Capítulo 1 Encuentro

52 9 14
                                    


Todo comenzó en el bachillerato de mi pintoresco pueblo, distante a unos seis kilómetros de mi hogar, donde se gestó el inicio de una nueva etapa en mi vida. "Los Robles", con su encanto particular, se erigía como el escenario de mis divagaciones obsesivas sobre el amor, un anhelo que casi me sumía en la locura. La proximidad de mi hermano Ken, quien comenzaba sus estudios en la secundaria ubicada a escasos pasos del bachillerato, añadía un matiz de emoción a mi existencia. Las llegadas solitarias y desprovistas de compañía quedaron atrás, disipándose la sombra de la soledad que solía acompañar mis viajes.

En aquella jornada inolvidable, al despertar temprano el 6 de marzo, la expectación por la nueva escuela y la promesa de una vida renovada me embargaban. Con cincuenta minutos de antelación, me atavié con mi uniforme azul índigo, conferiéndome una compostura que contrastaba con mi espíritu jovial. Ante el espejo, dedicaba largos momentos a asegurarme de proyectar una imagen digna de mi nuevo entorno escolar. Mi rebelde cabellera, siempre objeto de mis intentos por domarla en vano, acababa por lucir un estilo sencillo y desenfadado.

El despertar de mis padres y de Ken marcó el inicio de una animada interacción familiar. Mientras mi madre me brindaba su afectuoso beso en la mejilla, Ken, con su habitual egocentrismo, me saludaba con una palmada en el brazo y unas palabras jocosas.

—Preparado para nuestro primer día, feo —exclamó Ken mientras se aprestaba a vestirse.
—Por supuesto —respondí con una sonrisa, ajustando el cuello de mi camisa—. Por cierto, ¿necesito recordarte tu misión?
—¿Qué estas inventando ahora? —inquirió Ken con un gesto pensativo antes de lanzar su respuesta—. No tengo intención de exhibir tus abdominales ante las chicas de mi clase; si eso es lo que buscas, hazlo tú mismo.
—No te hagas el remolón; sabes que necesito tu colaboración para llevar a cabo el plan.
Ken se dio la vuelta, aparentando ignorarme casi por completo.
—Eso suena a un sí, ¿verdad? —le interpelé.
—Quién sabe —respondió encogiéndose de hombros.
Con un plan infalible para conquistar a las damas en mente, bautizado como "La manipulación del halcón", expliqué rápidamente mi estrategia. Consistía en utilizar a un intermediario para mostrar fotos de mis marcados abdominales y, si alguna joven mostraba interés, el intermediario me facilitaría su número. Aunque pudiera parecer cobarde en su descripción, consideraba que era una forma eficaz de aprovechar las herramientas tecnológicas disponibles.

Nuestro medio de transporte, una guagua vieja que a veces albergaba a más de un centenar de pasajeros en un espacio reducido, nos llevó exhaustos hasta nuestro destino. Mientras Ken se dirigía hacia su escuela, yo opté por detenerme en un parque para pasar el tiempo. Aunque numerosas colegialas transitaban por allí, ninguna lograba captar mi atención, así que me encaminé apresuradamente hacia mi nuevo centro educativo.

Al adentrarme en él, la familiaridad de las caras conocidas de la secundaria me recibió con cierta desgana. La ausencia de rostros nuevos desencadenó en mí un sentimiento de hastío incipiente; apenas era mi primer día y ya anhelaba partir.

Suspiré con resignación, sintiendo cómo mi plan de conquista se desvanecía como el humo en una brisa de otoño. Me acomodé en mi asiento, prestando atención a las indicaciones del profesor para la primera clase del preuniversitario. En ese instante, mi primo Ronie se sentó a mi lado con una sonrisa cálida en el rostro.

—Qué bueno es tenerte aquí, primón —exclamó con jovialidad.

—¿Y tú, qué haces en estas aulas? ¿Cómo es que te encuentras en el pre? —inquirí, sorprendido por la presencia de Ronie, recordando su desapego por la escuela durante la secundaria.

—Oh, Primón, quien puede, puede —respondió con picardía.

Aunque mi ánimo se vio ligeramente mermado al no poder poner en práctica mi estrategia del "Halcón", decidí abrazar la calma y aprovechar el primer día para entablar conversaciones con mis nuevos compañeros de clase. Quizás entre ellos hallaría a alguien que capturara mi interés sin necesidad de artimañas. Ronie y yo compartimos anécdotas y risas durante el receso, como en tiempos pasados de la secundaria.

Volver Donde viven las historias. Descúbrelo ahora