Elizabeth Melbourne había enviudado tan solo un año atrás, cuando su odiosa familia ya estaba ofreciéndola como vaca en mercado a los caballeros de todo Londres mientras asistían a los bailes de la nueva temporada matrimonial, pero esta vez ni dios...
- Esto es una tonteria. No puedo creer que siquiera lo este considerando.
Elizabeth odiaba la sensación de sentirse como una tonta, tras su conversación con Elinor en casa de Lady Dambury no había logrado dejar de pensar en Anthony Bridgerton. Durante años su vida le había pertenecido a otros y ella solo pudo ser espectadora de las decisiones que otros tomaban a su nombre. Cuando su esposo murió sintió la más grande de las libertades y decidió que nunca más nadie volvería a tomar decisiones por ella.
Asi que tras pensarlo unos cuantos días, se dió cuenta de que lo que más temía en realidad era la de volver a dejar su vida en manos de otros. Elizabeth no odiaba realmente volver a casarse sino la idea de volver a vivir al infierno que otros la habían puesto.
Anthony Bridgerton tal vez representaba todo lo que había querido años atrás, libertad y calidez. Solo que.... este había llegado demasiado tarde, la ilusión de su juventud había muerto y solo intentaba aferrarse a vivir pacíficamente. Incluso si existía algo lo suyo era imposible y sin embargo, deseaba volver a verle...
- Lady Melbourne ¿Cierto?
Elizabeth parpadeó con sorpresa cuando la voz de alguien conocido la sacó de sus pensamientos, cuando levantó la vista se encontró con Violet Bridgerton en persona.
- Sí, esa soy yo. Usted es la vizcondesa Bridgerton.
- Me sorprende encontrarla por este lugar, la mansión Melbourne se encuentra al otro lado de la ciudad. - Se maldijo internamente al recordar que se encontraba cerca de la casa Bridgerton ¿En que estaba pensando al ir hasta ahí solo para vivir una tonta fantasía? La vizconde sonrió amablemente - Por supuesto, no es asunto mío.
