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Los días aquí eran tranquilos, eso cualquiera diría, no porque realmente lo fueran si no debido a que era imposible siquiera presentar un mínimo disgusto ante quienes gobernaban y mucho menos si se trataba de estos mismos, pues de lo contrario sabían que serían eliminados; las ciudades eran inquietantemente pacíficas pues podrías oír a las aves cantar, el chorro de las fuentes ubicadas en los parques con su caída golpeando contra el cuerpo de agua permanentemente estático debajo de ellas, los murmullos de la gente que solía salir pero... No existía ni el más mínimo astibo de problemas, Kal-El se había encargado de extinguir todo aquello con la ayuda de la antigua Liga de la Justicia, ahora Lords.

La Atalaya, que alguna vez fue el lugar de reunión para los héroes, ahora era el centro de vigilancia global y sala principal de reuniones de el despiadado Kal-El, quien se habia vuelto todo menos alguien justo, siempre a su lado estaba su pequeño hijo, Jonathan, quien era un niño sumamente querido por él  pero no tanto por el resto de los Lords y aún así eso no lo hacia inmune a la locura de su padre. Creciendo bajo el yugo de la inestabilidad, obteniendo un bizarro concepto sobre lo que era correcto e incorrecto, un enfermizo concepto sobre lo que era protejer.

No podría decirse que fue un niño normal, no por su naturaleza mitad kryptoniana, no; sino debido a que no duró mucho esa etapa donde se supone todo niño es simplemente feliz y se entretiene con cualquier cosa preguntándose ¿Qué es y por qué es? A temprana edad ya comenzaba a presentar suma agresividad en su comportamiento y sencillamente era un mocoso malcriado, mostrando crueldad con pequeñas acciones y travesuras.

Cualquiera preferiría irse a misiones altamente peligrosas en lugar de cuidar al hijo de Kal-El.

Actualmente Jon-El era alguien simplemente... Cruel, con arranques de ira constantes y poca paciencia. Hace mucho dejó de ser aquel niño sonriente con ojos enormes y curiosos, sus sonrisas ahora solo eran retorcidas llenas de maldad y tan solo su rostro angelical podría ocultar lo horrible que era por dentro.

Además de todo, él obedecía fielmente a su padre en todo lo que le pidiera, sin importar la solicitud del super hombre, Jon-El acataría sus ordenes sin cuestionar aún si no sentía apego hacia su padre.

¿Matar a alguien? No hay problema, Jon sé encargaría.

¿Conquistar una nación? ¡No hay problema! Jon lo hará.

¿Aplastar a los rebeldes? No hay problema, Jon era el indicado para ese trabajo.

¿Infiltrarse a una de las instalaciones de los Al'Ghul para espiarlos, sacar un número de su ejército de asesinos entrenados, saber quiénes estaban al mando y descubrir si tenían más planes en contra de los Lords? Por supuesto, Jon podría con ello, no sería tan difícil.

O al menos eso creyó.

—¿En serio creíste que por ser el bastardo de Kal-El te resultaría fácil salir de aquí?— Escuchó una voz masculina, la de un joven, con un astibo de burla en su tono, sin embargo; aún así sonaba fría y contundente.

Jon-El que hasta ahora había permanecido inconsciente lentamente comenzó a abrir los ojos y levantó la mirada poco a poco en busca de la fuente de dónde provenía esa voz tan envolvente, pues si, él había creído tontamente que sería fácil entrar y salir.

Intentó moverse pero se sentía débil, percibiendo el peso de algo reteniendo sus muñecas y sus tobillos, apenas incluso podía enfocar la vista, no era capaz de recordar cómo había acabado encadenado y tirado en el suelo frío cómo un muñeco de trapo en medio de una habitación oscura.

La única fuente de luz era una antorcha que yacía encima de su cabeza, colocada en la pared detrás de él, dónde recargaba su espalda.

—Dile a tu 'papi' que los Al'Ghul le mandamos saludos y esas estupideces—

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2024 ⏰

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