Julian volvió a suspirar una vez más y dejó caer la tostada reblandecida que había mojado en la leche y que no había llegado a llevarse a la boca.
Por suerte aquella mañana su madre había salido de compras con su tía y Julian no había tenido que fingir su sonriente expresión y su actitud de todo va perfectamente. Se había podido evadir un poco en cuanto las dos mujeres habían salido de la casa y había corrido al baño, asegurándose que las quemaduras habían desaparecido prácticamente en su totalidad.
No había vuelto a casa de Kei y eso le estaba matando, pero necesitaba dejar un espacio de tiempo en el que el chico rubio no le acompañara a las sesiones con la psicóloga. De hecho, lo que necesitaba era que le dieran por recuperado y no volver a verla. Sabía —y lo sabía muy bien y de sobra—, que aquella mujer conocía tan bien como él lo que había pasado en Rusia y que la presencia de kei sólo la animaba a creer que él podría mejorarse si hablaban de ello y hablar de ello significaba que Kei podía enterarse de la verdad y eso... ¿eso qué? ¿Kei lo mataría?
Julian dejó la tostada sobre la mesa y apartó el tazón de leche, sin ganas de comer. Al menos en ese momento no tenía que fingir que tenía hambre, pero también le dejaba demasiado tiempo libre para pensar y mientras lo hacía, podía notar como se intensificaba el dolor y el miedo. No temía a Kei ni que pudiera matarlo si llegaba a enterarse; en realidad casi lo consideraría un alivio si llegaba a suceder antes de enfrentarse a su odio o su desprecio, a la decepción plasmada en su rostro. Kevin le había dicho que Kei lo quería, que los hubiera sacrificado a todos ellos por mantenerlo a él seguro, para protegerlo y hubiera dado su vida, pero, ¿qué había hecho él en cambio? No sólo le había puesto en una situación peligrosa, tanto para él como para todos sus amigos y familiares; muchos habían muerto, Nathan desaparecido y todos temían que se encontrase en las garras de Alexander, incluso Rykou había quedado ciego de un ojo y quien sabía qué harían perdido muchos de ellos, y por quienes Kei guardaba una sombra en su corazón, sino que había conducido conscientemente a Alexander, la persona que tanto daño le había hecho a Kei en el pasado y cuyas heridas jamás habían cicatrizado, ante él, desprevenido y sintiéndose seguro...
—Basta.
Julian apartó de un manotazo la vajilla que tenía delante de él, derramando parte de la leche en el mantel y trató de encontrar el aire para respirar.
—Basta, basta, basta.
Se apartó de la mesa, levantándose y se apoyó en la pared. ¿Por qué tenía que haber sido así? ¿Por qué? Respiró varias veces, tratando de relajarse y miró el desastre de la mesa unos minutos mientras trataba con todas sus fuerzas de no buscar algo para hacerse daño y aliviar el dolor que sentía en el pecho. Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, se apartó de la pared, acercándose a buscar un trapo y la basura y limpiar la mesa antes de que su madre apareciera y viera todo ese desastre.
Necesitaba distraerse.
Necesitaba ver a Kei.
Realmente sólo necesitaba ver a Kei.
Pese a que ver a Kei era una tortura, estar a su lado era de alguna manera sedante. Eran sus fuerzas, sus ganas de continuar adelante por muy duro que eso le resultara y aunque pareciera increíble, el dolor y la ansiedad disminuían. O, posiblemente, no tenía tanto tiempo para pensar. Al menos no pensar en eso.
Terminó de limpiar la mesa y se preparó para ir al gimnasio. Llevaba días que no le apetecía ir, pero también le ayudaba a pensar en otra cosa.
—Julian.
Henry se apresuró a acercarse en cuanto abrió la puerta del gimnasio y Julian le dedicó una tímida sonrisa mientras se alejaba a los vestuarios.
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Cuando habla el Corazón 2 (chico x chico)
JugendliteraturDespués de haber creido que lo había perdido todo, Julian comprende que algunas veces seguir con vida, aferrarse a una ilusión y tratar de olvidar puede hacer mucho más daño que cualquier otra cosa... y más cuando un secreto puede destruir todo lo q...