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Freen se dirigió al hospital por enésima vez esa semana, con las manos en los bolsillos de la chaqueta y la nariz hundida en la bufanda de punto color roja que la protegía del clima frío.

Habían pasado dos meses desde la visita de Becky a su casa, y desde entonces, Freen descubrió que ir al hospital se había convertido en una rutina diaria para ella. Incluso si no apareciera, seguiría pasando sus días enviándole mensajes a Becky, ya sea mensajes de texto, correo electrónico o algún chat de video ocasional.

Exhaló por la nariz y entró al hospital, saludó a la mujer de la recepción (que ahora la conocía por su nombre) y se quitó la bufanda que llevaba alrededor del cuello. Freen ya sabía a dónde tenía que ir.

Subió esos escalones familiares, saludó a los rostros familiares y dobló esa esquina familiar que sabía que la llevaría a la habitación de Becky. Se le escapó otro suspiro, lento y casual, pero pronto aprendió a contener la respiración cuando notó a otra persona sentada afuera en el pasillo, a varios metros de la habitación, donde los visitantes podían pasar su tiempo.

Freen miró fijamente a la pequeña chica durante un largo segundo, sabiendo que no levantaría la vista para atraparla. Tenía la cabeza gacha y su atención pertenecía únicamente al sistema portátil que la entretenía.

Normalmente, Freen se habría alejado en ese instante para hacerle una visita a Becky, pero mientras se acercaba a su habitación, pudo escuchar dos voces provenientes del interior. Una de las voces pertenecía a Becky. De la otra, no tenía ni idea. Freen hizo una pausa y agarró la correa de su bolso. Dudando, se giró sobre un pie para mirar a la pequeña que estaba sentada a su lado. Sintiendo que sería de mala educación interrumpir la conversación de Becky con quien fuera la otra persona, Freen caminó hacia los asientos y se sentó a una silla de distancia de la extraña jugadora.

Freen tamborileó sus dedos silenciosamente contra sus pantalones.

–¿Estás aquí para ver a Becky? – Freen preguntó en un tono equilibrado.

–No, mi amiga lo hace. – La otra habló en voz baja y melancólica. O tal vez no melancólica, sino más bien apática.

Apatía-kun.

 

 El apodo apareció en la cabeza de Freen por un breve segundo. No estaba muy segura de por qué.

–¿Tu amiga es amiga de Becky? –

–Sí, una vieja amiga. – Puso pausa en su portátil y golpeó un extremo contra su palma abierta. –Solían jugar voleibol juntos. Se remonta a un par de años atrás. –

Freen se reclinó en su asiento. –Ah, ya veo. – Sintió la necesidad de mantener a raya la mayoría de sus preguntas. Su acompañante no parecía del tipo que socializaba tan abiertamente, por lo que pensó que las preguntas simples estarían bien, especialmente si las mantenía al mínimo.

–¿Puedo preguntarte cómo te llamas? – Freen le disparó.

Un pequeño pulgar frotó la pantalla del sistema para eliminar una mancha. Levantó la vista, miró a Freen más allá de su flequillo castaño y enderezó su espalda de la manera más mínima posible.

–Jennie Kim –

–Freen. – Sentía que podía disfrutar de la compañía de Kim, aunque sus palabras carecían de todo tipo de emoción. –Es un placer conocerte, Kim. –

–Jennie está bien. – Volvió a mirar la pantalla del juego. –Igualmente. –

Freen asintió, contenta de haberla conocido, y se habría relajado en su asiento si no fuera por la repentina voz incorpórea que la sobresaltó poco después de las palabras de Jennie.

In Another Life - Freenbecky (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora