siete

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Murmullos van, murmullos vienen

Ya van casi tres horas de estar sentada en una posición incómodamente recta en una silla de madera, tanto, que mi espalda comienza a doler

El comedor de la casa se ha llenado de amigos de mis padres, de sus hijos, y de la familia de Pedro; todos han venido a una cena pre-boda, pues solo faltan dos semanas para el gran día. Cada uno de ellos crea una burbuja en su entorno, al que no pertenezco aunque debería hacerlo, y la sensación es completamente extraña

Mi celular vibra por sobre mis piernas, escondido debajo del mantel negro, e inclino un poco mi cabeza para ver su pantalla

Martin: No hemos hablado en todo el día, es que ya no me quieres, Margarita?

Como cada vez que recibo un mensaje de Martín, desde aquella conversación que escuché de su hermano y él, el corazón me late con una rapidez. Probablemente es el sentimiento de culpa que me genera pensar que le he dejado un poco la puerta abierta para que sienta algo por mí, cuando estoy por casarme en algunos días

O algo que va más allá de la culpa, y que me obliga a bajar los pies a la tierra cuando pienso en como me trata, y en lo mucho que he conseguido quererlo en tan poco tiempo

Y es por eso que he preferido alejarme un poco de él, y de todos esos sentimientos que prefiero enterrar hasta que se hagan polvo

Subo mis ojos nuevamente hacia los demás, fingiendo estar interesada en lo que dicen, pero mi móvil vuelve a vibrar

Martín: Estás bien?

Nia: Estoy en la cena que te comenté

Martín: Háblame cuando puedas
Martín: Te extraño

Oigo un carraspeo que me hace volver del transe que me genera ese segundo mensaje, y me encuentro con esa mirada de reproche que me dedica mi madre, indicándome que deje el celular

Vuelvo a mirar a los hijos de sus amigos, que supuestamente también son los mios, y pienso en todas las veces que me ha pedido que fuera un poco más como ellos

O exactamente como ellos

Me parece tan absurdo que estén aquí que me dan ganas de echarme a reír, porque ninguno ha estado presente en ningún preparativo ni han hecho acto de presencia ni siquiera mandando un misero mensaje para saber como estamos. No me encuentro en estas personas que dicen ser mis amigos, y apenas nos miramos a la cara

El ambiente es cálido y todos se encuentran absortos en sus propias conversaciones, riéndose, sonriendo en grande; apenas tocan sus comidas de alto nivel, en unos platos que valen más que los zapatos brillantes que tengo en los pies y que son malditamente incómodos

Y me quiero ir

Siento un pequeño golpe en el pie y levanto mi mirada de los cubiertos para encontrarme con los ojos claros de Pedro. Me sonríe levemente, con esa pinta de señor perfecto que se ha encargado de convertir como una muralla, cargada de relojes y camisas lujosas

Le devuelvo la sonrisa, pensando en que los dos no sabemos muy bien que estamos haciendo aquí; todos hablan en la mesa sobre mí, sobre él, pero aunque estemos presentes, lo hacen sin nosotros

Dejo un pequeño golpe en su zapato de cuero y su sonrisa se ensancha, contagiandome, y es como si pudiera ver un pequeño espacio en los ladrillos de esa muralla dónde está escondido, atrapado

Esa burbuja que por fin creamos los dos, desaparece en el aire cuando uno de los amigos de mi padre toca su hombro, y éste se da vuelta para hablar de negocios de la empresa, como de costumbre

Romeo Y Julieta - Martín Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora