𝕲𝖗𝖎𝖋𝖋𝖎𝖙𝖍

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La gloria era una palabra que los halcones dejaron de saborear, para convertirla ahora en una palabra tan común como un saludo. Para Griffith que había estado escalando un risco desde pequeño, había sentido que el dolor de sus pies descalzos cesaba, ahora tenía zapatos más firmes, y personas que le servían de apoyo si trastabillaba; la vida con los Halcones era dorada, se había convertido en un hermoso estanque de agua cristalina que golpeaba el sol después de semejante cueva oscura que parecía eterna. Su propia armadura brillaba, bañada en oro blanco, tan brillante... ¿Acaso había alguien que entendiera el peso de cargar algo así? Sus soldados veían lo preciosa que era, lo perfecto que era Griffith y tal como un Dios, era adorado hasta en momentos donde solo respiraba.

El albino se giró, sus ojos claros cayeron en cierto moreno que se veía lejano, con expresión seria que se iluminaba únicamente cuando lo veía a él. Aunque su armadura estuviera oxidada, sucia y llena de sangre ¿Por qué brillaba tanto entre las demás armaduras desgastadas? A lo lejos, era el único que se veía de su tamaño tan grande, en esos momentos sonreía porque parecía que el resto del mundo no existía más que para ellos dos. Si había un impulsor para la vida de Griffith, ese era Guts, sintiendo dentro de su cuerpo que era el propulsor que le hacía falta a su ejército para volar y caer con pies en tierra sobre aquel deseado castillo, pero... ¿Eso era lo que realmente quería? ¿Por qué entre más avanzaba, más quería alejarse de lo que una vez, con tanto desespero, quería tomar con sus propias manos? Guts era una luz que no cegaba, eran de esas que te calentaban cuando más lo necesitabas y, además, te guiaba en un camino misterioso que terminaba en encontrarse a sí mismo. Griffith más de una vez se encontraba a sí mismo viéndose al espejo por un largo tiempo, sin moverse, y cuando su conciencia lo despertaba supo que se había perdido pensando en el moreno que era su luz.

Lo más rápido para sí mismo era obvio, todos lo sabían y él también lo sabía, un matrimonio perfecto con la princesa le pondría fin a la meta que tanto anhelaba. Inevitablemente, aquella noche después de la celebración de su victoria, acompañó a la princesa que había sido tocada por su corazón. El brillo de los ojos de aquella fémina era tan brillantes e inocentes adorando a Griffith; mientras los del albino brillaban bajo la luna por alguien más. Quién de hecho, se encontraba con Casca detrás de un árbol cercano, escaleras abajo, pero eso no lo sabía él. Le ayudó a sentarse en el muro frente a la fuente, seguido de una dulce voz que le decía: "Tus amigos deben adorarte mucho" A lo cual el albino, respondió profundamente con su filosofía de vida.

—...quién diga que debe vivir en vano para morir, es detestable. Alguien que esté a mi nivel, debe aspirar a cumplir su propio sueño sin tener que vivir dependiendo del de otro.

Sonrió con cierta tristeza, pero a los ojos de todos, parecía misterioso y lo hacía aún más atractivo.

—Solo ese será mi amigo quién actúe bajo esas condiciones

¿Pero realmente era así? Un corrientazo llegó al pecho de Guts quién le escuchaba desde la distancia, Casca cerró los ojos bajando su cabeza. Ambos entendían bien ese tipo de filosofía ¿Realmente ellos estarían viviendo correctamente? ¿Aún si era apoyando el sueño de alguien más?

—Sin embargo...— explicó Griffith con una sonrisa llena de brillo, había sido honesto por primera vez, sintiendo el pecho en calma que se llenaba de luz y tranquilidad —Creo que es valiente, quién me dé su vida a cambio de cumplir mi sueño. No muchos llegan hasta el final... dicho así, pienso que no hay acto más apto de amor que ese.

Si alguien podía hacer que los corazones latieran desbocados, seguidos de una ráfaga de calor solo podía ser obra de Griffith. Guts se había quedado absorto en sus pensamientos hasta que Casca le tocó el brazo, luego de una sonrisa señaló con su cabeza a otro lado y Guts la siguió entendiendo de inmediato todo, aquella noche no solo Guts durmió con una buena sensación en el pecho; después de todo loque Griffith había hecho por Casca, darle una nueva vida y acogerla, ahora era ella quién se sintió agradecida por todo el esfuerzo que dio en las batallas para él, sintió que había valido el esfuerzo todo ese tiempo... Lloró, y lloró a mares en silencio con una sonrisa en su rostro hasta que se durmió.

𝕷𝖆 𝕿𝖗𝖎𝖆𝖉𝖆 - 𝘉𝘦𝘳𝘴𝘦𝘳𝘬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora