*pip pip pip*
La alarma de mi celular me despertó muy temprano como de costumbre, y con razón, era lunes, o sea día de escuela, eran las seis en punto de la mañana, una hora para acearme, desayunar y llegar a tiempo al instituto, vamos a ello.
Apagué la alarma y me levanté dirigiéndome al baño, le aplique pasta de dientes al cepillo y comencé a cepillar mis dientes, wow, se nota mucho que no dormí anoche, mi abundante cabello rizado estaba todo revuelto, ojeras de oso panda bajo mis ojos cafes los cuales también se veían cansados, enjuagué mi boca y lavé mi cara con un jabon facial que Melissa me había regalado, ella siempre me recuerda que debo cuidar mi rostro, mi piel del sol, cuidarme de los resfriados, bueno, me cuida de todo a decir verdad.
Una vez aceado, vestido con mi uniforme del instituto y bien arreglado, salí de casa a las seis treinta, mi madre llegó a artas horas de la noche y cayó rendida, así que por la hora tuve que salir de casa sin desayunar, y si, el instituto no quedaba tan lejos de casa, pero tardaría mucho empezando el desayuno desde cero, y en el instituto son muy exigentes con lo que respecta a la hora de llegada (Son muy exigentes con todo a decir verdad).
Caminando a pasito de guacamaya admiro mi camino diario de casa al instituto, el aire frío de la mañana, pocos autos, las plantas, disfruto mucho de esas cosas que aunque pequeñas hacen de nuestro día algo maravilloso, solo hay que saber apreciarlas, como esos pequeños momentos que pasamos junto a nuestros amigos, fué divertido ir al parque de atracciones con Melissa y su familia, lastima que no pudimos subirnos a la montaña rusa, aún me queda la duda de ¿Quién será la chica de la montaña rusa? Y ¿Por qué tantos gorilas custodiandola? Me parece absurdo y extraño.
Salí de mis pensamientos por un momento para darme cuenta que ya había llegado al instituto, seis cuarenta y cinco, los quince minutos exactos, amo mi puntualidad, es tan satisfactorio decir que llegaré a una hora y llego específicamente a esa hora, es muy cool, me hace sentir dueño del tiempo.
Crucé las grandes rejas que hacían de portón con el nombre del instituto muy grande sobre ellos, caminé atravesando el hermoso jardín de la entrada para llegar al edificio. Creo que no lo había mencionado hasta ahora, pero este instituto es muy grande, tiene un jardín de entrada, el edificio donde están ubicados los salones, la biblioteca, la sala de informática y la cafetería, también tiene dentro la piscina para natación y una cancha de basket, fuera están las canchas de fútbol, voleibol, tenis y el jardín tracero.
Sí, muchas cosas en un mismo lugar, pero como todo en esta ciudad, el instituto era un lugar enorme, incluso tiene algunos mapas distribuidos por algunos lugares para saber dónde estás y a dónde quieres ir. Agradezco mucho que mi madre haya trabajado tan duro para que hoy en día esté aquí, sin el apoyo de mi padre... Es difícil, pero por suerte hemos podido siempre mantenernos bien, y todo gracias a mi madre.
–¡Santiago!–. Oí un pequeño grito tras de mí. –¡Buenos días Santiago!–. Me abrazó con mucha fuerza y alegría.
–Buenos días Raquelita–. Correspondí a su abrazo.
–¿Vienes solo hoy? ¿Dónde está tu chica?–. Sonrió y me golpeó en el hombro.
–Sí vengo solo, y no es mi chica, Melissa y yo solo somos mejores amigos...–. (Auch).
–Pobre Santiago, creé que puede engañarme, jamás lo harás, yo sé perfectamente todo lo que tus ojos le dicen a gritos cuando la miras o estas cerca de ella–. Me miró con una sonrisa de malicia en su rostro.
–No sé de qué me estás hablando–. Obviamente traté de evadir el tema.
–Ah mira, allí está Melissa–. Señaló detrás de mí.