ¿Tú tienes idea del susto que nos diste? No, ¿a que no? Claro, no podías verlo.

Bob calló unos instantes. Estaba frustrado por no recordar apenas nada de lo que pasó. Le habían contado tantas cosas...

-Tenías los ojos desorbitados- Continuó Julia.- y estabas súper pálido. La cabeza te colgaba del cuello, no sabías ponerla recta, y tenías una risa de psicópata de oreja a oreja. Hubo un momento en el que te caíste y creí que te había dado un coma etílico. Pero lo peor fue lo que le hiciste a Ana.

-Eso no me lo han contado. ¿Qué fue lo que hice?

-La agarraste del brazo y le dijiste con esa cara y con voz de tonto "Hola guapa". Se soltó de un tirón y solamente quería alejarse de ti.

Bob permaneció de nuevo en silencio.

-Encima, Bob, no es la primera vez que te pasa. Nano me lo ha contado todo, has acabado así más veces. Yo sabía que bebías, pero no me esperaba que lo hicieses hasta ese punto.

Tras decir eso, ambos no dijeron ni una sola palabra más. Se quedaron mirando el suelo, Julia atormentada por el recuerdo, Bob preocupado por las consecuencias.

-Bob...

-¿Sí, Julia?

-¿Por qué no aprendes?

-¿A qué te refieres?

-"Hay que domar al hígado".

-Lo dije de broma, Julia, porque es lo que decía Manuel siempre.

-Pues no tenía gracia. Escucha Bob, la gente la caga, es un don que tiene el ser humano. Pero si después de cagarla no aprendes, sé que te da igual ponerte así otra vez.

-No me da igual.

-Pues para no darte igual no es la primera vez que pasa. Bob, mira, tú siempre me has caído de lujo y te he visto súper buena persona. Pero ya no soy capaz de verte con los mismos ojos. Cada vez que te veo, que oigo tu voz, me acuerdo de esa noche. Te veo como otro borracho echado a perder más. Ya no quiero que sigas ayudándome con la investigación. Vuelve a tu casa, reflexiona.

-Lo siento, Julia.

-¿De verdad que lo sientes?

-Sí.

-Pues no sé si puedo creerte. Ahora mismo no te conozco... Vete a casa, anda.

Acto seguido, Julia acompañó a Bob a la puerta. Bob, muy tocado por todo lo que estaba pasando, preguntó:

-¿Cuándo me podrás perdonar?

-Cuando aprendas de tus errores para evitar hacerte daño de nuevo.

Y tras decir esto, Julia le cerró la puerta, esta vez con intención de ser para un período muy largo. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared, se echó las manos en la cabeza y comenzó a llorar: iba a echar de menos al antiguo Bob.