ocho

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-¿Cómo te ha ido en la cena?

Las hojas naranjas que cayeron al suelo crujen al ser pisadas por nosotros, y eso es lo único que suena en esta noche tan templada y silenciosa

Hasta que la voz de Martín se hizo presente y acaparó todo espacio de mi mente

-Mmh- contesté con desinterés, levantando mis hombros

-Supuse- dice, con la mirada en sus pies

-¿Por qué?

-Porque no te van mucho esas cenas, no te veías muy entusiasmada hablando de ella

Responde sencillamente y me quedo en su rostro jovial cuando lo hace, pensando en cuantas cosas debe de pensar Martin sobre todo esto, y de las que jamás se permitió hablar...al menos, hasta en esa tarde en la librería

Conociéndolo, y con ese espíritu tan libre que lo caracteriza, probablemente piense que todo es una estupidez y que debería de huir de lugares donde no me siento cómoda

Pienso constantemente que nadie entiende el por qué me quedo, pienso en las miles de veces que Nathalia me ha implorado que haga algo para cambiar mi vida, o incluso en las veces que Isaza hace su típica mueca de desagrado cuando le cuento sobre algo que hizo Pedro

Al fin y al cabo, me siento incomprendida en muchas cosas; pero también, con algo de miedo de admitirlo, suelo creer que el único que lo hace es Martín

Sin embargo, parece que esta es la excepción

Pero se queda a mi lado, de todas formas, y ha venido a buscarme

Y pensar en si esto está bien, será un tema para mañana

-Fue...bastante desastrosa- digo en un suspiro

-¿Quieres hablar de eso?

-Preferiría que no- respondo, y él asiente con su cabeza- Siento que cuando hablo contigo soy otra persona

-¿Si?- pregunta con una sonrisa, y sus hoyuelos salen a relucir

-Si, no hablo de mi casamiento contigo, ni de mi familia, ni de Pedro, ni de todo ese estrés...

-¿Tú futuro marido es un estrés?- inquiere, alzando una ceja

-Es como si hablara de mí, y no de toda esa otra parte- continúo, haciendo caso omiso a su pregunta

Su sonrisa se suaviza, y acomoda un mechón de pelo que le cae en la frente con sus dedos

-A mi me gusta estar contigo. Por eso vine, de hecho- habla Martín- Creo que ya me acostumbré a ti, Margarita

Su confesión me deja con las mejillas coloradas, como una niña boba de cinco años, y todo me parece tan ridículo como encantador

No sé como decirle que cuando pase la boda me iré, que yo también me acostumbré a él y me duele saber que probablemente lo que empezó en cuestión de meses terminará más rápido de lo que quisiéramos; porque está claro que no podremos ser amigos

Sus ojos quedan fijos en la puerta de su librería cuando nos encontramos a unos pocos metros y ya no hay una sonrisa en su cara

No lo digo, pero él lo sabe

Me abrumo ante la oscuridad de la librería, porque claramente cerró sus puertas al público hace varias horas ya, y se supone que no deberíamos estar aquí, pero lo estamos. Martín prende la linterna de su celular, y tantea a sus espaldas en busca de mi mano, la cual no tarda en agarrar antes de encaminarnos a su ático

Unos minutos más tarde, ambos estamos acostados sobre su alfombra, mirando en completo silencio la ventana en su techo

Solía agradarme la idea de quedarnos acostados, uno al lado del otro, sin tener la necesidad de compartir una palabra; pero hoy siento el ambiente más pesado y totalmente diferente, y juro que puedo ver globos llenos de tensión en el aire, esperando para ser explotados justo en nuestras caras con un estruendo

Romeo Y Julieta - Martín Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora