El aroma de las flores
Durante una mañana fresca, mientras el sol calentaba el horizonte y despertaba las flores rosas, los campos y los vientos más lejanos de cada rincón respirado por la humanidad, cierto dios inframundano se escabullía entre los matorrales más frondosos para fisgonear, y de paso, no ser descubierto por las ninfas en la superficie, que junto a una diosa olímpica y su hija, polinizaban frutos al tintinear el rocío cayente sobre las hojas.
De entre todas las mujeres, el dios se fijaba en una sola; en la más joven, y a su parecer, la más bella de todas las criaturas colocadas sobre el plano que gobernaba su hermano Zeus: Perséfone, diosa de la primavera; con las mejillas más rosadas y la piel más cálida, de labios delgados, frondosas pestañas que cubrían sus enormes ojos lavanda y corto cabello rizado.
Hades solía creer que jamás podría sacar a Perséfone de su cabeza. Era bastante iluso, y para ser un dios gobernante de monstruosos seres de pesadilla, también demasiado ingenuo, al punto de lo infantil. Simplemente la quería, o eso pensaba, pues en realidad no lo sabía al sentirse incapaz de querer de verdad.
No tenía la noción clara; si era la descomunal belleza o la melodiosa voz de Perséfone aquello que lo mantenía atado a espiarla durante el día o su delicadeza al cerrar las flores eso que le impulsaba a observarla aún en las noches; porque necesitaba una reina, como Zeus o Poseidón; pero dada su peculiar apariencia permanecía oculto entre las sombras, cual criatura nocturna predada por seres mayores.
Los labios gruesos le yacían azulados, pues contra todo pronóstico, su hogar era un lugar gélido del que prefería escapar en un intento por recuperar el calor que perdió el día que ascendió al trono como Señor del Inframundo. No solo significaba la soledad más perpetua el reinar sin nadie a su alrededor, sino también el mayor frío jamás experimentado en la soledad más oscura. Que claro, no le era molesta, pues la costumbre misma se había encargado de hacerle hallar cariño al sitio. Pero la superficie... El plano terrestre y su calor le fascinaba.
Conocía, por tanto, la nieve a la perfección, pues era él quien la hubo puesto sobre el plano superficial para ensañar a la masiva creación de Zeus: los humanos; seres sin sentimientos que dominaron incluso ese frío terreno para no perecer, aunque fuese de Hades un buen intento para hacerles sentir por un tiempo algo parecido a lo inframundano.
Los humanos consiguieron solucionar lo que él, sin embargo, sin importar cuánto se cubriese, dada la frialdad de su corazón, jamás conseguiría. Quizás por ello veía a Perséfone, porque la calidez que radiaba la hija de Deméter soplaba cual polvo un poco el gélido sensacional que las llamas azuladas esparcían sobre su cuerpo entero.
Como todo Señor, Hades no podía subir a la superficie con la frecuencia que deseaba. Ser un dios, así como alguna especie retorcida de rey, le impedía frecuentar los dominios de Zeus como mejor le fuese parecido. Le encantaba, por supuesto, pero la carga que significaban sus responsabilidades pendientes, así como el hecho de adoptar una forma similar a la humana para fisgonear entre matorrales, consumía en fragua la magia oscura que le permitía parecer aquello que en realidad no era mientras el Inframundo esperaba su regreso. Le resultaba desalentador, pues sin importar lo que hiciese, el color azulado en su cabello y sus labios alarmaba casi al mismo nivel que su fingido tono moreno de piel en una tierra donde parecía existir solamente el hombre blanco.
Con la llegada de la primavera estaba programado que Perséfone y las ninfas floreciesen, junto a Deméter, un campo peculiar; uno que Hades jamás había visitado y en el que ahora mismo se encontraba oculto. Un campo entero de una extraña flor: la tomb bloom.
El campo de esta flor se situaba en una tierra supuestamente mágica, desconocida y casi lejana, donde se rumoraba que la mujer que se convertiría en la nueva reina humana había sido criada por un hada oscura. Y por supuesto, Hades no creía en la supervivencia de las hadas en general, y mucho menos en que un reino entero hablase de una de ellas como si fuese un tema cargado en lo convencional, pues eran seres extraordinarios, así que le parecía poco probable que lo dicho fuese verdad.

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Hades y Maléfica
FanfictionHades, dios del Inframundo, visita la superficie durante la primavera para espiar a la diosa que siempre ha amado. Al menos hasta que sus sentimientos cambian al ver a una criatura inusual volar entre criaturas inusuales en un lugar mágico que le re...