tres

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El sol aturde todo alrededor con su brillo, pica en mis hombros por encima de la musculosa blanca, seguramente en unas horas tenga un dolor en ellos impresionante, más un montón de pecas esparcidas por allí que no se van a demorar en llegar

Mi corazón pega en mis oídos como un bombo y siento la gota de transpiración caer en mi espalda. Un cansancio inmenso llegó para instalarse en mi cuerpo, pero sin embargo, corro con la raqueta en mano hasta llegar a la pelota; jadeo fuertemente cuando logro golpearla y se dirige hacia el otro lado de la cancha con velocidad

El sonido de la suela de mi zapato resbalando en la moqueta verde suena antes de que la pelota verde golpee la red, y me doy por vencida

-Mierda- me quejo en un murmuro, y luego me tiro al suelo

-¡Está bien por hoy!- exclama el instructor de tenis a lo lejos, y alzo mi mano con el pulgar para arriba

No me desagrada el tenis, de hecho, no me desagrada ningún tipo de deporte o actividad física. Me gusta esa sensación de llevar el cuerpo al límite, de sentir el pulso acelerado y estar en movimiento; pero el instructor que mi madre contrató es realmente exigente, y a veces me cuesta seguirle el ritmo, es que debe ser uno de los mejores, porque ella no se conforma con menos

Una brisa fresca hace mover los árboles del patio de casa, y una pequeña sonrisa se me escapa con un completo alivio, porque ayuda a bajar la tibieza de mi cuerpo. Cierro mis ojos disfrutando un poco del silencio no tan silencio, porque todavía puedo sentir el ruido del césped siendo cortado, los pájaros cantando y las hojas de los árboles revoloteando; puedo sentir el sol por encima de mí, y su calor quemando un poco mi rostro

Lo disfruto hasta que una nube llega y tapa toda luz

Resulta que cuando abro los ojos, me encuentro con que la nube es mi mamá

Su pelo enrulado cae un poco por debajo de sus codos, y un sequito de arrugas se juntan alrededor de esos ojos que me miran con seriedad, firmeza y hasta un poco de...¿Asco?

-¿Qué haces tirada en el suelo? Vas a ensuciar tu cabello- habla con un tono despectivo, con sus brazos cruzados

-Ya está sucio, acabo de jugar- respondo, señalando mi raqueta

-Bueno, no lo ensucies más- contesta y ruedo mis ojos

Desato la cola de caballo una vez que me incorporo, y la catarata de rulos caen en mi cintura, a pesar de la transpiración y del calor siguen intactos, y eso me hace sonreír

También me hacen acordar a aquella vez que me corté el cabello yo misma con dieciséis años, contra la palabra de mi madre, que siempre quiso, o más bien ordenó, que lo tuviera largo. Mi pelo oscuro alcanzó la altura mis hombros, y realmente me gustaba como se veía, había hecho un buen trabajo a pesar de usar las tijeras de la cocina

Pero ella, luego de varios castigos que tuve que cumplir, se encargó de alisar mi cabello para que parezca más largo; y lo hizo por mucho tiempo, al menos hasta que lo tuve un poco más arriba de los codos. Me veía irreconocible, no me sentía yo

Cada vez que un rulo se escapaba entre tanto mechón lacio, me hacía un poco feliz, sentía que mi cabello tomaba un puesto rebelde que yo ya no podía cumplir

-¿A qué hora llegaste ayer?- pregunta, caminando hacia los bancos

-A las dos- respondo, tomando agua de mi botella

-Un poco tarde, ¿No?

-Por lo menos volví- murmuro, tomando otro buche

Mamá alza una ceja y entorna su mentón milimetricamente hacia arriba, analizando mi rostro y también las segundas intenciones en mis palabras 

Romeo Y Julieta - Martín Vargas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora