2. El contrato.

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Martin entró al enorme edificio de la discográfica con su IPad abrazado con fuerza a su pecho, como un chaleco de protección. 

La planta baja era sencilla, simplemente una mesa tras la cual se encontraba una linda chica que tipeaba con furia el teclado frente a ella, sin reparar en el chico. El vasco cerró los ojos con fuerza, tomó dos respiraciones profundas y se acercó despacio a ella. 

La secretaria, que no pasaría los 25 años, lo miró cuando lo tuvo delante, sorprendida de no haber notado su presencia antes. Puso una sonrisa cordial y habló. 

— Hola, ¿en qué puedo ayudarte? – Martin agradeció la lentitud con la que la chica habló, facilitándole la tarea de entenderla. Bajó rápido la mirada a su IPad y tipeo a toda velocidad, bajo la mirada extrañada de la chica, Leire, según leía en la etiqueta que llevaba en su camisa. 

"Hola, Soy Martin Urrutia. Tenía una reunión hoy aquí." 

Leire leyó el mensaje, cada vez más confundida con la situación, pero no cuestionó la rara forma de comunicarse del chico. Se giró hacia la computadora para buscar su nombre en el sistema. 

— ¿Con quién es la reunión? ¿Lo sabes? – silencio. La respuesta a su pregunta nunca llegó, Leire volvió a mirarlo extrañada. 

Las mejillas de Martin se colorearon inmediatamente cuando notó que la chica esperaba la respuesta a una pregunta que él no había escuchado. Volvió a tomar su IPad. 

"Lo siento, no escucho. Si quieres hablar conmigo tendrás que mirarme para que pueda leer tus labios, o también puedes escribir aquí." le dedicó una pequeña sonrisa nerviosa mientras esperaba que Leire leyera sus palabras. 

Fueron ahora las mejillas de ella las que tomaron un color carmín. 

— Oh dios, lo siento. – Martin negó, no había nada que sentir igualmente. – ¿Me entiendes bien si te hablo?

Martin sonrió con ternura, la mayoría de la gente actuaba extraño cuando se enteraban de su incapacidad de escucha, exagerando la pronunciación de las palabras o gritando, creyendo que así serían más entendibles. Leire, sin embargo, no había cambiado para nada su forma de hablar y él lo agradecía. 

"¡Sí! llevo mucho tiempo perfeccionando el arte de leer los labios" bromeó. Pudo observar como la cara de la chica se transformaba en una expresión que él, con el tiempo, había aprendido a asociar a la gente riéndose. 

— Eso está bien. – le guiñó un ojo divertida. – bueno, te preguntaba si sabes con quién es la reunión. 

"Bea Fernández.". La respuesta pareció sorprender a Leire, pero no dijo nada más mientras se dedicaba a tipear nuevamente en la computadora. 

— Aquí estás. – dijo, volviendo su vista a él. – quinto piso, última sala a la derecha. Puedes subir por el ascensor, les avisaré que estás aquí. 

"¡Genial! Muchas gracias".

La chica le dedicó una sonrisa cargada de ternura antes de responderle. 

— Mucha suerte Martin, ya me contarás al salir. – Leire había visto muchos jóvenes salir de esas oficinas llorando, con sus sueños destruidos. También había visto muchos salir esperanzados, para terminar chocando contra una pared al poco tiempo de salir. Muy pocos los había visto volver triunfadores, pero tenía la sensación de que con este muchachito, que tanta ternura le había trasmitido en la pequeña conversación que habían compartido, iba a ser uno de esos.

Martin le devolvió la sonrisa y se dirigió al ascensor. Primera prueba superada. 

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Juanjo llegaba tarde, pero no era su culpa que las insoportables calles de Madrid estuvieran abarrotadas de gente y se haya pasado la última media hora dentro del taxi, mirando impaciente como los minutos pasaban en el reloj de su celular. Tampoco es que estuviera entusiasmado por la reunión, pero cuánto más rápido llegase más rápido se terminaría esa tortura. 

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