Introducción

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Entre las ruinas de aquel estudio encontró un pequeño cuadernillo de una caricatura pero desgastado sobre el escritorio de madera pulida, contenía un post it viejo con la frase: "a quien corresponda." En las primeras hojas encontraba dibujos infantiles cuya tinta había comenzado a desvanecerse entre la opacidad de las hojas. Recorrió el contenido de los papeles mientras esperaba sentado en las escaleras, cuidando de no lastimarse con los fragmentos de vidrios o materiales rotos que se encontraban en la casa, como en cualquier sitio que mirara. Los dibujos de un superhéroe de capa roja con las siglas "SH" volando por la ciudad eran lo único que llenaba las hojas.

Realmente, no le interesaba mucho lo que sucedía a su alrededor, podía escuchar a sus compañeros merodear en lo que alguna vez había sido una cocina, colocando las mochilas sobre una mesa de mármol blanco ahora con pedazos rotos. Sus compañeros guardaban las pocas latas que encontraban desde los gabinetes, la madera de algunos se veía desgastada y su pintura blanca sucia cubierta con polvo. Debía haber sido la casa de alguien rico por la zona en la que se encontraba, un suburbio con otras casas llenas de pantallas enormes, sillones de cuero, mármol cubriendo las escaleras y las mesas y ropa de diseñador en cada clóset. Lujos que ahora parecían tan insignificantes comparados al caos que rodeaba la casa, lujos que quizás no salvaron las vidas de los dueños de esas casas.

Había visto infectados merodeando por la zona con relojes caros, su ropa de finas telas ahora desgastada y llena de sangre y demás fluidos, las uñas manicuradas y largas destrozadas... El estudio en el que el sobreviviente se encontraba había aún una MacBook Air gris de último modelo debajo de la libreta. A los saqueadores como el no le interesaba el precio de aquella chatarra, no había electricidad con que hacerla funcionar mucho menos internet. En este nuevo mundo solo necesitaban comida y agua. La gasolina había comenzado a escasear y era difícil encontrar un vehículo que aún funcionara, especialmente los eléctricos. Habían retrocedido siglos en la historia, convirtiéndose en personas que únicamente buscaban que comer antes de caer en cosas horribles.

Continuó examinando los trazos creativos de una realidad ahora lejana, quizá eran de un niño que había vivido en esa casa o algún otro superviviente. Continuó hasta que llegó a una hoja distinta, era una letra bastante distinta a la del autor de los dibujos, algunos trazos parecían estar tachados e ilegibles.

Marzo 19 del 2031

No sé por dónde empezar. Quisiera decir que todo fue repentino, que llegaron de la nada. Que nadie podíamos prever el desastre. Quisiera decir que el virus arrasó con todos en tan solo horas, en una noche, pero no fue así.

Hay culpables, claro que si. Incluyéndome, por haber sido tan ciego ante la amenaza. Quizá debimos haberle disparado al paciente cero y a los que contagió, no debimos haber dudado de las súplicas por atender la situación. Vivo pensando en los "y si hubiera hecho..." aunque sé que eso ya no existe. No hay nada que hacer, ellos caminan entre las sombras y merodean las calles, mordiendo a quien se encuentran. Actúan como un ser humano normal, caminan y corren. Pero no tienen nada de humanidad, solamente se dedican a cazar.

Dios, ¿pero qué hicimos? ¿por qué permitiste esto? Cómo puedes existir permitiendo que esas criaturas sacien su sed de sangre y carne... Al inicio no eran así, los primeros pacientes e incluyendo el paciente cero, fallecieron por la encefalitis. Pero otros comenzaron a mutar poco a poco, cada mutación los llevó a ser mas sanguinarios y despiadados. Como si todo aquello que permanecía en lo oculto de nuestra psique hubiera salido a flote con el virus, nuestras mas íntimas atrocidades. El virus solo busca replicarse y es por ello que atacan a todos los que se cruzan frente a ellos. Algunos conservan recuerdos de su vida, por lo que es inútil cerrar las puertas únicamente, algunos parecen conservar su fuerza o sus sentidos agudizados, lo que nos lleva a buscar maneras de parecer desapercibidos.

Yo los vi convertirse en esas criaturas malignas, cómo despertaban con una rabia inexplicable y sin importar la gravedad de sus heridas seguían detrás de su presa. Fue mi culpa. Lo admito, con el dolor de mi alma por no haber hecho más para detenerlo. Me vi tan ingenuo creyendo que teníamos más tiempo, que podríamos contenerlo. Pero el virus avanzó más rápido de lo que creimos, y cuando entendimos la gravedad de la situación... era muy tarde.

En mi mente rondan unas palabras de la biblia, no recuerdo qué pasaje es ni a qué capítulo pertenece, quizá del apocalipsis. únicamente puedo pensar en qué cuando era niño me aterraba siquiera leerlo. Mamá solía decir que eso era algo muy lejano, y aún así siempre tendría la oportunidad de arrepentirme antes que Dios nos llamara.

Pero hoy sé que el apocalipsis llegó, y es tarde para arrepentirme de lo que hice y lo que no, de la sangre que está en mis manos.

Lo siento, no quería este final para nadie. Espero puedan perdonarme por no haber hecho más. Mis palabras no traen nada de confort, pero espero sirvan para que puedan entender un poco más de la situación en la que pronto todo ser humano en la tierra se va a enfrentar.

Pero algo me queda claro: Este virus no tomará mi humanidad ni la de mi familia. No lo voy a permitir.

" El cordero rompió el cuarto sello, y escuché la voz del cuarto ser viviente diciendo "ven y mira". Y contemplé un caballo blanco. Su nombre era muerte, y el infierno estaba tras de él."

Que Dios nos bendiga a todos.

H...

Y el texto estaba dañado.

Cerró el cuaderno con dificultad mientras le temblaban ligeramente las manos. El peso de las palabras lo presionaba, cada frase hacía eco del temor y el arrepentimiento del escritor. Él también reconocía ese pasaje aterrador del apocalipsis, era del capítulo de las revelaciones. Aquel caballo blanco que resultó ser la muerte, desató el hambre, las guerras y las epidemias... Lo que había sucedido hacía dos años.

Miró alrededor de los restos desmoronados de la casa, el inquietante silencio marcaba un gran contraste con la vida que una vez prosperó ahí. Los dibujos, la carta: era una como un recuerdo congelado de un mundo perdido por el virus, un recordatorio de la inocencia y la normalidad que habían sido arrebatadas.

— Ya es todo, vámonos — escuchó desde la puerta del estudio, había estado tan absorto pensando en las palabras de aquella persona que no había notado a su compañera subiendo las escaleras.

Dudo en llevarse el cuaderno, algo le llamaba la atención ¿quién había escrito esas palabras? ¿Quién sabía tanto del virus y por qué estaba tan arrepentido? ¿Seguiría vivo?

Pensó en aquella última frase. La petición de unaintervención divina parecía una broma cruel frente a los horrores que ahora enfrentaban a diario. Se puso de pie y echó un último vistazo a la casa antes de unirse a sus compañeros en la parte de abajo.

"Que Dios nos bendiga, en verdad" pensó, sin dejar de pensar en los infectados que podrían estar escondidos en cualquier parte de la ciudad.

InfectusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora