¿Las expectativas pesan igual que el cielo? O ¿peor que el mar?, ¿el ocaso mar de los engaños tiene fin?, ¿Las flores respiran o se ahogan cuando llueve?, ¿Intentar está bien, aunque eso signifique herirte en el intento?, ¿intentar es la única salida en la vida?, preguntas y más preguntas sin respuestas.
Las heridas del mañana se vuelven insignificantes con la decepción de una mirada, lo que no se cuenta es la lucha que conlleva sostener esas miradas, sí, porque una mirada no vasta, las expectativas abundan mientras más floreces en el ocaso monte de la vida, la maleza te arrastra mientras más colores tengas, y el cielo es solo una limitación para que el sol llegue a ti y cuando menos te das cuenta te conviertes en una más de todas: en una yerba.
El temblar de mi corazón era víctima de mi miedo, me pregunte si mi temblor se debía al frio o a las miradas expectantes. La música era testigo de mi lucha, mis pies sabían en qué dirección ir, mi mirada aguardaba una esperanza y un final, el raspar del hielo era mi señal de lo inevitable, era el momento lo sabía más que nadie, el impulso en mi pie lo hizo, sentí la adrenalina y el frio calar mis huesos, un giro, dos giros, tres giros, pero el cuarto jamás llego, el pavimento helado me recibió en su lugar, había caído, unos aplausos se hicieron escuchar, eso solo significaba una cosa; esperaban más.
Me levante en un intento de seguir, me deslice en sus expectativas, me aferre a la música, a lo único que me hacía querer intentarlo, a lo único liberador que tenía en esta vida: el patinaje.
Sabia el resultado al entrar y lo supe con seguridad cuando acabó la melodía, los gritos y los aplausos eran testigos de ello también, el latir de mi corazón resonaban en mis tímpanos. El temblar de mis extremidades no me impidió despedirme en un gesto amable del público que vio mis esfuerzos en aquella pista de hielo, me deslicé en un último gesto de despedida, pero mi pequeña sonrisa se esfumó cuando vi sus miradas. La cámara me esperaba y de pronto una sonrisa también, sabia como se desarrollaría esto, los mismos gestos y palabras fingidas de siempre, me alcanzo unas guardas, las acepte con un intento de sonrisa.
—Lo hiciste muy bien querida, has mejorado bastante, estoy orgulloso de ti Alexa, no sabes cuanto—me abrazo cuando el camarógrafo acerco la cámara a nuestros rostros, estaba rendida para fingir algo que no existía.
Se acercó a mi oído dejando fluir sus palabras —Si piensas que hiciste tu mejor esfuerzo, déjame decirte que tienes un pensamiento demasiado mediocre, eso no fue nada y lo sabes más que nadie—me aparte bruscamente de él, estaba cansada y harta de todo esto.
—Estas cansada, lo sé querida, acompáñame para ver los resultados, pero primero ponte esta casaca, no queremos que nuestra mejor patinadora se enferme o ¿sí?
Su risa me molesto más que sus palabras, me sentía asfixiada con todos ellos a mi alrededor, solo quería volver, deslizarme nuevamente en el hielo y fundirme en el si eso fuera posible.
Pero la realidad me golpeo nuevamente cuando vi mi rostro en aquella pantalla, mis movimientos, mis giros, y mi caída ante lo inevitable. Solo ahí me di cuenta que intentar no es suficiente para lo insaciable, pero yo tenía la esperanza que más allá de esto, más allá del cielo mismo, existiera ese “algo” que siempre está ahí pero que aún no ha llegado a mí.
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MÁS ALLÁ DEL CIELO.
Genç KurguLas heridas del mañana se vuelven insignificantes con la decepción de una mirada, lo que no se cuenta es la lucha que conlleva sostener esas miradas.