Cap 1- Intruso

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Intruso °~
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Las olas se movían con una gran longitud en aquella tormenta oscura y fría, eran como temporadas cuando al océano se le venían las ganas de hacer sentir sufrimiento a sus exploradores. No paraban ni por chiste. Si tuvieras suerte sobrevivirías a esos inmensos choques de agua salada, o un buen equilibrio para no caer al agua. No era fácil sobrevivir, pero la nostalgia era inigualable.

No cualquiera es capaz de desafíar con soberbia al océano. Solo los verdaderos veteranos y expertos, que conocían sus líneas, sus temporadas furiosas dónde sacaba aquellas olas que con facilidad acabarían con tu vida en cuestión de segundos, a los verdaderos sobrevivientes.
Era tan fácil sentirte orgulloso de ti mismo por haber sido testigo de ver pasar tu vida frente a tus ojos. Eso era lo interesante. Y más si eres un gran amante del mar, de lo salado que es, de lo misterioso que puede llegar a ser, de lo hermosos que es.

Miles de barcos tragados y destruidos por año, miles de marineros sin encontrar sus cuerpos. Cosas que ya eran una costumbre para aquellos exploradores que no se darían por vencidos, que no se rendirían con rapidez.
No lo harían por aquel tesoro de islas desconocidas, tan codiciado por los capitanes de los barcos hundidos. No importaba cuánto costaría, encontrarían aquel oro virgen que jamás había sido pulido. Había pasado generación en generación, en esos últimos ocho años el oro había sido transcurrido por una variedad de islas desconocidas por los capitanes y marineros muertos que lo dejaron. Era hora de ponerse en marcha.

Un azabache con vetas rojas por sus púas, un delineado tan fino, un hermoso parecer, ojos pupilando rubíes, con vestiduras dignas de lo que era. El capitán del barco y de su generación.

Estában en su punto de partida, no tenían la fecha exacta para su regreso, pero tenían en cuenta algo. Regresarían con ese tesoro, cueste lo que cueste.

Habían arrancado. El capitán veía como el barco se alejaba de la arena y como el barco andaba tan fluidamente. Era un orgullo para el, ser su tercer intento de allar el cofre, había fallado. Está vez tenia fealdad de que no regresaría tal y como se había marchado. Regresaría «bañado en oro»

Retiró sus aretes de diamante de su oreja izquierda, le molestaría. Los usaba para ocasiones especiales, está si era una ocasión especial, pero no lo suficiente para tenerlo todo el día. Tenía que estar al tanto de lo que vaya a ocurrir, de dar sus órdenes a sus marineros. Le parecía increíblemente misterioso la idea de volver de regresar al mar después de cinco largos meses. Aún no perdía esa esencia que su padre le había hecho heredero.

—Capitán, ¿Está seguro de que está vez tendremos suerte?—Preguntó Rouge.

Una murciélago, astuta, conociente del mar y sus líneas. Amiga del erizo mayor.

—No lo sé, pero tengo fé—Respondió sin apartar la vista del cielo—La gente del pueblo cree en nosotros. No voy a fallarles.

La albina admiraba la fé que tenía Shadow, dejando atrás los intentos en vano que pasaron al intentar arrebatarles el oro a otro pueblo desconocido. Recordando a su padre, quien esa lucha contra el náufrago, el mar se lo tragó sin piedad alguna, quien dieron por fallecido al encontrar su cuerpo sin respiración. Peor aún, sin sentir el oro en sus manos.

Parecía un cuento para dormir que los padres de su pueblo le daban a sus primogénitos, pero no le contaban la parte perturbadora de todo eso. Solo era el precioso océano y un barco donde parecía que todos cantaban y reían todo el tiempo. No era así.
Saltaban las partes de los fallecimientos, de los naufragios, de las olas inmensas que podrían formarse y tragar a cualquier barco, sin importar su longitud y anchura. Las partes corajudas, las escenas de destrucción y dolor físico de todo.

Two hedgehods, one ocean •|Shadonic|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora