𝕮𝖆𝖘𝖈𝖆

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La morena había encontrado a ambos esa noche, se había sorprendido un poco pero no gritó ni retrocedió; miró si alguna sirvienta estuviera por allí pero nadie estaba despierto tan tarde, y si lo estaba solo sería una gran reunión de hombres ebrios. La victoria alcanzada sería noticia por un buen tiempo, así que lo que menos tendría que preocuparle sería aquello, de hecho... Era extraño, porque al quedarse observando no sintió dolor, tan solo era una sorpresa porque después de todo había entendido desde "ese" día que todo lo que querían Guts y ella era proteger a Griffith, entregarse así por alguien como Guts no era una locura. Las incontables veces que ella había estado bajo su calor, pensó que era precioso, y no podía ni sentía celos al ver que eso era compartido a Griffith también; más bien se alegró de que fuera el albino porque ciertamente merecía todo lo bueno y más, a ojos de la morena. Sonrió con levedad y jaló la perilla de la puerta para cerrarla, yéndose con su candelabro sin ser consciente de que aquellos ojos azules como el mar, aunque lejanos, vieron perfectamente quién se iba alejando.

La tragedia de la Corona había sido olvidada casi por completo, aunque tenían ciertas misiones Los Halcones Blancos eran temidos por los reinos vecinos, por lo que El Rey Griffith había llegado a más de un acuerdo con ellos, los beneficios crecían y la violencia cesó en esa era, los robos y ataques eran mucho menores que desde sus inicios; aún con ellos debían irse en ejército tan solo un par de veces al año. Casca había quedado como la líder oficial de los Halcones Blancos, mientras Griffith estaba encargado de la corona y todo lo que tuviera que ver con eso; ella no había dicho nada a cerca de lo que había visto esa noche, a penas y tenía tiempo de hablar o verse con Guts, lo que más detestaba era que intentaran sobrepasarse con ella; todos sabían que era una mujer muy fuerte, con el tiempo ganó tanta reputación que los hombre se inclinaban frente a ella con solo verla pasar. Comenzó a ser la mujer más codiciada del Reino, pero eso poco le importaba a ella, tan solo tenía ojos para lo que le importaba.

—¡Buen trabajo, Capitana!

Sus soldados eran los más leales y, en parte, los únicos que podían sacarle una sonrisa honesta.

—¡Buen trabajo! Descansen.

—Capitana.

—¿Qué pasa, Judeau?

—El Rey pide verte, cuando tengas tiempo.

Griffith aunque podía ser un dictador, nunca era irrazonable. Así que Casca sonrió al escuchar la última parte y asintió una vez.

—Tardaré un poco, tengo una pila de pergaminos y estoy impresentable. Por favor, notifícale.

—En seguida.

Dijo el rubio, le dió un saludo formal antes de reír e irse, no era necesario hacer eso si no estaban los demás, pero aún así le pareció agradable a la morena por lo cual negó con diversión antes de irse a su habitación.

Casca pensó que sería mejor terminar con todo eso rápidamente, al llegar siempre de aseaba, terminaba el trabajo y se iba a dormir, las personas la dejaban en paz porque se estresaba rápido; y a nadie le gustaba discutir con su capitana para terminar en gritos, así que aquella mujer se sentó después de quitarse la armadura y quedar en ropas comunes para trabajar. Si entregaba todo más temprano, tendría el día libre mañana, así que se puso manos a la obra tan dedicada como solía ser la mayoría del tiempo. No tardó más de un par de horas en hacer toda esa montaña de cosas, suspiró pesadamente yéndose hacia atrás para poder descansar su mano presionó su propio cuello para masajearlo, tronó en cierta posición y terminó de relajarse para poder levantarse.

𝕷𝖆 𝕿𝖗𝖎𝖆𝖉𝖆 - 𝘉𝘦𝘳𝘴𝘦𝘳𝘬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora