Los momentos gratificantes se disfrutan y se viven, más aun sabiendo que son solo efímeros en nuestra corta existencia, el disfrute y el éxtasis se sienten y te llevan a una corriente que solo se consigue con la experiencia, esa que por supuesto esta más allá de todo lo escuchado.
Solo hay que sentir el temblar y el hormigueo en las piernas, la melodía combinada con los latidos acelerados del corazón, el raspar del hielo que se produce cuando lo recorres y saltas en él. Tantos sentimientos que te produce y se albergan en tu propio ser, como si fueran parte de ti. A un qué, es algo insaciable y a veces exhausto, también es muy gratificante y glorioso de vivir.
Una caída, un intento y un resultado gratificante reflejado en su rostro, la canción audaz de Labrinth en su cuspe de su coro me hizo estremecer, me hizo precisar y disfrutar más el programa que tenía frente a mí.
Un grito de parte de mi acompañante me hizo saber que no era la única que se estaba deleitando con tal espectáculo audaz y gratificante de ver.
-Si sigues gritando así me dejaras sorda Mary, cálmate un poco- le dije sin dejar de ver al responsable de todo esto.
-Lo siento, pero me es imposible, es que solo míralo, es tan audaz y atrevido cuando patina que te cautiva, y no me mientas, sé que tú también lo sientes Alex- suspire, y solo un momento me permite ver su perfil y esos ojos marrones que no se despegaban del espectáculo.
-Si, si lo estoy viendo también Mary. También estoy aquí por si se te olvido mi presencia, solo te digo que no grites mucho, te va doler la garganta y no quiero que me lo reproches después- le dije cruzándome de brazos y volviendo mi vista al espectáculo.
-Oh vamos, no seas así Alexi, además, no te reprocho solo te informo mi estado y mi situación, pero está bien, sé que también quieres verlo y quien no. Te prometo que te avisare cuando vaya a gritar, así que no refunfuñes más y disfruta del programa- respondió mientras se sentaba cómodamente en su asiento, doblo sus piernas y las llevo a su pecho, sus manos descansaban en ellas mientras seguía atenta al espectáculo. Pero sabía muy bien que esa postura no duraría por mucho tiempo.
-Si tú lo dices Mary, solo no me vayas a jalar en todo esto, porque suficiente tengo con el cartel que colgaste en los respaldos de las sillas de al frente- La última oración se dejó oír en un tono acusador.
-Eso era muy necesario Alex, ¿Como apoyaríamos a los nuestros si no es de esa manera? Además, está muy bonito como para no mostrarse, les encantara verlo cuando se percaten de él, ya verás que si- me respondió mientras aplaudía con una sonrisa plasmada en sus rojos labios.
-Y no lo dudo Mary, sé que te esforzaste mucho con el cartel, pero solo te pido que no digas que yo también tuve algo que ver con el por favor- Esta solo negó con su cabeza de una forma divertida y cuando iba a responder, la voz de la interlocutora la interrumpió.
-¡Pablo Massot!- se anunció y a los segundos los aplausos y gritos no se hicieron esperar. Mary casi salto para pararse y ser uno con el público. Aquel que por supuesto, no dejaba de aplaudir.
Mary me hizo un gesto que me dio a entender algo que no quería hacer definitivamente.
-Desde aquí estoy bien, gracias- le informe mientras aplaudía amenamente desde mi lugar. Pero esta enseguida le restó importancia cuando la fisonomía de una cabellera rubia salió de la pista de hielo.
Este cogió las guardas que su entrenadora le ofreció. Su entrenadora llevaba un peluche de un oso panda mientras lo esperaba, seguramente, uno de los tantos obsequios del público por el espectáculo.
Mientras trataba de ponerse las guardas, las perlas brillantes de su vestuario se removieron un poco, sus hebras taparon ligeramente su recta nariz. Sus guantes rojos recibieron la casaca que le dio su entrenadora, y mientras este se la estaba colocando, llevo sus orbes mieles al público, lo recorrió indiferentemente de derecha a izquierda, pero de un segundo a otro se quedo mirando al lado izquierdo. Mas precisamente, a los asientos de la tercera fila, y sabía perfectamente el porqué.
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MÁS ALLÁ DEL CIELO.
Novela JuvenilLas heridas del mañana se vuelven insignificantes con la decepción de una mirada, lo que no se cuenta es la lucha que conlleva sostener esas miradas.