Siente que las paredes del castillo se cierran sobre él, robándole el oxígeno de los pulmones. Mira a su padre incrédulo. Intenta procesar la información que acaba de otorgarle pero está demasiado centrado en controlar su respiración como para hacerlo con éxito.
— No. Padre... no puedes hacerme esto. — tartamudea — No quiero casarme, por favor.
— Lo siento Juan José. Está todo acordado. El reino necesita esta alianza para sobrevivir. Y no hay nada más que hablar.
— No, no, tiene que haber algo que podamos hacer... — suplica — Por favor... porfavor. Mamá. — se gira a mirarla, desesperado.
— Lo siento, hijo. — niega con pena.
— Pero aún soy joven, es demasiado pronto. Ni siquiera nos conocemos, ¿y si no nos llevamos bien? Quiero estar con alguien a quien ame, por favor... — Juanjo insiste, la desesperación presente en su voz. Su madre le mire apenada.
— Aprenderás a hacerlo, cómo tú madre y yo. — responde su padre, seco. — En la realeza el amor no existe, Juan José, es una lección que te he enseñado desde pequeño. Deberías ser más maduro. — riñe. Juanjo gimotea, lastimero — Estás a nada de convertirte en rey de Magaldon. Empieza a actuar con consecuencia y déjate de cuentos de amor para crios.
— ¿Por qué? ¿Por qué debo casarme yo? Mi hermana Adriana estaría encantada de casarse con un príncipe y de servir al reino. Sabes que yo anhelo libertad, ¿que te cuesta concedermela? — ruega.
— ¡Basta! Tu hermana es una mujer. Las mujeres no reinan. Si ella contrae matrimonio con él, nuestro reino pasará a ser suyo. Te casarás con el Príncipe de Getonia la primavera que viene. Y no hay más que hablar. ¿Queda claro? — alza la voz. Juanjo aparta la mirada, asustado. Odia cuando su padre deja de ser papá y pasa a ser su rey.
— ¿Príncipe? — murmura — ¿Un hombre?
— El reino que más nos conviene solo tiene hijos varones. Martin solo tiene un año menos que tú. Y tenéis cosas en común. — explica su madre, en un intento de consuelo vago. — También le gusta la música como a ti, Juanjo, quizás os lleváis mejor de lo que esperas...
— No quiero, mamá. — niega — No quiero casarme con alguien con quien solo me lleve bien, y menos con un hombre. Quiero amar a la persona que esté junto a mi. ¡Seré un infeliz! — gesticula exaltado.
— Suficiente. — interrumpe su padre.
— Pero padre...
— ¡Suficiente he dicho! Se acabó esta conversación. Te casarás con él. En dos semanas vendrá su carruaje a buscarte y marcharás a su reino para conocerle. — informa, tajante.
Juanjo solloza, se gira, ocultando su rostro a sus padres. Mira a su madre, su rostro impasible casi le convence pero puede ver la tristeza en sus ojos. Se vuelve hacia su padre, con ojos lastimeros.
— ¿No hay ningún tipo de tratado o acuerdo económico que podamos hacer? — murmura.
— Juan José, ve a tu habitación. No hay más que hablar.
Juanjo siente los ojos inundados de agua, así que antes de permitir que sus padres le vean llorar, corre a su habitación.
Cierra la puerta la puerta tras de si. Se deja caer en el colchón dramáticamente y suspira. Se siente derrotado. Toda su corta vida ha anhelado vivir el momento de encontrar el amor. Siempre ha soñado con ser el protagonista de una de esas novelas que tantas veces ha leído. Encontrar a alguien que le corte la respiración solo con rozarse. Alguien que le haga perder los sentidos. Pero ahora ya no va a poder ser. Ser el heredero tiene un precio. Y todo sea por su reino.
No es consciente de que se ha quedado dormido hasta que unos golpecitos en su puerta le despiertan.
— Adelante. — responde adormilado.
— ¿Te he despertado? — la voz femenina le hace girarse. Sonríe al ver a su hermana Adriana acercarse a él.
— No importa, ¿qué haces aquí? — pregunta.
— He oído a mamá y a padre discutir. Tu nombre se ha mencionado varias veces así que quería subir a comprobar tu estado de ánimo. — explica.
— Me caso, hermana. — responde, directo.
— ¿Qué?
Juanjo le mira con los ojos llenos de frustración y pena. Se enconge de hombros. Resignado.
— Padre dice que es la única solución a la sequía del reino. Que mi alianza con el Príncipe de Getonia será nuestra salvación. — explica a desgana.
— ¿Te vas a casar? Dios bendito, ¿y con un hombre? — se escandaliza.
— No tengo opción. — resopla.
— ¿Cuándo? — murmura.
— La primavera que viene. Menos de un año.
— Eso quiere decir que... en menos de un año te convertirás en rey. — musita, con expresión entristecida.
— Lo siento, Adriana. Si hay alguien que merezca ser reina eres tú. Lo he intentado. Le dije a padre que tú eres mejor opción que yo. Tu siempre te has entregado al pueblo y tus propuestas nos han salvado mil veces. Tu deberías ser reina. No yo.
— No importa, serás un buen rey. — responde, con una sonrisa triste adornando su rostro.
— Pero no quiero. — niega, frustrado — No quiero casarme con alguien a quien no amo. No le conozco.No quiero reinar. Quiero ser libre para explorar tierras desconocidas.
— Tienes un año para conocerle. Y quizás, si cuando le conozcas surge el amor, tu deseo de explorar cambia. Quizá lo único que quieras sea asentar cabeza junto él, formar una familia y reinar juntos. — teoriza, intentando darle ánimo.
— Ese es tu deseo, no el mío. Nunca lo será.
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Labyrinth || majos. PAUSADA
FanfictionJuanjo siempre ha soñado con casarse, con vivir un amor profundo y verdadero como en los cuentos que lo inspiraron desde niño. Como el romántico empedernido que es, no podría concebir otra forma de unir su vida a la de alguien más. Para él, el matr...