MIA
Llevo alrededor de 15 días descansando en la hacienda. La herida en mi hombro sigue doliendo, y los movimientos bruscos están fuera de cuestión. Me siento atrapada en una rutina de inmovilidad, algo a lo que no estoy acostumbrada. Las horas se alargan y me veo forzada a enfrentar mis pensamientos, lo cual no siempre es una experiencia agradable.
Lo que me parece raro es que Alessandro, con quien siempre he tenido una relación distante y profesional, ha comenzado a cruzarse conmigo en la mansión con más frecuencia. No sé si es intencional o coincidencia, pero lo he notado. Cada vez que lo veo, aunque sea solo por unos minutos, su presencia parece llenarlo todo.
Alessandro siempre mantiene una expresión seria, su rostro es una máscara de control absoluto. Sin embargo, sus ojos cuentan una historia diferente. Hay algo más en ellos, algo que no logro descifrar del todo. Quizás sea preocupación, quizás curiosidad, o tal vez es algo que aún no estoy preparada para entender.
Una tarde, mientras estoy sentada en el jardín, disfrutando del sol en mi piel y tratando de mover mi brazo herido lo menos posible, Alessandro aparece. Me sorprende verlo allí, fuera de su despacho y sin sus habituales guardaespaldas. Camina hacia mí con su habitual paso decidido, y por un momento, casi creo ver una chispa de preocupación en sus ojos.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta él, su voz baja y controlada. Aunque su mirada se fija en mi hombro vendado—.
—Mejor —respondí, esforzándome por mantener mi voz firme—. El médico dice que la recuperación va bien, aunque aún duele.
Asiente, sin decir nada más, pero no se va. Se queda allí, mirándome. La incomodidad crece en mí, pero también una especie de extraña calma. Su presencia es imponente, pero en estos momentos de silenciosa compañía, siento algo diferente, algo más humano.
—Sé que no es fácil. —Dice finalmente él, rompiendo el silencio—. Pero has demostrado ser fuerte. Más fuerte de lo que esperaba.
No sé cómo responder a eso, así que simplemente asiento. La conversación no continúa, pero no se siente necesario. Alessandro se queda un poco más, como si asegurarse de que realmente estoy bien fuera parte de su deber. Luego, con una ligera inclinación de cabeza, se marcha.
Estas interacciones se repiten en los días siguientes. A veces es en el comedor, otras veces en los pasillos o en el jardín. Siempre es breve, siempre es silencioso, pero su presencia es constante. Su expresión sigue siendo seria, impenetrable, pero sus ojos... sus ojos revelan algo más. Quizás sea una mezcla de curiosidad y preocupación, o tal vez es algo que aún no comprendo del todo.
Me encuentro pensando más en Alessandro, tratando de entender qué es lo que busca con estos encuentros fugaces. ¿Es simplemente una manera de asegurarse de que puedo seguir cumpliendo con mis tareas, o hay algo más detrás de su seriedad habitual? Es una pregunta que me sigue rondando la cabeza mientras los días pasan.
La hacienda, con su lujo y su seguridad, se ha convertido en una especie de prisión dorada. Mi recuperación avanza, pero la herida en mi hombro es un recordatorio constante de la peligrosidad del mundo en el que estoy inmersa. A pesar de todo, me siento decidida a seguir adelante. Cada mirada de Alessandro, cada momento de silenciosa compañía, me refuerza la sensación de que hay más en juego de lo que aparenta.
Y así, mientras los días continúan, sigo esperando, observando, y preparándome para lo que venga. Sabiendo que, de alguna manera, Alessandro y yo estamos entrelazados en este peligroso juego, donde cada movimiento cuenta y cada interacción tiene un significado oculto.
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La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...