9. Dependencia a las sustancias

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El peso del pasado

El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y naranjas mientras Gustabo caminaba por las tranquilas calles hacia su casa. Cada paso que daba lo acercaba un poco más a la oscuridad que lo esperaba en su hogar, una oscuridad que lo consumía desde adentro.

Al llegar a casa, el sonido de las peleas y los gritos lo recibió, como una sombra que se cernía sobre él. Su padre, visiblemente borracho, estaba en el porche, con una botella de whisky en la mano y un ceño fruncido en el rostro.

—¡Maldito vago! —gritó su padre cuando Gustabo se acercó—. ¿Dónde demonios has estado todo el día?

Gustabo tragó saliva, tratando de mantener la calma mientras su padre lo miraba con ojos llenos de ira.

—Estaba en la universidad, papá —respondió, con la voz temblorosa.

—¡Mientes! ¡No tienes futuro, igual que tu hermano! —gritó su padre, avanzando hacia él con paso tambaleante.

Gustabo retrocedió instintivamente, sintiendo el peso del pasado sobre sus hombros. Su hermano mayor, Horacio, había sido su única esperanza de escapar de aquel infierno, pero lo había dejado atrás, abandonándolo a su suerte.

—No soy como Horacio, papá —dijo Gustabo, luchando por contener las lágrimas—. Estoy tratando de hacer algo con mi vida.

—¡Tonterías! —rugió su padre, levantando la mano amenazadoramente—. Eres un fracaso, igual que tu hermano. No eres más que una carga para esta familia.

Gustabo se encogió ante el golpe, sintiendo el dolor físico de las palabras de su padre. Cada insulto era como un puñal en el corazón, recordándole una y otra vez su falta de valía en los ojos de su padre.

—Lo siento, papá —murmuró Gustabo, desviando la mirada—. Lo intentaré mejor, lo prometo.

Pero sus palabras cayeron en oídos sordos mientras su padre seguía gritando, llenando el aire con su amargura y resentimiento. Gustabo se retiró a su habitación, cerrando la puerta detrás de él y dejándose caer en la cama, sintiendo el peso del pasado sobre sus hombros una vez más.

**Capítulo 2: La camaradería de los amigos**

A pesar de los problemas en casa, Gustabo encontraba consuelo en la compañía de sus amigos. Juanjo, Roy, Yun, Armando, Tonet y John eran su refugio en medio de la tormenta, una luz en la oscuridad que lo rodeaba.

Una tarde, después de clases, se reunieron en casa de Gustabo para jugar a la PlayStation, riendo y bromeando como si no hubiera un mañana. Era un respiro bienvenido de los problemas y las preocupaciones que los esperaban afuera, un momento de camaradería y amistad que Gustabo atesoraba con todo su corazón.

—¡Vamos, Gustabo, eres un desastre en este juego! —se burló Juanjo, dándole un codazo amistoso.

Gustabo sonrió, aceptando la broma con buen humor. Por un momento, pudo olvidarse de todo: de su padre borracho, de su lucha contra la adicción, de la sombra de su hermano ausente. Por un momento, solo existía la risa y la alegría de estar junto a sus amigos.

—¡Es solo un juego, Juanjo! —respondió Gustabo, lanzando un cojín en su dirección.

La tarde pasó rápidamente entre risas y desafíos, hasta que el sol comenzó a ponerse en el horizonte y los amigos se despidieron con abrazos y promesas de verse pronto.

Cuando Gustabo se quedó solo en su habitación, el eco de las risas de sus amigos aún resonaba en su mente, llenándolo de una sensación de calidez y felicidad que había estado ausente durante tanto tiempo. Por un momento, pudo imaginar un futuro diferente, uno donde la amistad y el amor superaban la oscuridad que lo rodeaba.

La vida de Gustabo estaba marcada por una sombra oscura, una sombra que lo perseguía a dondequiera que fuera. Era la sombra de la adicción, un demonio que se aferraba a él como un parásito, consumiendo su voluntad y su esperanza día tras día.

A pesar de los esfuerzos de sus amigos por ayudarlo, la tentación siempre estaba presente, acechando en las sombras, esperando el momento adecuado para arrastrarlo de nuevo hacia abajo. Y una noche, cuando todos se habían ido y la casa estaba en silencio, esa tentación finalmente se volvió demasiado fuerte para resistir.

Gustabo se encontraba solo en su habitación, enfrentándose una vez más a la oscuridad que lo rodeaba. El peso del mundo pesaba sobre sus hombros, y el dolor de su hogar lo consumía desde adentro. Con manos temblorosas, tomó la droga, buscando refugio en la única cosa que parecía ofrecerle un respiro momentáneo.

El efecto de la droga fue inmediato, envolviendo a Gustabo en una oleada de alivio y euforia. Por un momento, todo el dolor y la oscuridad desaparecieron, reemplazados por una sensación de paz y tranquilidad que había estado buscando durante tanto tiempo. Pero esa paz fue efímera.

La sobredosis lo golpeó como una ola furiosa, arrastrándolo hacia las profundidades de la inconsciencia. Los colores se desvanecieron a su alrededor, y el dolor se convirtió en un eco distante mientras la oscuridad lo envolvía por completo. Gustabo se sintió como si estuviera cayendo hacia un abismo sin fondo, sin esperanza de escapar.

El despertar en la oscuridad

Cuando finalmente despertó, Gustabo se encontró en una habitación desconocida, rodeado por luces brillantes y sonidos extraños. El dolor pulsaba en cada fibra de su ser, recordándole el precio que había pagado por su decisión impulsiva.

La culpa y el remordimiento lo inundaron, envolviéndolo en una nube de desesperación y autodesprecio. Había caído en la oscuridad una vez más, y esta vez había sido arrastrado más profundamente que nunca.

un último suspiro

Gustabo cerró los ojos, dejando que la oscuridad lo consumiera por completo. Sabía que había perdido la batalla, que su adicción lo había llevado al borde del abismo y más allá. Y mientras se deslizaba hacia la inconsciencia una vez más, una última lágrima resbaló por su mejilla, silenciosa y solitaria.

Su historia había llegado a su fin, una tragedia de una vida perdida en la oscuridad de la adicción. Y aunque sus amigos y familiares llorarían su pérdida, sabían que nunca podrían devolverlo a la luz. Gustabo se había ido para siempre, llevándose consigo el brillo de una vida que pudo haber sido.

infinitas formas de morir//Spainrp Oneshots Gus García Donde viven las historias. Descúbrelo ahora