Martin estaba confundido. No entendía muy bien qué es lo que había pasado en esa reunión y, aunque había terminado con un contrato, tenía un regusto amargo en la boca.
Cuando Bea se había comunicado con él nunca pensó que iba a ser para algo tan grande. Nunca pensó que las tontas canciones que había escrito en la intimidad de su habitación, como una forma de sacar todo lo que tenía dentro, iban a interesarle a una discográfica. Ni mucho menos que la discográfica iba a querer que compusiera para alguien tan grande como Juanjo Bona.
Martin nunca había escuchado su música, por razones obvias, pero era imposible no conocerlo. Desde hace años que el aragonés era una eminencia en España, llenando todas las salas en las que se presentaba, siendo el headliner de todos los festivales y rompiendo récord tras récord con cada canción que sacaba.
Y, para qué negarlo, era imposible no conocerlo cuando hace un año que salía día sí y día también en las noticias hablando acerca de sus alocadas noches por la capital del país. A Martin siempre le había generado curiosidad cómo es que había terminado así, por lo que leía en las redes sobre él y las entrevistas que había visto -no era como si siguiera la carrera de Juanjo, simplemente era... curioso- parecía tener los pies completamente en la tierra.
Conocía de la ruptura por la que el chico había pasado, conocía también todos los rumores qué había alrededor de ella. Pero el cantante siempre se había negado a hablar de ellos. Sin embargo, Martin sentía dentro suyo qué había mucho más atrás de ese comportamiento que una ruptura e infidelidades.
Por eso, se había sorprendido de sobremanera cuando lo había visto en aquella sala de reuniones. Juanjo había sido siempre reconocido por la forma en la que componía, por como sus canciones parecían ser el diario íntimo de su vida. Y ahora, querían que él compusiera para el aragonés. ¿Por qué ya no lo hacía él?
Y, aunque la curiosidad lo comía, la oferta era difícil de no aceptar. Después de todo, componer había sido siempre uno de sus mayores hobbies y ¿Quién no querría recibir recompensa monetaria por eso?
Por un segundo, dentro de esa reunión, viendo a Juanjo leer algo tan íntimo como sus letras, sintió que podían conectar. No escuchar tenía sus ventajas, y una de sus favoritas es que había aprendido a leer a la perfección las expresiones de la gente y, mientras Juanjo leía, le había parecido ver un entendimiento que nunca había visto. Parecía doler con cada una de las palabras que leía, parecía también ir sanando.
Sin embargo, la ilusión había durado apenas unos segundos, porque al poco tiempo de terminar de leer Juanjo había abandonado la reunión. Parecía enojado. Y Martin no entendía qué había pasado en esos segundos cómo para qué hubiera cambiado tanto su actitud, quizás siempre estuvo errado y Juanjo no era más que un famoso más que creía estar por encima de todos.
A pesar de eso, la reunión había terminado bien, había logrado convencer a Bea de que él apareciera bajo un seudónimo en los créditos de las canciones. Juanjo estaba bajo el foco de toda la prensa y Martin nunca le había gustado ser el centro de atención, ni las miradas juzgadoras sobre su persona. Menos ahora, que había huido de Getxo buscando empezar una nueva vida donde nadie que conociera de antes lo pudiera seguir, fuera de su familia.
El seudónimo le permitía seguir teniendo una vida normal, continuar asistiendo a sus clases de arte sin que nadie supiera quién era. Le permitía vivir en el anonimato que a él tanto le gustaba, y al que no quería renunciar.
Bea lo había entendido a la perfección y había cedido a su petición, terminando la reunión poco después de eso.
Ahora, Martin estaba entrando nuevamente a su edificio, donde una Chiara muy entusiasmada le esperaba para que le contara absolutamente todo, con lujo de detalles.
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peace
FanfictionFama, rumores, alcohol, fiestas. Ruido. Juanjo no conoce otro mundo que no sea uno absolutamente ensordecedor. Y Martin, Martin solo conoce el silencio. "¿Será suficiente si nunca puedo darte paz?"