Miedo… quizás uno de los sentimientos que más experimentamos; de diferentes maneras, por diferentes situaciones o circunstancias… incluso, diferentes formas de interpretarlo y percibirlo. Cada individuo con una experiencia símil y distinta del mismo concepto.
Alguna vez, cuando mi madre tomaba clases para graduarse como abogada, escuché a un psicólogo hablar sobre la palabra “Temor” y contaba... que provenía de la palabra en latín “Morte” que significa “muerte”. Él explicaba que esto se debía a que nosotros, entramos en un estado parecido a la muerte cuando nos encontramos invadidos por este sentimiento y en algunos casos podría tomarse como algo no figurativo …sino literal (rígidos, petrificados, muertos del miedo)… pues hay historias que como el miedo, carecen de explicación lógica…
Ésta es una de esas historias, que bien podría comenzar en cualquier punto en el tiempo, o en cualquier lugar de la pequeña ciudad Aragüeña llamada La Victoria...Y bien podría empezar de atrás hacia adelante, o de adelante hacia atrás, más sin duda quizás, un buen punto para comenzar la serie de eventos sucedidos, sería aquella noche de Noviembre del 2005,
Cuando un grupo de seis niños, se hacían en las oscuras escaleras de la primera planta de unos viejos edificios en un conjunto residencial.
Era esa época del año, cuando los exámenes escolares se hacían menos pesados, los padres agotados, se quedaban dormidos olvidando por completo que sus hijos jugaban en los pasillos de la torre “H” y podían quedarse pasada la media noche, jugando y contándose historias de terror que inventaban en lo que creían que era una oleada de imaginativa inspiración.
Isaac, era de los varones el mayor de todos con diez años de edad, le seguía Luis, de nueve años, quien vivía en el apartamento abajo del de Isaac. Charles era el que seguía con ocho años al igual que Eliel.
De las chicas, con diez años de edad… la mayor era Judy, La hermana mayor de Luis, luego seguía Francy, la hermana de Isaac, que tenía sus nueve años de edad, cumplidos hace cuatro meses atrás.
─Ése estacionamiento está oscuro…-─ comentaba Charles con los ojos expectantes a través de las gafas, respirando aceleradamente tras terminar una partida de “cazador” un tipo de juego que inventaron muy parecido a “esconde la bandera”.
─ ¡Por eso jugábamos cazador! ─ respondió Eliel sarcásticamente. ─ ¿da?.
─ Lo que quise decir es que ¿ahora qué haremos? …¿no apagaremos las luces del edificio? ¿O sí?— inquirió Charles, los de más aún recuperaban el aliento y ponían poca atención a la conversación.
─ No… no creo que sea buena idea, nos pueden regañar de nuevo─ respondió Isaac.
Obteniendo la mirada de Luis — es verdad─ confirmó.
─La última vez fue porque salió la mamá de Fede a buscarlo, casi nunca nadie sale a esas horas – justificó Eliel.
─ Igual, no creo que deberíamos salir de nuevo, está muy oscuro – musitó Judy con un hilo de voz.
Charles, tras un gesto de desaprobación, insistió en no dejar que la noche muera. ─…y entonces ¿qué haremos? ¿Jugamos al escondite dentro de la torre?- propuso.
─… mi mamá dice que es malo jugar al escondite de noche─ respondió Eliel.
─La mía también — se escuchó a Francy tras él con voz tímida.
Isaac lanzó una mirada a su hermana y luego hacia el fondo del oscuro pasillo izquierdo, cuando se le ocurre…
─ ¡es una noche para cuentos de terror!—soltó, embozando una sonrisa para sus amigos y vecinos.
—¿cuentos de terror? – se escuchó resoplar a Charles y mascullar a Eliel.
─¡ah sí!─ celebró casi para sí misma Judy, su hermano también sonrió.
─ Sí, a mí me gustan, son finas las noches de cuento de terror— comentó Luis estrujándose las manos.
─ ¿Qué dicen? Entonces… ¿Historias de Terror?— se aseguró Isaac. Todos aceptaron y se pusieron cómodos formando un semicírculo a lo largo de las escaleras piso arriba, los respiraderos hacia la parte de atrás del edificio, hacían de éstas, un lugar muy vulnerable a que algún espíritu o monstruo los cogiera por sorpresa. Charles no podía evitar pensarlo, aunque intentaba convencerse así mismo de que eso, era científicamente imposible.
—¿Qué cuento será? —inquirió Eliel. — ¿otro del hombre de la capucha?.
—¡a mi me gustó el de la casa embrujada! … ese momento en la habitación de la niña con el oso—acotó Luis recordando.
—yo no sé, ustedes pueden elegir… yo creo que… ya tengo una historia para cuando me toque contar — respondió abrumado Isaac, pues las historias anteriormente mencionadas, las había narrado él en anteriores “Noches de Cuentos de Terror”.
─ Bueno… y ¿Quién empieza? — pregunta Eliel observando a todos.
─ ¡quien sea! ─ suelta Charles aun fastidiado.
─que sea Isaac ─ sugiere Luis.
─ ¿nadie más quiere empezar? ─ pregunta Isaac, Tratando de esconder el entusiasmo.
─ No se me ha ocurrido nada a mi ─ responde Francy, al tiempo en que Eliel y Judy niegan con la cabeza.
─ A mi aún me falta pensar en un desarrollo ─ soltó Charles subiéndose las gafas.
─ ¿seguros? ─ insiste una vez más Isaac, pero mejor que empezara de una vez.
─ bueno─ musita acomodándose en el descanso de las escaleras, rumbo a planta baja, donde se sienta entre los fragmentos de luz, en aquellas oscuras escalas.
─ había una vez tres chicos y dos chicas que viajaban juntos a La Colonia Tovar… ─
─ ¿La Colonia Tovar? ─ espetó Judy con gesto extraño.
─ ¿Jamás has ido a La Colonia Tovar? – le preguntó, acercándose hacia la luz con una animosa sonrisa. Su amiga negó con la cabeza, con sus ojos casi negros, destellantes y fijos sobre él.
─ Cierto que ustedes conocen poco… casi saliendo de La Victoria… tomas la carretera colinas arriba… es un poco lejos, quizás unas dos horas… llegas a un pueblo colonial llamado así, “La Colonia Tovar”… un pueblo que según, alguna vez fue una colonia Alemana acá en Venezuela… las casas allá son grandes y antiguas, las calles adoquinadas, de bloques rojos, y aquel clima frío, que se te meten por los zapatos, y la neblina que te abriga.
Comenzó a relatar Isaac aquella historia que su imaginación parecía narrar tan rápido como una película pasando por su mente, y no solo para él, sus amigos comenzaban a imaginar a aquellos chicos que su amigo describía.
─ Eran cinco muchachos aquella noche – narraba Isaac. – iban en pareja Rosa y Daniel, Sabrina y Jackson, y les acompañaba Nelson, un primo de Daniel. . . Daniel cumplía veintiséis años ese día, así que sus amigos, Jackson y Sabrina, lo habían convencido de ir a celebrar a la turística Colonia Tovar… Las mejores tascas y eventos sociales del momento para los meses previos a navidad.
─ ¿Era próxima la navidad? ─ preguntó Luis.
─ Lo era, una de las razones por las que Daniel aborrecía un poco las festividades, todos estaban celebrando todo el tiempo en esas fechas por lo que, muchos olvidaban el día de su natalicio… ─ contaba Isaac con aquella voz interpretativa.
─ ¿Natalicio? ─ inquirió Eliel.
─… ¡el día en que nació! ─ explicó Luis con prisa.
─ Daniel conducía, y su amigo Jackson iba de copiloto, rotando la tercera ronda de bebidas… tomando unas cervezas, iban charlando en el auto, las chicas atrás con coqueteo planificaban la noche…─ sus amigos se acomodaban, sonreían esperando comenzara ya lo bueno.
─… Sabrina le comentaba a Rosa, que todos los de su clase en la universidad habían estado hablando sobre La Colonia Tovar… ¡todos querían venir en vacaciones! Soltó Sabrina… ¡Capaz te consigas con uno de tus compañeros! Le respondió Rosa… ¡espero que no! Ya los he visto todo el año… respondió con Vacilo. Nelson mencionó que sus compañeros del tecnológico también le habían comentado del lugar. “ ¿Enserio?... entonces capaz toda La Victoria esté aquí” respondió Rosa.
“El que parece no estar muy animado… es el cumpleañero, irónicamente” comentó Jackson tras un trago. “ ¿Qué pasa, amigo?, ¿el gato te comió la lengua?” Daniel a poco ánimo justificó que estaba concentrado conduciendo. “ ¡Vamos amigo, no has dicho ni una palabra en todo el camino y tú eres un radio encendido!” le respondió. “ No es nada, Jack… no me quiero estrellar, papá me matará si le hago algo al auto” Jackson tomó el volante sin previo aviso y lo haló varias veces a un lado, Daniel se alteró, mientras los otros, tras un par de gritos se calmaron.
“ ¿Cuál es tu problema? ¿estás loco?” replicó Daniel, y su amigo solo se reía. “eres un “cagado” anímate un poco, hermano… es tu cumpleaños” .
“Si, si, lo es… y tú quieres…” decía Daniel, cuando lanzó una mirada por el retrovisor, mirando a su primo en los puestos de atrás. Nelson parecía nervioso, mirando a través de las ventanas, como buscando, Hasta que éste lanzó una mirada hacia él también, a través del espejo.
“Vamos, no seas exagerado…” le respondió su amigo en el puesto de al lado, aun animado. “ anímate ya, vamos a una buena fiesta, bebamos, bailemos, le conseguiremos una chica a Nelson y nos vamos a la posada… tiene que ponerte de buenas… y a ti… ¿no Nelson” volvió la mirada sonriente al primo de su amigo. “ A ver si se te quita lo… tímido… jajá” terminó. Nelson aun aferrándose a las asas en el techo del auto, sobre la puerta trasera de su lado, dibuja una sonrisa nerviosa.
Jackson vuelve la mirada a su amigo, y le pregunta con susurro “ porque… ¿Por qué tu primo es tan raro?” cruzan y giran pasando el cementerio del pueblo, que a diferencia de los de su ciudad, este tenía elaboradas lápidas con estatuas y cruces de gran tamaño, mientras que la neblina formaba un manto bajo éstas. “El cementerio” balbuceó Nelson.
“ Si, es bonito ¿cierto?” comentó Rosa.
“sí… Bonito” le respondió él, y vuelve hacer una mirada al interior del cementerio, pasando las rejas que lo separaban.
Cuando vislumbra una silueta, montada sobre una de estas lápidas, agitando lo que parecía ser un brazo desmembrado. “ Mierda” musita Nelson para sí mismo, y pega el rostro de la ventana para mirar mejor, pero tras atravesarse un árbol entre él y el lugar, en el andar del auto, ésta, desaparece.
“ Alguien… ¿alguien vio eso?... en el cementerio” preguntó Nelson. “ ¿Qué cosa?” respondió Rosa en el medio de los puestos de atrás, lanzando una mirada al lugar.
“déjate de boberías, Nelson… no hay nada” le dijo Daniel al instante, y su primo tuvo que guardarse, y hacer como que no vio nada.
Poco después llegaron al pueblo, se bajaron del auto tras estacionarse en un pequeño parqueadero, enseguida Jackson sacó las últimas cervezas de la cava, las repartió y se juntaron en el mirador.
Un pequeño balcón tras un jardín, dando vista a algunas parcelas del pueblo. Hacía bastante frio y las chicas fueron las primeras en quejarse, Nelson se quita la chaqueta y se la ofrece a Rosa, la Novia de su primo Daniel, quién le dedicó una mirada de desaprobación a Nelson, con un poco de celos. La chica le agradeció y lo llamó tierno, avivando los celos de su novio.
“me encanta este mirador… cuando era niña venía mucho acá con mi madrina, que en paz descanse… debe de ser uno de los recuerdos mas bonitos con ella…” comentó Sabrina. “… durante mucho tiempo soñaba con este lugar…”
“Ella ¿falleció?” le preguntó Nelson.
“… no… se… suicidó” respondió mirando la luna posada sobre la vista.
“… lo siento mucho… no debí preguntar” respondió Nelson.
“ Tranquilo…” respondió ella, y volvió la mirada a los establecimientos cercanos, donde la música se escapaba en los abrir de las puertas. “… tienen puesta unas buenas salsas… la cosa promete ser buena” comentó Sabrina para romper la tensión.
“ ¿Quieres ir a bailar ya, nena?” le preguntó su novio abrazándola. Ella asintió sonriente.
Al cabo de algunas horas, habían bailado y bebido tanto, que habían olvidado el paso del tiempo, e incluso los problemas.
Nelson se hacía un poco ebrio, y el alboroto de la música y las luces parpadeantes lo tenían aturdido. Sentía que sus latidos vibraban al ritmo del Bass… ¡pom, pom, pom!, así que decidió darse un paseo por afuera del local, atravesó la multitud y se coló entre los autos estacionados, en la acera fuera del establecimiento sentado y mareado, permanecía aquella sensación de asecho que lo seguía desde la noche antes del cumpleaños de su primo.
Un chiflido peculiar de dos tonos largos, se oye a la distancia, una neblina esconde las lejanías de las calles. Nelson sin mucho pensar, busca distinguir alguien en alguna de las calles pero, realmente estaba a solas. Todos deben estar durmiendo o dentro de los establecimientos.
Nelson, sentado a la orilla de la acera, lanza una mirada al otro lado de la calle, donde una plazoleta tipo jardín, era oscurecida por el manto de la noche. La briza comienza a azotar mientras Nelson, perdía su mirada en la profundidad de la oscura plazoleta, distinguiendo absolutamente nada.
Sopla la briza nuevamente, y entre el ruido del vaivén de las hojas de Vid y arbustos, se escucha una voz, como un siseo escondido.
Nelson intenta distinguirla aun hipnotizado a la oscuridad de la plazoleta.
“ ¿Qué estás haciendo aquí?” se escuchó a Rosa tras él, mascullando ebria, tomándolo por sorpresa, y sentándose a su lado.
“eh, hola… nada…estaba un poco mareado y Salí a tomar aire”
“ ¿A tomar aire?… jum… es raro ver a un chico que no se siente a gusto en una fiesta como esta” respondió ella.
“je, je, ¿si? Bueno realmente… las fiestas no son lo mío…” respondió Nelson un poco avergonzado.
“ ¿Te ruborizaste?” se enterneció ella tras verlo. “ Que lindo, no tiene porque apenarte… antes es lindo que seas así… dice de ti, que eres un hombre tranquilo. “
“ ¿Lindo?” repite él, con un hilo de voz y parece escalofriarse. “no lo creo… Pero… creo que mejor puedes volver a la fiesta, yo estaré bien sólo”
Rosa se queda mirándolo, cortada por la respuesta del joven. “acaso se trata de que… ¿yo no te agrado, o algunos de nosotros, algo así?”
“ No, no… yo… disculpa si fui grosero… no quiero problemas con Daniel y la verdad me siento mejor estando sólo” respondió.
Rosa volvió a mirarlo, esta vez analíticamente.
“ ¿Está todo bien, Nelson?” inquirió intentando verlo a la cara. “ Sé que te conozco muy poco… pero… podemos hablar de ello…”
“Si, yo no… no puedo hablar de eso… y creo, que es mejor no hacerlo”
“ ¿Hablar de qué?... ¿cuéntame que tienes?” coloca su mano en el hombro de Nelson, intentando consolarlo, ya su ebriedad había cesado un poco, se notaba en su hablar.
“ No, no te preocupes Rosa, solo no me siento bien, vuelve tranquila a la fiesta, de veras… no pasa nada, y Daniel seguro debe preguntarse en dónde estás”
“ No, Nelson. No te preocupes por Daniel, ni que estuviese demasiado lejos ¿Qué es lo que te sucede? Cuéntame me preocupa esa actitud.”
“ ¿Actitud?” replicó y volvió la mirada hacia ella, Rosa pudo finalmente mirar sus ojos avispados, labios temblorosos y su sudada frente.
“pareces… asustado o preocupado ¿te sientes mal? ¿Te duele algo?... enserio no te ves bien” respondió Rosa, colocando su mano sobre la frente del joven, comprobando no tuviese fiebre.
En ese momento Daniel surge del interior del local, y los observa a algunos pasos frente a él.
A lo lejos, se escucha un silbido de dos tonos. “ ¿Escuchaste eso?” preguntó Nelson al instante. “ ¡Es ese horrible silbido de nuevo! Parece que esa persona no tiene nada que hacer” tartamudeó.
“ ¿De qué hablan?” se revela tras ellos Daniel.
“Hola, amor” saluda Rosa. “Nada, solo platicábamos un rato”
Suena una vez más aquel silbido, seguido una risita apenas audible y espeluznante.
Los tres jóvenes, buscaban con la vista el lugar de origen “ahí está de nuevo” masculló Nelson.
“ ¿Qué te pone tan nervioso, Nelson?” Comienza a alertarse un poco Rosa.
Pero Nelson se vuelve hacia su primo. “Daniel… tenemos que hablar… yo sé que dijiste que no le hiciera caso…” le decía visiblemente nervioso.
“Espera” le pidió haciendo una mirada y apartando a su primo a un lado, sujetándolo por los brazos. “ Disculpa, Rosa” dijo mientras se hacían a la lejanía.
“ Daniel, que…” la dejó con las palabras en la boca, y vuelve la mirada a las calles vacías que repentinamente se les hacen más oscuras y frías.
A una corta distancia Daniel y Nelson se detienen al fin.
“Estoy viendo y sintiendo cosas muy raras, Daniel” le confiesa Nelson.
“es sólo en tu mente, por favor… puedes dejar de ser tan raro… le dije a mamá que no debimos recibirte jamás” soltó Daniel.
Nelson se quedó callado, pues ahora vivía con él y sus tíos, debido al extraño asesinato de sus padres y su hermano menor.
“cree… créeme que yo tampoco quisiera tener que vivir con ustedes” respondió Nelson dolido.
“muy bien, pues lárgate y ahórrame el mal rato” le grita Daniel, Nelson le dedica unos breves segundos mirándolo, y luego comienza a marcharse por la calle que iba en subida.
Daniel sin importarle, se da media vuelta, direccionándose de regreso al interior del local.
Rosa se alarma y le pregunta a dónde se dirigía Nelson, pero Daniel se niega a dar respuesta y continúa su camino.
Una vez dentro Rosa lo alcanza, y vuelve a preguntarle por su primo.
“se fue, se fue, estamos mejor sin él ¿sí? “ responde Daniel de mala gana.
“ ¿Qué está pasando?” preguntó Sabrina.
“Daniel se peleó con Nelson, y lo corrió, ahora ese muchacho anda vagando por las calles” explicó Rosa.
“ ¿Qué? ¿Es enserio?” se alteró Sabrina.
“ ¿Es enserio Daniel?, ¿dejaste que tu primo huérfano, se vaya por estas calles?… ¿a estas horas?” reclamó Jackson impactado por las acciones de su amigo.
“No lo llames así” le pidió su novia sorprendida también por aquel dato.
Después de una oleada de regaños, los jóvenes salieron a las calles a buscarlo, llamando a gritos, pero no parecía estar cerca, así que fueron en el auto, calle arriba, por dónde lo vieron ir por última vez.
Llamándolo, por las ventanas de los puestos traseros, iban Sabrina y Jackson mientras que Rosa, iba iluminando con su linterna de llavero en el puesto del copiloto.
“No puedo creer que ese idiota me arruine el cumpleaños” refunfuñó Daniel.
“No fue él, fuiste tú” replicó Rosa en respuesta, cuando esta vuelve la mirada al frente y apenas logra ver un gran bulto en medio de la vía de atuendo blanco batiéndose en el viento.
“ ¡Cuidado!” grita ella y su novio vuelve la mirada, ve aquella enorme figura de blanco, y unos ojos que destellaban de amarillo, como los ojos de un gato, fue muy tarde cuando giró su volante para evadirlo, algo pareció arrojarlos con fuerza fuera de las vías, colina abajo, giros, gritos y miles de cristales rompiéndose, fue lo que lograron ver antes de detenerse en su caída y perder el conocimiento. ─ contaba Isaac.
─no parece una de tus típicas historias de terror─ comentó Charles.
─aún no termina…─respondió Isaac, y acomodando sus piernas, continúo.
– …Rosa siente que acarician su rostro, pestañea despertando, y distingue una figura desnuda y quemada, doblada hacia ella, con un rostro desfigurado, cuyos mechones de pelo húmedo caían cubriéndolo escasamente.
Ella reacciona gritando y sacudiéndose, cuando su cinturón de seguridad se suelta y cae de golpe contra el techo del auto.
En los asientos traseros, escucha despertar a sus amigos, aun asustada vuelve la mirada por la ventana de su puesto pero aquella figura, había desaparecido. Rápidamente intenta hacer reaccionar a Daniel, quien aún colgaba del asiento con muchas heridas superficiales a plena vista.
“ ─ ¿Qué pasó? ¿Arrollamos a alguien?” pregunta Sabrina mientras Jackson la ayudaba a salir del auto volcado.
“—espero que no, casi nos matamos evitando matarlo a él” respondió mientras ayudaba a su novia mantenerse en pie.
Daniel salía del auto cojeando, mientras se apoyaba de este, sentía con sus dedos la pronunciada cortada en su frente.
Revisa la herida en su pierna, metiendo la mano en la abertura de su pantalón bajo su rodilla. “ creo que me fisure la tibia” sentenció él, Rosa lo ayuda a revisarse.
“ mi papá me va a matar”
“ Darán gracias a Dios de que estas vivo, no seas bobo” le responde Rosa.
“ y luego me matarán, por volver mierda el auto” aseguró y se recostó del vehículo, sintiendo una puntada en la cabeza.
Acto seguido… Sabrina, se vino en vomito apoyándose de un árbol cercano, mientras su novio la apoyaba palmeando su espalda, Rosa mira a su alrededor buscando. “ yo… me pareció ver alguien antes de despertar… pensé que podría ser la persona en la vía, estaba mal herida…pero no lo sé”
“ ¿de verdad?” preguntó Jackson, Luego rodeó a Sabrina entre sus brazos preguntándole como se sentía.
“ el auto está destruido… el motor debe estar arruinado” se quejó Daniel nuevamente. Rosa sigue mirando en las cercanías. “ deberíamos volver a la carretera, y ver que fue de la persona que se nos atravesó, e ir por ayuda pronto” comentó Daniel.
“ tenemos que buscar a Nelson también, no sabemos dónde puede estar” recordó Rosa.
“quizás vuelva a la tasca y al no ver el auto nos llame de algún teléfono publico ¿alguno sabe si él tiene tarjeta telefónica?” dijo Jackson.
“ ¡el celular!” exclamó Rosa. “ Daniel ¿tienes tu celular cargado?”
Su pareja comienza a revisarse. “había olvidado que lo tenía” confiesa, hace una mirada al auto tras no encontrarlo en los bolsillos, y se adentra a este en búsqueda del aparato. “¡No lo encuentro!” anunció Daniel frustrándose.
Pronto Sabrina saca su teléfono celular, pisa una de las teclas y se ilumina de verde la pantalla resquebrajada. “ yo aún tengo el mío, ¡que suerte que los bolsillos de este pantalón sean tan ajustados!”
“llama al 911” pidió Rosa.
“ sí, eso intento” respondió tras marcar y llevarse el dispositivo al oído.
“ no tiene tono, creo… no, no tengo señal” reveló intentando un par de veces más.
Daniel estaba aún analizando la caída. “ es bastante inclinado pero no es imposible subir, quizás en la carretera tengas señal” sugirió su plan.
En aquel momento se escuchó el crujir de unas ramas partiéndose entre los no muy lejanos arbustos y árboles de allí.
Los Jóvenes vuelven la mirada a la profundidad del bosque.
“¿escucharon eso?” susurró Sabrina algo alarmada.
“seguro fue el viento” sugirió Daniel intentando calmar a las chicas.
“deberíamos subir y llamar una grúa cuanto antes, para continuar buscando al enfermo de mi primo” agregó Daniel deseando ya salir de ese lugar.
Nuevamente se escucha aquel crujido, como si pisaran fuerte la rama, esta vez los jóvenes se viraron con los nervios de punta.
“¡tiene que ser alguien!” aseguró Jackson.
Sabrina temblorosa, jorungó su teléfono celular, activando la linterna en la parte superior del aparato, e iluminando bosque adentro buscando.
“Quién…¿quién está allí?” tartamudeó un poco nerviosa.
Daniel buscó una rama larga en el suelo y Jackson le imitó.
“¡quédense atrás de nosotros!” susurró Daniel para las chicas, los dos jóvenes se hicieron por delante de sus respectivas novias usando las ramas como bate.
“¿Quién está allí?” preguntó Daniel en un tono de voz alto.
Tras algunos segundos se escuchó la voz de su primo llamándolo en un tono alarmante.
“¿Nelson?” espetó a media voz, se preguntó si había escuchado bien, cuando volvió a oírle esta vez pidiendo socorro…y un relámpago iluminó el cielo de aquel lugar, parece haber impactado tan cerca. Una briza tenebrosa recorrió los alrededores, aquello, los hizo escalofriarse.
“¡NELSON!” llamó Rosa preguntándose en que peligro se encontraba. “ rápido, debemos ayudarlo”
Los demás comenzaron a llamar, mientras se adentraban entre los arbustos y árboles, Buscando con la mirada.
“Sabía que era mala idea traer a Nelson, ¿Qué rayos tiene que hacer metido en el bosque?” se escuchó decir a Daniel.
“No hables así, es tu primo” replicó Rosa a su lado.
“de verdad Daniel… está mal esa actitud tuya con Nelson” agregó Sabrina.
“Si, amigo… No lo tomes a mal… pero, llevas toda la tarde siendo una mierda con él” intervino Jackson.
“No… No es…ustedes no entienden… es muy molesto tener que soportarlo” Respondió él. “desde que mataron a mis tíos y a Miguelito, no ha estado bien, y lo comprendo…pero es insoportable tener que oír las locuras que dice, su actitud…creo que no nos hace bien a mis padres y a mí”
“¿asesinaron a su familia?” se sobresalió Sabrina ante aquello.
“ con más razón tienes que entenderlo, Daniel…Debe ser muy duro perder a sus padres y su hermano… además Nelson es un muchacho muy tranquilo” respondió Rosa.
“querrás decir *raro*” musitó Jackson.
“¿Ustedes que sabrán?… siempre dice que lo están asechando, que tiene pesadillas muy… diabólicas…” se excusa Daniel una vez más.
“Daniel, ha de estar traumado…deberías ser un poco más sensible” se quejó su novia una vez más.
“¿sensible, dices?” bufó frenando el paso instantáneamente.
“¿Qué hay de mí? ¿Y de mis padres?... me pone los nervios de puntas… me estresa… ¿sabes que dijo antes de que viniésemos? …¿tienes alguna idea?”
Ella negó con la cabeza, intimidada por la reacción del muchacho.
“dijo que moriríamos… que nos vio, a todos nosotros morir en un sueño” respondió finalmente. “que vio como moríamos aquí en la Colonia… ¿ahora sí entiendes, Rosa?”
“¡vamos, Hermano pero sabes que es una locura!” replicó Jackson acercándosele.
“fue antes de yo decirle que veníamos” agregó Daniel con un tono de voz temeroso.
“estás Jodiendo ya, amigo. No te pases” le respondió el compañero sin querer creer aquello.
“¡No, Jackson… No te estoy Jodiendo! Eso fue lo que me dijo Nelson… y fue antes de terminar de invitarlo a venir” respondió comenzando a gritar y nuevamente sintiendo temor.
Sus amigos lo miraban expectantes, y un tanto temerosos.
Nuevamente ese chiflido de dos tonos que cortó aquel momento sobresaltando a los cuatro jóvenes, quienes buscaban a su alrededor, al que silbaba.
“otra vez ese horripilante silbido” chilló Rosa comenzando a asustarse.
“¿otra vez?” repitió Jackson. “¿Qué quieres decir con otra vez? ¿Ya lo habías escuchado?”
Se escuchó el crujir de una rama en las cercanías, antes de que pudieran explicar.
Daniel sudando en frío, le arrebata de las manos a Sabrina, el celular con el que iluminaba y comienza a buscar frente a ellos.
“¡si eres tú, Nelson…!” amenazó, cuando una silueta extraña surgió tras un árbol, asomando unos ojos amarillos brillantes y luego se escuchó su risita perturbadora, apenas audible, mientras volvía a ocultarse tras aquel árbol.
Los jóvenes retrocedieron par de pasos ante aquello.
“¿Qué fue eso? ¿Qué fue eso, Jackson?” chilló Sabrina escudándose tras su novio, mientras trataba de descifrar para ella misma lo que había visto.
Rosa comenzó a intentar calmar a su amiga, pero Daniel estaba paralizado, sus labios temblorosos no podían emitir sonido alguno, y sus pupilas dilatadas no se apartaban de aquel lugar, Daniel ya había visto aquellos ojos amarillos en algún sueño, en una pesadilla.
“¿estás bien, Daniel?... debemos buscar rápido a Nelson y Salir a buscar ayuda podría estar herido…” comentaba Rosa, para cuando puso su mano en el brazo de su pareja, este dio un brinco en su sitio, sobresaltado.
“no,…no… ¡vámonos de aquí ya!” respondió con un semblante maniático y entregándole el teléfono celular a Rosa arrojando la rama al suelo.
“¿de qué hablas? ¿Y Nelson?... Daniel, No podemos irnos…” respondió ella extrañada de verle así.
“a la mierda, yo me voy de aquí…” Daniel inició marcha de regreso al punto donde el auto había quedado volteado.
“Daniel… no podemos dejar a Nelson…” insistió Rosa.
Pero, Él siquiera volteó a mirarla, continuó su camino, mientras los otros dos solo le miraban.
“Daniel…” musitó Jackson tratando de detenerlo, pero este se zafó inmediatamente agitando su brazo y continuando en su partida.
Jackson dedicó una mirada a las dos jóvenes. “¿Sabrina…?” musitó Rosa para su amiga.
“por supuesto que te acompaño, Rosa… tienes razón, no podemos dejar a Nelson aquí” respondió ella, Su novio hizo una mirada de desaprobación hacia ella. “¿Qué?... ni siquiera sabemos si él está aquí” dijo Jackson tratando de convencerlas de irse del lugar.
“¡claro que sí, todos lo oímos pedir socorro, Jackson!” respondió Sabrina terminando con la conversación y continuando en la búsqueda, el olor a madera quemada y un resplandor, anuncia un especie de incendio en las proximidades.
“¡Nelson!” comenzó a llamar Rosa iluminando con el celular y adentrándose al bosque, “ el relámpago debió causar ese incendio” pensó en voz alta mientras se acercaban al sitio seguida por sus dos amigos.
Mientras caminaban por el fangoso y frío lugar, aquel silbido se escuchaba en las cercanías una vez más.
“¿crees que pueda ser Nelson intentando pedir ayuda?” preguntó Rosa refiriéndose al silbido.
Jackson se había quedado frente a un árbol, tras ellas.
“¡chicas!” llamó, y estas se devuelven junto a él para ver lo que Jackson había encontrado:
Un trozo de papel blanco con un dibujo de trazos temblorosos de un sujeto, con dos puntos rojos grandes como ojos, también tenía dibujado una especie de picos a los lados, hecho todo en tinta roja, se hacía clavado a este árbol en medio del bosque.
Jackson lo sujetó con claras intenciones de tomarlo. “¿qué es?”
“¡no lo toques!” bramó Sabrina haciéndolo soltar el papel al instante.
“es un…dibujo de un hombre…uno ojón” describió Jackson lo que opinaba.
“¿Quién dejaría esto aquí?” inquirió Rosa confundida y asustada.
Cuando se escucha una voz retumbante decir “ caliente, caliente…”
Los tres rápidamente buscan a aquella persona, pero no ven nadie cerca.
“¿Quién está ahí?” bramó Jackson buscando con la mirada, el incendio comenzaba a arder y brillar con mayor intensidad.
“ Es esa cosa, esa cosa que vimos hace un rato… no podemos ignorarlo” comenzó a decir Sabrina asustada.
Jackson, lanza la mirada al incendio, vislumbrando en el interior de aquellas llamas, una silueta alargada y alta, distorsionada por el resplandor de las llamas.
Se acerca un par de pasos, para distinguir mejor aquello, que comenzaba a tener forma para él, regresa al dibujo clavado en el árbol, detalla aquel garabato en la hoja, el dibujo de aquel sujeto de ojos grandes, con lo que parecían ser sus brazos, alzados sobre su cabeza. Las acompañantes descubren a Jackson arrancando el dibujo del árbol, y marchando en dirección al incendio ojeando aquel trozo de papel, y lanzando una mirada al incendio.
“ ¿Qué sucede, Jackson?” pregunta Sabrina temerosa, mientras las dos jóvenes se le incorporan a Jackson, este lanza una mirada a sus amigas, y luego al incendio. “creo… que hay alguien allá” soltó señalando a las llamaradas.
Jackson, convencido inicia marcha hacia el sitio con sus acompañantes tras él, el calor era intenso, y el humo comenzaba a molestarles, pero aquella silueta comenzaba a tomar cada vez más forma.
Dirigiéndose a ella se topan con un gran árbol seco caído, prendido en llamas, parece ser el árbol que inició aquel incendio, que rodeaba aquel sitio. Finalmente, estando acercándose a ella, distinguen un hombre atado a un gran poste de madera, con los brazos por encima de su cabeza, casi horrorizadas al extremo del llanto caminan lentamente hacia aquel cuerpo, Jackson en cambio iba por delante, sus latidos se aceleraban al tiempo en que estaba seguro, de que imaginaba de quién se trataba, la chaqueta, esos pantalones, una vez frente a él lo confirma, se trataba de Nelson, al parecer le habían sacado brutalmente los ojos de sus cuencas, profundas y sangrantes.
“ ¡Nelson!” chillaron al tiempo las chicas, Jackson retrocedió mirando aquel dibujo y comprendiendo, armando, este dibujo era sobre Nelson.
“ ¡Se quemaron!” se escuchó aquella voz espeluznante tras ellos.
Se giraron descubriendo un enorme ser, de brazos y piernas alarmantemente largos, parecía llevar un atuendo blanco, o sábanas atadas, sujetas con un extraño collar de piedras, semillas y cráneos, su piel era rojiza grisácea que parecía haber sido empatada con una costura, con aquel diabólico rostro de dos cuernos, nariz grande y sonrisa alargada de dientes filosos, tenía unos ojos amarillos como de gato sobre aquellas negras ojeras, sus largas y extrañas orejas puntiagudas que sobresalían de aquella melena de pelo grueso y puntiagudo como de puercoespín.
Sus pieles se erizaron mientras se quedaban sin aliento, aquel monstruo soltó una risa maquiavélica echándose hacia atrás abriendo su boca aún más, ellas gritaron, y el ser, se volvió hacia ellas abriendo su gran boca gruñendo horriblemente, y masticándole la cabeza a Sabrina de un solo bocado, su sangre salpicó sobre ellos como si hubiesen aplastado una sandía.
Rosa empujó a Jackson en un aullido de terror, guiándolo corren con prisa de regreso al bosque, volviendo la mirada para descubrir a aquella figura desmembrando el cuerpo decapitado de su amiga entre las llamas.
“ ¡Oh Por Dios, Sabrina!” chillaba Jackson corriendo buscando paso entre las llamas, Rosa lloraba siguiéndole el paso, una llamarada se alza frente a ellos, frenándolos, y haciéndolos tomar otro camino.
“ ¡Los puedo ver!” escuchó aquella voz seca retumbar como un eco.
Ambos, se alteran aún más, desesperados entre las llamas buscaban los espacios seguros, con los árboles cediendo ante el fuego, crujiendo y explotando en brazas, logran salir del punto de concentración del incendio, costándoles respirar y con las rodillas temblándoles, Caen sobre la tierra, y ayudándose se vuelven a incorporar, con la mirada clavada hacia los arbustos, y la gran colina frente a ellos, quizás logren llegar a la carretera y conseguir ayuda, quizás, Daniel ya había llamado a la grúa, la policía, alguien que los pudiese ayudar.
Tropiezan una vez más saltando sobre los pequeños arbustos, pasando los árboles, a pocos metros estaría el auto volcado.
Rosa siente esperanza, pero aquello estaba muy cerca, por alguna razón vuelve la mirada una vez más al incendio, aquel ser se aproximaba corriendo sobre sus cuatro extremidades larguiruchas como las de una araña.
Rosa grita anunciando a Jackson que esa cosa está de regreso, aquello fue suficiente para hacerlos correr pidiendo auxilio, pisando las ramas, saltando los arbustos o a través de ellos, se abrían paso hacia el auto, que apenas se veía en la distancia.
Jackson tropieza con la raíz de un árbol, sujeta a Rosa para equilibrarse, pero terminan cayéndose los dos.
Exaltados, se incorporan del suelo esperando que aquello no los haya alcanzado, lanzan la mirada en dirección al incendio, esperando algo saliera de entre los arbustos, sueltan el aire en sus pulmones, incorporándose del suelo y al alzar la mirada descubren a Nelson parado frente a ellos, sin ojos, con aquellas cuencas sangrando a chorros por su rostro, Rosa gritó horrorizada…
“ ¿Van a dejarme?” habló el cuerpo de Nelson pero con aquella voz, seca y espeluznante que retumbaba. Acto seguido se le alarga y deforma un brazo, con el que sujeta a Jackson por el cuello y lo entierra con una fuerza brutal contra una gruesa rama tras él, dejándola desojada y ensangrentada al atravesarla con su pecho...—
—…Rosa se ahoga en su propio llanto, con el corazón en la boca, corre de regreso al incendio sin premeditarlo, solo quería alejarse de allí, tropieza esta vez con una gran roca, resbala y cae sobre un charco empantanado, escupe el agua, se pone de pie, llorando…no quería morir, salta otro arbusto cuando se ve frente a frente con aquel incendio, no sabía a donde ir, no tenía a donde ir, vuelve la mirada al bosque descubriendo a alguien surgiendo entre los arbustos, este la observaba también, comienza a caminar lentamente hacia ella, cuando lo reconoce, era Daniel.
“ ¿Rosa?... ¿Dónde están los demás? Debemos irnos ya vienen por nosotros…” gritaba mientras se le acercaba.
“ ¡Daniel!... ¿Realmente eres tú?” lloró Rosa comenzando a sentir esperanzas.
Aquella cosa aparece a la distancia y alzando sus largos y tenebrosos brazos comienza a levantar del suelo a Rosa sin si quiera tocarla, Daniel se detiene perplejo mientras presenciando aquello Rosa se elevaba llamándolo en su auxilio.
Aquella enorme criatura era quien parecía levantarla con su mente, Daniel no conseguía moverse, ni para ir a ayudarla, el temor no se lo permitía.
Pronto Rosa comienza a partírsele las extremidades como paletas de helado, retorciéndose de manera inhumana, soltando alaridos de dolor, acompañado por aquellos perturbadores crujidos de sus huesos hasta quedar en un mortal silencio.
Daniel retrocede lentamente comenzando a llorar, vislumbra aquel ser dejar caer sus brazos, al tiempo en que el deforme cuerpo de Rosa, cae sin vida al suelo, las llamas pronto la alcanzan y ella comienza a arder, comiéndose su ropa y carbonizando su piel.
Su respiración era rápida, su corazón saltó cuando aquel ser de atuendo blanco y piel roja volvió sus ojos amarillos hacia él, embozando una alargada sonrisa.
Sin dudarlo corrió de regreso al bosque, por poco resbala sobre un charco fangoso, tratando de mantener el equilibrio y no detener su huida, atraviesa los arbustos, choca con un árbol, rebotando a otro y finalmente, cae al suelo.
Intenta rápidamente ponerse de pie, y busca donde apoyarse, pero al hacerlo descubre que se apoya de la pierna de su amigo, clavado a la rama de aquel árbol.
Horrorizado hasta la médula, llora a su amigo, verlo así, quisiera ayudarlo, pero no podía ni siquiera tocarlo, sus manos temblaban. Se escucha el crujir de las ramas, algo se acerca sin dudar, suena nuevamente, parecía estar muy cerca: sobre él. Daniel lentamente alza la mirada sobre su cabeza, y vislumbra la figura de lo que parece ser una mujer desnuda y quemada, desfigurada y amorfa trepada de cabeza en el árbol, sobre el cuerpo de su amigo.
Daniel retrocede soltando un grito, aquella cosa salta frente a él, doblada y en sus cuatro extremidades lo acecha e intenta alcanzarlo. Daniel no duda en correr, aquello venía detrás de él, saltando entre los troncos de los árboles.
Daniel salta otro arbusto, cae rodando sobre el suelo y pasa junto al destruido auto de sus padres, comienza a subir por la colina, podía ver luces en lo alto, sobre la carretera.
Resbala, el terreno cede, y termina cayendo colina a bajo una vez más, mientras pide a gritos por ayuda.
Cae de boca contra el suelo, saborea la sangre, y se incorpora un poco mirando al bosque consumido por el miedo, ya no podía más, estaba seguro… Su primo tenía razón, esa noche, todos iban a morir por su culpa.
Unos ojos amarillos brillantes aparecen flotando en la oscuridad del bosque, se escucha aquella respiración pesada; no había duda aquello estaba allí.
Su silueta comienza a tomar forma en la oscuridad, sus ojos, su sonrisa malvada, y aquellos cuernos resaltaban en la penumbra.
Daniel se sacudía, todo su cuerpo temblaba, lloraba.
“ Daniel…” escucha aquella voz llamando por su nombre.
Temblando cada parte de su cuerpo, Daniel se arrastra retrocediendo sin siquiera tener el valor para ponerse de pie, y darle la espalda a aquel lugar.
Aquello, de casi dos metros y medio de altura, comienza a abrirse paso entre las ramas de los altos árboles y arbustos, llamando al muchacho por su nombre con aquella voz ronca, cantándolo burlonamente, parecía disfrutar de aquel momento.
Daniel le pedía que se alejara, arrastrándose, nublando su vista en llanto, lo traiciona el cuerpo y se orina encima.
El Monstruo, suelta una risa burlona, caminando lentamente hacia él, Daniel se cubre los ojos deseando despertar y que todo sea un sueño, que todo sea un horrible sueño, siente la respiración de su asechador sobre él, Suelta un grito espavorido, seguro aquel era su final.
Escucha algunas ramas crujir, voceos, el viento, y se pregunta si sigue vivo, abre los ojos descubriendo aquella sonrisa de dientes filosos frente a él, y esos ojos amarillos clavados en los suyos, destellantes, Vuelve a gritar mientras es segado por una luz… una luz que al desaparecer resalta la ausencia de aquel demonio encarnado, aun temblando busca al monstruo a su alrededor.
“¡EL DIABLO! ¡DIABLO ROJO! ¡¿Dónde está?! …¡ESTA POR AHÍ!” repetía maniáticamente.
Aquellas luces que se aproximaban, eran bomberos en respuesta al accidente vial, cuyos gritos de Daniel habían ayudado a localizarlo. Los oficiales trataron de calmarlo pero aquél, aseguraba que había un “Diablo Rojo” asechándolo. Los bomberos lo sacaron del lugar, y buscaron en la escena, aquellas víctimas de aquel horrible accidente, aunque intentaron averiguar cómo terminaron así aquellos cuerpos. Jamás lograron descubrir qué había pasado realmente; Daniel, el único sobreviviente, fue diagnosticado con trastorno post traumático crónico, con sugerencia para una intervención a cuidados psiquiátricos sin poder dar declaración…terminará encerrado en cuatro paredes, Temiendo a que aquel monstruo de ojos amarillos volviese por él… ─ Culminó Isaac aquella historia.
Sus amigos estaban acurrucados, mirándolo fijamente, ocupando un espacio en las oscuras escaleras de la residencia.
Isaac observaba a sus amigos, expectante. ─ ¿y bien? ─ pide la opinión de sus vecinos.
─ ¡eh!… Esa historia estuvo… Espeluznante, Isaac ─ reconoció Eliel con la garganta seca.
─ ¡Gracias! ─ respondió Isaac sonriendo.
─ Tengo una duda… una pregunta más bien─ musitó Charles acomodándose las gafas. ─ ¿Te inspiraste en algo que hayas leído o visto en algún lado?
─ No, tan solo contaba según imaginaba… ¿Por qué? ─ respondió el niño acomodándose en las escaleras superiores, junto a su hermana.
─ Pues, la narrativa fue… muy buena… pensé que quizás habías oído esa historia antes─ respondió Charles.
─ ¡Isaac! Yo también tengo una pregunta ─ intervino Luis. ─ ¿Lo que vio la chica?... Rosa…era una visión de ella misma muerta ¿Cierto?
─ ¡Es correcto!... ¡Qué bueno que lo notaste! ─ respondió entusiasmado Isaac.
En aquel momento, se escuchó el estruendoso abrir de una puerta, los seis niños asustados pegan un brinco, Judy dejó salir un pequeño grito, cuando se escuchó la voz enojada del padre de Isaac.
─ ¡Isaac! ¡Francy! ¡SUBAN! ─ gritó desde la planta superior.
Los niños intercambiaron miradas, como sintiendo pesar por Isaac y Francy, con murmullo se despidieron, y subieron las escaleras a la planta superior, de donde se despidieron por último de Charles, cruzaron el pasillo y empujaron la puerta de madera del apartamento abriéndola.
Una vez adentro los esperaba aquel hombre con la cara hinchada, y los ojos aun somnolientos.
─ ¿Qué hacían tan tarde en el pasillo?... pasa de media noche─ pregunta con aquel tono molesto en su voz.
Isaac y Francy, estaban parados firmes frente a él, un tanto temerosos.
─ ¡hablen! ─ ordenó su padre casi gruñendo, Isaac y su hermana pestañean asustados.
─ Solo─ soltó Isaac con un hilo de voz. ─… nosotros, contábamos historias de terror.
─ ¿Contaban historias de terror? ─ inquirió. ─ ¿Quiénes nosotros?
─ estaban Luis, Charles, Judy y Eliel─ respondió el niño.
El hombre lanzó una mirada analizándolos, los niños esperaban allí parados como militares, esperando el padre aceptara aquellas razones. Este se dio vuelta de regreso por el corredor del apartamento hacia la habitación oscura.
─ ¡Acuéstense, pues! ─ ordenó el hombre, y se perdió en la oscuridad del dormitorio.
Aquel era un apartamento realmente pequeño, una cocina y fregadero, luego la sala y en el mismo lugar: el recibidor, luego un pasillo que llevaba a un pequeño cuarto de baño, y seguido al dormitorio.
Isaac y Francy intercambian miradas de alivio.
─ ¿Esperas por mí? ─ Le preguntó su hermanita con aquella vocecita.
─ ¿a qué? ─ preguntó él con susurro.
─ Quiero beber un vaso de agua… me da miedo quedarme sola─ respondió.
En aquel momento, Serafín. Un gato siamés, tan grande como su propio ego, se lanza de lo alto del seibó frente a la puerta, hasta el asiento puf que se hallaba en una esquina. Francy salta asustada, y luego vuelve la mirada a su hermano quien en silencio, se burlaba de ella.
─ ¡Está bien, Apúrate!... yo me cepillaré los dientes mientras tanto─ aceptó Isaac, Francy va caminando rápidamente en búsqueda de su vaso para servirse agua mientras su hermano entra al cuarto de baño, evita encender la luz para que su padre no se fuese a molestar, pero deja la puerta abierta para que se cuele la luz de los bombillos de la sala y la cocina, busca su cepillos de dientes, el dentífrico, y empieza a cepillarse los dientes, usualmente se mira en el espejo al hacerlo, pero esta vez tenía miedo de mirarse, tenía la curiosa idea de que algo horrible pudiese reflejarse con él.
Pronto se le incorpora Francy cargando entre sus brazos a su otra mascota, Pelusa, una gata raza siamés con angora.
─ Listo, Isaac─ anunció con aquel hilo de voz, y sus ojotes brillantes buscándolo en la oscuridad.
Isaac hace un sonido con la boca llena de agua y dentífrico, indicándole que ya estaba casi listo, se enjuaga la boca un par de veces más, guarda su cepillo en su lugar, sale del baño y rodeando a su hermana con un brazo la acompaña al interior de la habitación.
En la oscuridad, se escuchaba el cansado ronquido de su madre, un olor a cigarrillo inundaba la habitación, claramente su padre estaba fumando, al hacer la mirada hacia la cama de sus padres, un punto rojo braza flotaba indicando la ubicación del hombre.
Los niños en silencio llegan frente a la litera de madera, Francy sube a Pelusa a la cama de arriba, vuelve la mirada al punto rojo.
─ ¡Bendición, papi! ─ pide ella.
─ Dios, te bendiga─ responde a secas.
─ ¡Que amanezca alentado! ─ dice la niña nuevamente.
─ Amen, tú también.
La niña inclina la frente a su hermano mayor, y este le da un beso en ella.
─ Dios, te bendiga, Francy… Que duermas bien─ musita él, y luego junta sus manos para que su hermana apoye el pie y pueda escalar hasta arriba.
─ Que tengas dulces sueños, Isaac─ se despide una vez arriba.
Su hermano mayor, le dedica una sonrisa para no hacer tanto ruido, soba a Pelusa como dándole las buenas noches.
─Bendición, papá─ Pidió Isaac.
─ ¡Dios te bendiga! ─ respondió mientras solo se veía el bailar del cigarrillo en su boca al hablar.
─ Que amanezca Alentado─ continuó Isaac metiéndose en la cama de abajo, y abrigándose.
─ ¡Amen, tú igual! ─ respondió.
Isaac ya abrigado, en su cama, lanza una mirada al guarda ropa frente a la litera, a sus pies, se persigna haciendo la señal de la cruz, y se recuesta de lado esperando quedar dormido.
La mañana siguiente, la residencia había amanecido en silencio, era un sábado particularmente tranquilo. Charles había despertado desde temprano, su madre lo llamó a desayunar unas tostadas con mantequilla y queso, acompañado de un batido de chocolate instantáneo.
Si algo podía decirse de la Señora Ramona, es que siempre llevaba aquella expresión como si algo le oliera mal, siempre miraba por encima del hombro y estaba del todo segura, según ella, de que llevaba el control de todo.
Mientras Charles desayunaba sobre el comedor de cristal, miraba el canal de animales en la Televisión.
─ Tu papá nos pasará recogiendo en la tarde, nos quedaremos en la finca hasta el domingo en la noche─ anunció la madre incorporándose de la cocina, y tomando un lugar en la mesa.
─ ¿A la finca? ─ repitió Charles desviando la mirada de la pantalla. ─ ¿hoy?
─ Sí, hoy… ve preparando el bolso con lo que te vas a llevar, recuerda que a las seis debes meterte a duchar para que estés listo cuando tu padre llegue─ respondió masticando las tostadas.
─ Mamá, hoy iba a jugar con los muchachos en el estacionamiento, Luis va a sacar su balón de voleibol para jugar “Fusilado” ─ comentó Charles.
─ Juegan el próximo fin de semana, Charles…tus primos Adriana y Julio van a ir a la finca también ─ Respondió la mujer con aquel tono de voz, ampliando sus ojos verdes, intimidándolo. ─ ¡Además!... bah… deberías dejar de juntarte con esos niños… ¿No ves que sólo se juntan contigo por tus juguetes?... jum… ya quisieran ellos tener cosas de buena calidad como las tuyas.
─ Mamá… ─ musita un poco temeroso. ─ Pero el balón lo va a llevar Luis esta vez.
─ ¡Son pretextos, Charles!… capaz llevan uno solo en tripas, para que saques uno de los balones tuyos…─ soltó una risita burlona, lanza una mirada a su hijo, quien parecía desanimado.
─ desayuna, ve a hacer el equipaje y después si quieres sales un rato, pero te quiero aquí a un cuarto para las seis… ─ dijo la madre aceptando.
Charles no podía cambiar los planes que tenían sus padres, tampoco estaba seguro de que podría convencer a sus amigos el próximo fin de semana a jugar “fusilado”, pero al menos si terminaba temprano de hacer lo que su madre le decía, podría disfrutar el día antes de irse a la finca.
Así que tan pronto terminó de desayunar, llevó los trastes a la cocina, fue a su cuarto a terminar la investigación sobre el Casco Histórico de La Victoria para la escuela, tras transcribir tres páginas y hacer un análisis, el ensayo estaba listo. Organizó su habitación, barrió un poco y luego comenzó guardar en su bolso tres conjuntos de ropa, más uno para la piscina, no podría faltar su enciclopedia empastada de “Dinosaurios”, sus binoculares, una brújula, y su cartuchera llena de todo tipo de objetos como: Llaves tres cuartos, de rosca, destornillador, bisturís, incluso su favorito, la herramienta siete en uno.
Charles anunció que había terminado todo aquello que su madre le había indicado, pidió el permiso para salir, y su madre ocupada por teléfono se lo autorizó; rápidamente y antes de que cambiara de opinión o se le ocurriera algún sermón a la mujer, Charles salió del apartamento, cerró la reja de su pasillo y cruzó a tocar la puerta del apartamento donde vivían Isaac y Francy.
Una música llanera se escuchaba desde el lugar, las voces de algunos hombres soltando carcajadas y hablando, parecía provenir desde el interior del apartamento. Charles toca a la puerta nuevamente, esta vez con más fuerza para ser oído.
Pronto surge Isaac abriendo la puerta apenas, asomándose por una pequeña rendija y lo saluda.
─ ¡Hola, Isaac! ¿Puedes salir? ─ saludó Charles de regreso.
─ ¿Ahora? ─ inquirió como si ocultase algo en su apartamento.
─ Es que mi papá vendrá a buscarnos a mi mamá y a mí para irnos a la finca en la noche… y no podré estar para la partida de “Fusilado”─ explicó Charles.
Isaac le dedica una mirada pensativa, luego parece mirar al interior de su casa y se queda en silencio.
─ ¿Y bien? ─ espetó Charles esperando no lo abandonaran.
─ ¡Déjame cambiarme y salgo!... si quieres ve buscando a Eliel y a Luis─ aceptó Isaac, considerando que los amigos de su padre estaban en casa, seguramente no le importaría mucho si sale temprano.
Apenas su amigo cerró la puerta, Charles bajó las escaleras a la planta inferior, y llamó a la puerta de Luis, tras varios intentos nadie salió, así que continuó con la puerta del frente y Eliel abrió la puerta en el segundo llamado.
─ ¡he! ¿Es que tú no duermes? ─ dijo apenas vio que se trataba de Charles.
─ ¡Es casi medio día traga babas! ─ respondió Charles con aquel aire a su madre.
─ ¿Ah sí? ─ inquirió Eliel. ─ bueno… ¿Qué pasó?
─ Es que no voy a estar en la noche para el partido de “Fusilado”, Isaac está por bajar pero Luis parece que no está─ respondió Charles.
─ ¿Qué? ¿No está?... Ese peruano si la caga ─replicó Eliel frustrado. ─ Entonces… ¿Cuál es el plan? ─
─ No lo sé, primero pasé buscando a Isaac, no esperaba que Luis no fuese a estar─ respondió subiéndose las gafas, esperando que no se le arruine el fin de semana.
Pronto, Isaac se les incorpora bajando las escaleras, saludando a Eliel y haciéndose junto a Charles.
─ ¿Luis y Judy? ¿Aún no salen? ─ preguntó Isaac.
─ parece que no están ─ respondió Charles. ─…habrá que esperar a que llegue para poder jugar, es el dueño de la pelota.
─ ¡Joder con Luis! ─ refunfuñó Isaac.
─ ¡Sí! Eso mismo pensé yo─ Vaciló Eliel.
─ Y… ¿Entonces qué haremos mientras llega Luis? ¿Jugamos cartas? ─ dijo Isaac buscando alguna solución.
─ ¡¿Cartas?! ─ Chilló Eliel.
─ ¡Patraña es divertido! ─ respondió Isaac ante aquello.
─ ¡Eh!...Esta vez estoy de acuerdo con Eliel, es de día, podemos salir al estacionamiento ─ intervino Charles.
─bien, y entonces… genios ¿Qué sugieren ustedes? ─ respondió Isaac con cierto sarcasmo.
─ Pues, no lo sé… aquí entre nosotros, mi mamá no me deja sacar mis balones ─ confesó Charles.
Eliel e Isaac intercambiaron miradas, no era sorpresa para ellos.
─ bueno, esperen a que me cambie y salimos a ver que hacemos… ¡Parezco un preso hablando a través de esta reja! ─ dijo Eliel con su característico humor.
Isaac se echó a reír, mientras Charles se angustiaba por el pasar de las horas.
─ ¡pero no te demores Lagañoso! ─ masculló Charles.
Eliel fingió una sonrisa, al tiempo en que le mostraba el dedo del medio y luego cerró la puerta.
─ Eliel no me agrada del todo ─ resopló Charles.
─ Lo sé─ respondió Isaac mientras ambos iniciaron marcha a la planta baja de la torre, pasaron el portal saliendo al estacionamiento.
─ ¿crees que a Luís se le haya olvidado que hoy jugaríamos “fusilado”? ─ inquirió Charles mientras se hacían en dirección al gran árbol de jobos junto a la pared que daba con la canal de agua cercana al conjunto residencial, haciéndose bajo la sombra que éste ofrecía.
─ Mm… No lo creo… Luís fue el de la idea… de seguro tuvieron que salir inesperadamente o algo así─ le respondió Isaac.
Charles resopla con fastidio, toma una semilla de jobo seca del suelo, mientras la gira entre sus dedos. ─ ¡Pues muy mal de su parte! ─ se quejó.
─ No sabemos sus motivos, seguro nos contará cuando vuelva… ─ defendió Isaac alzando la mirada vislumbrando a Eliel caminando hacia ellos con aquel zumbado callejero distintivo.
─ ¡Bueno!... ¿Ya se les ocurrió algo? ─ preguntó Eliel tomando un sitio junto a Isaac.
Charles arrojó la semilla intentando hacerla rebotar lejos y respondiendo al tiempo.
─ ¡Se suponía que te esperaríamos para que nos ayudes a pensar! ─
─ ¿acaso necesitas neuronas prestadas para pensar? ─ se burló Eliel.
─ ¡Oigan! Ya enserio, así no vamos a llegar a nada ─ intervino Isaac, antes de que se convierta en una batalla de insultos estúpidos. ─ Charles tiene que irse con sus padres en la tarde, y bien sabemos que no lo veremos hasta el próximo fin de semana si acaso.
─ ¡No es mi culpa que Luis se perdiera hoy! ─ replicó Eliel. ─ Además yo ni siquiera tengo balón, pedí uno para navidad y tú bien recuerdas lo que me dijo mi papá…
─ “O es la bicicleta o el balón” ─ citó a su padre haciendo un intento de voz gruesa y arqueando una ceja. ─… ¡Obviamente no iba a pedir el balón!—.
─ ¡Es comprensible! ─ reconoció Isaac sonriendo de las payasadas de su amigo. ─ Pero eso nos vuelve a dejar con la opción de jugar cartas, mi PlayStation se dañó.
─ ¡Espera! ─ bramó Eliel concretando una idea. ─ ¿Qué tu primo no arregló tu bicicleta en Carnavales? ─ le preguntó a Isaac, este asintió.
─ ¡Y yo tengo mi montañera nueva! ─ participó Charles animado por la idea.
─ ¿Qué les parece… carrera de bicis en la residencia? ─ propuso Eliel aplaudiendo y abriendo sus brazos como si recibiera una ovación.
─ ¡Brutal! ─ exclamó Isaac celebrando aquella brillante idea.
Animados los tres, fueron por sus bicicletas a sus respectivos apartamentos y una vez reunidos de nuevo en el estacionamiento se montaron en ellas uno al lado del otro donde termina el estacionamiento y comienza la caminaría hacia la torre.
─ ¡Bueno, Señores! ─ Bramó Eliel sonriente hacia sus amigos. ─ Tres vueltas, pasamos por la parte de atrás de los edificios de adelante, de regreso por la parte de atrás del restaurante Chino hasta aquí, dando vuelta en el árbol de jobos… el último en dar las tres vueltas, se le hace tres salitas cada uno─ explicó las reglas.
─ ¿tres salitas? ─ chilló Charles montando aquella gran bicicleta reluciente, quién lo viese desde lejos, pensaría que es una marioneta montado en una moto.
─ ¿y el que gane? ─ preguntó Isaac aún animado.
─ Mm… ¡ya sé!... le debemos una malta─ respondió aún con más ganas de ganar.
─ ni siquiera me gusta la malta─ respondió Charles en desacuerdo.
─ ¡Bueno la gaseosa que quiera! ─ respondió Eliel de mala gana, y antes de que alguien más dilatara la carrera contó hasta tres sin previo aviso y arrancó a toda velocidad en su bicicleta.
─ ¡Hey, tramposo… ni siquiera estaba listo! ─ se escuchó a Charles haciendo andar su bicicleta montañera pedaleando con fuerza y apenas llegando a los pedales.
─ ¡Joder! ─ masculló Isaac tratando de alcanzar a sus amigos, tenía pocos meses de haber aprendido a usar su bicicleta, más bien de tener una bicicleta tan siquiera.
Eliel ya había cruzado en la esquina, haciendo un brinco con su bicicleta saltó el pequeño muro de la acera perdiéndoseles de vista, Isaac iba a la par que Charles, hasta que le costó levantar el peso de aquella monstruosidad de vehículo para saltar el muro.
Pasaron por la parte de atrás de las torres más cercanas, Eliel gritaba celebrando como si se columpiara en una liana de la selva amazónica, Isaac en cambio quedó por detrás cuando escucha el sonido de la potente bicicleta de Charles pasarle a un lado, rápidamente Eliel se ve terminando la curva pasando la parte de atrás del restaurante y perderse de vista nuevamente. Isaac recupera el puesto en la esquina con más facilidad que Charles para cruzar.
─ ¡Vamos, Charles! ─ Le anima Isaac sonriendo, llegando a la curva tras el restaurante también.
Éste bufa, realmente espera ganar, no era justo para él, Eliel había hecho trampa, pedalea con fuerzas, pasa el restaurante y pedalea con más fuerzas aún, tenía que volver a alcanzar a Isaac al menos.
Derrapa saliendo de regreso a la entrada del estacionamiento, endereza y pedalea a toda velocidad, vislumbrando que Eliel ya estaba de regreso; éste pasa por un lado saltando por segunda vez el muro de la acera sacando su lengua burlonamente.
Isaac cruza pasando el árbol de jobo, Charles casi lo alcanzaba, Isaac vuelve la mirada para descubrir a Charles adelantándose, esta vez logra montarse sobre el muro, con un poco de turbulencia lo pasa, y pedalea con fuerza estando por fin en segundo lugar, cruza pasando por la parte de atrás de la torre “E”, saliendo junto a la Torre “D”, logra ver a Eliel nuevamente pasando detrás del Restaurante.
─ ¿Crees alcanzarme, cachetes de marrana flaca? ─ grita desde el otro lado de las áreas verdes.
Charles intenta tomar la curva con precisión, ahora quería alcanzar a Eliel, tenía que hacerlo.
Derrapa nuevamente llegando al asfalto de la entrada del estacionamiento, su amigo Isaac lo estaba alcanzando, los nervios traicionan a Charles y pierde el alcance a los pedales, tambaleándose sobre la montañera, Isaac en su pequeña y oxidada bicicleta pasan junto a él.
─ ¡Lo siento, Charles!… ¡No quiero perder! ─ grita Isaac adelantándose, y recuperando el segundo lugar al tiempo en que Eliel se veía volviendo de aquel gran árbol.
Sigue pedaleando, pasa junto a Eliel, luego ve pasar a Isaac, los nervios y el amargo sabor a derrota comienzan a hacerse presente en Charles, cruza haciendo una vuelta grande y pedalea de regreso, monta nuevamente aquel muro de la acera, mientras Isaac se pierde de vista adentrándose a la parte de atrás de la torre E, casi sudando Charles se levanta del asiento de la bicicleta, pedaleando y pedaleando, alcanza a Isaac acercándose en la curva detrás del restaurante, Isaac también se veía motivado a no quedar en último lugar, era la vuelta final y Eliel era el único que había tenido la ventaja desde el principio, ambos derrapan saliendo hacia el estacionamiento una última vez, Isaac endereza en su pequeña bicicleta y rápidamente se direcciona hacia la torre “H”, dónde Eliel se veía esperando bajo el árbol de jobo, agitando sus brazos en victoria.
Charles pierde el control de su bicicleta en el derrape, su volante gira, y se vuelca la bicicleta escupiendo a Charles sobre el asfalto.
Este da un par de giros en el suelo, y se detiene con un notorio raspón sangrante en su rodilla, furioso golpea con sus manos el suelo y se le humedecen los ojos, Charles había perdido, tras secarse las lágrimas bajo sus gafas, con dificultad por el dolor de su herida se pone de pie, levanta su bicicleta del asfalto, y llevándola comienza a marchar cojeando cabizbajo de regreso al árbol de jobo.
Sus amigos lo esperaban, una vez se les incorpora apoya su bicicleta al árbol, y se sienta a un lado.
─ ¡Perdiste! ─ sentenció Eliel en tono burlón.
─ ¡No me digas! ─ responde Charles sarcásticamente lanzando una mirada de enojo hacia este.
─ ¿te duele mucho?… parece que fue un raspón fuerte ─ se le acerca Isaac, era evidente que Charles estaba más que molesto.
─ ¡Siento que me palpita la puta rodilla! ─ brama Charles intentando no llorar delante de sus amigos.
─ ¡Deberías ir a limpiarte la herida y ponerte jabón azul o algo! ─ sugiere Isaac con un poco de pena por Charles.
─ ¡Mi mamá me regañará! ─ aseguró Charles en respuesta.
─ entonces, vamos a casa de Eliel y te atiendes allá─ sugiere Isaac. ─ No hay problema ¿Cierto Eliel?
─ ¡Claro!... Además, olvídate de las salitas, ya fue suficiente con esa matada que te echaste─ respondió.
Entonces, Eliel e Isaac le dan la mano a Charles para ayudarlo a ponerse de pie, cuando vislumbran que de adelante se aproximaban Edgar, Alfonso y Andrés, unos niños brabucones de las torres principales.
Edgar era tan pálido, que a veces casi parecía ser gris, sus labios tan colorados que resaltaban con sus azules ojos, y con sus dorados rulos de cabello parecía ser un disfraz para esa clase de mal hablado, pervertido y abusivo ser que realmente era, era sencillamente uno de esos niños que uno llama un “pequeño diablillo”
Andrés y Alfonso en cambio eran dos bobos consentidos, ambos eran morenos, lo único que los distinguía realmente, era la altura y corpulencia de Alfonso, y lo diminuto, delgado y narizón de Andrés, que según creían sólo tenían la suerte de ser amigos de Edgar, y que sus padres estaban en una buena posición económica.
Automáticamente los tres sienten aquella tensión; unos nervios tenues, y eso que son como repentinos cosquilleos por el cuerpo, aquella sensación parecida al peligro: esa sensación de que habrá pelea, como si sudaran pero, Isaac se pasa el brazo para secar su sudor, estaba casi seco.
─ ahí vienen esos ─ musita Charles por si alguno no lo había notado, los miraba fijo a través de sus gafas, se acercan a donde habían dejado sus bicicletas, las levantan del suelo y luego caminan hasta la ventana del apartamento de la torre I, a mitad de camino a la entrada de su torre.
─ ¿y su amigo, el mantecoso? ─ suelta Edgar cuando llegaron unos pocos metros cerca de ellos.
─ ¡No sé de quién estás hablando, la verdad! ─ responde Isaac como si nada y mirándolos.
Ellos intercambian miradas entre los tres con una sonrisa burlona, y Edgar aun sonriente vuelve la mirada hacia los muchachos, escupe bajo un carro blanco que estaba allí estacionado, lo que parecía ser un chicle, mirando a Isaac. ─ ¡Hablamos del Córdoba! ─ sonrió con aquel tono. ──… El peruano ¿Saben? ─ Andrés y Alfonso se burlaban tras él. ─ ¡mantecoso! ¡Cerdito! ¡Oing! ¡Oing! ─ se burlaba cínicamente.
─ ¡ah! Luis Córdoba… no está en su casa─ respondió Isaac.
─Luis…─ repitió Edgar. ─…Bueno, nosotros tenemos bicicletas, que tal si hacemos una competencia, los oímos alardear y queremos participar─ soltó para la sorpresa de los muchachos.
Eliel y Charles estaban en silencio y luego intercambiaron miradas expectantes, mientras sentían que todo aquello quizás venía con alguna de sus jugarretas pesadas, con los otros muchachos todavía más mayores, que también vivían en las torres de adelante.
─ No, más bien, ya nos íbamos… ─ respondió Isaac.
─ ¿acaso tienen miedo? ─ Se burló Edgar aparte de desafiante.
─ ¡A pues feo! ─ replicó Eliel incapaz de ser humillado por ellos. ─ ¡Miedo a ti! ¿Por qué lo tendría?
─ ¡Entonces échenle bolas! ─ bramó Edgar desafiante. ─ ¡Una vuelta a la cuadra!
─ Como dije, ya vamos a guardar las bicicletas, será otro día, chamo─ concluyó Isaac, y se acercó con la palma extendida, Edgar la palmea a penas en despedida. ─ Está bien, cagados… La próxima ─ respondió de mala gana, dedicó una mirada a los rostros de los tres muchachos apoyados de sus bicicletas.
Luego se dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso a las torres de adelante, seguidos por Alfonso y Andrés que parecía murmurarle algo, mientras se perdían subiéndose a la acera.
Los jóvenes entraron a la torre, pasando el portal ven la silueta de un niño, pegado a la esquina de la reja del pasillo, colgado, su pálido rostro, apenas se veía sobre el borde de la plancha del centro de la reja del pasillo.
Eliel se sobre salta, pero al mirar bien lo reconoce.
─ ¡Me cagaste, Federico! ─ bramó Eliel, frotándose el pecho, por un momento se había quedado sin aire, mientras que sus amigos apenas acababan de notar que estaba allí.
─ ¡mierda! Enserió me asusté yo también─ confesó Isaac con una risa nerviosa.
─ ¡Hola! ─ saludó Fede, como le decían.
Federico era un niño de siete años de edad, que a veces pasaba un tiempo en la residencia, cuando se quedaba con su abuela, que vivía en el apartamento número dos de la torre, La señora Filomena, o como todos le decían: Mai, era sin duda la señora más alegre, glamurosa y sencilla a la vez, aún no había logrado hablar del todo claro el castellano, su acento brasileño, era tan notable que ya era característico de ella.
─ ¿qué hacen? ─ les preguntó Fede tras chocar las manos en saludo con los tres vecinos.
─ hicimos una carrera en la residencia─ respondió Charles.
─ estuvo genial─ comentó Isaac.
─ Charles casi le gana a Isaac─ intervino Eliel. ─ se echó una matada en el estacionamiento.
Charles miró a Eliel enojado.
─ tiene bastante sangre─ dijo Fede descubriendo ahora la herida en la rodilla, poniéndose de punta de sus pies para poder verla posándose sobre la reja.
─ ¡Si! vamos a mi casa a lavar la herida… ¿Quieres venir? ─ propuso Eliel.
─ ¡déjame preguntarle a Mai! ─respondió.
─ bueno te esperamos en mi casa─ se despidió Eliel, pero Fede lo detiene.
─ ¡No, espérenme un momento! ─ pidió Fede casi a mitad de su pasillo mirándolo a través de las rejas.
─ ¡está bien, Fede!... ve y regresa, tranquilo… te esperamos─ respondió Charles tratando no hacer sentir excluido al niño.
─ ¡¿Por qué no solo sube?! ─ se queja Eliel resoplando y estirándose al ver cerrarse la puerta del apartamento de Mai.
─…podemos esperarlo ─responde Charles.
─ Yo todavía tengo que subir la bicicleta, e ir a almorzar ─ participa Isaac, Charles lo mira.
─ ¡Yo también tengo hambre! Y tengo que cocinar ─ dijo Eliel recordando que estaba sólo, y notando que tenía el estómago vacío. ─ creo que haré unas arepitas.
─ ¿unas? ─ repitió Isaac en una risa.
─ ¡Hermano!… dos arepas con mantequilla y queso llanero─ dijo Eliel casi imaginándoselas ya hechas, calientes, con el queso salado derretido sobre la mantequilla, que relleno tan simple, pero delicioso hasta ser servido en cualquier plato del día devorándolo con gusto.
Isaac se reía de Eliel y su espontaneidad, cuando se escucha el abrir de la puerta del apartamento de Mai.
Los tres, vuelven la mirada y Fede se les acerca a la reja a pasos lentos.
─ Mi abuela dice que en media hora… que tengo que esperar una hora después de comer para salir a jugar ─ anunció casi desanimado.
─ nosotros vamos a limpiarle la herida a Charles y luego almorzaremos, si quieres en una hora nos vemos… ─ respondió Isaac.
─una hora ─ repitió Fede dudoso de que no le abrirían la puerta. ─ ¿me pueden pasar buscando?
─ Eh ─ musitó Isaac intercambiando miradas con los otros dos, Charles suspira. ─ Yo bajo a buscarte. ─ se postuló, y Fede sonrió.
Luego chocaron puños en despedida, Isaac y Eliel se despidieron iniciando marcha a la primera planta con las bicicletas a un lado, ¡Gracias a Dios! Las escaleras eran amplias pues Charles y su gran bicicleta montañera no cabrían de no ser así, Eliel cruzó hacia su pasillo, abrió la reja de su apartamento, luego con la llave abrió la puerta de madera, que tras un chirrido y un sonido como si se destrancara entre el suelo y el marco, mostraba un mesón de porcelana blanca, y una sala realmente personalizada, comparado con los otros apartamento, Ema, La madre de Eliel le gustaba remodelar el apartamento, su local, le gustaba cambiar su entorno, decorarlo, remodelarlo a su imagen, su espacio, su habitación, su baño, su apartamento, su local, todo como ella.
Una vez entran a aquel apartamento, Eliel deja la bicicleta cerca de la ventana, Charles e Isaac dejan en la entrada las suyas, Isaac pide permiso al entrar, Charles entra al apartamento, estaba muy cambiado desde la última vez que lo había visto.
─ ¡No hay nadie! ─ musitó Eliel preguntándose si no habían escuchado ya que estaba solo y tenía que cocinar. ─ voy a buscar el alcohol y las curas. ─ dijo mientras se iba al pasillo a la esquina del fondo del apartamento.
─ ¡Trae papel higiénico y algo en donde echar agua!─ pidió Isaac en voz alta para que lo escuchara, Eliel le responde que tomara alguno de los potes debajo del fregadero y lo hiciera él mismo, dicho y hecho Isaac llevó el pote plástico donde sirven el arroz chino con agua hasta la pequeña mesa cuadrada del centro de la sala, al tiempo en que Charles se sentaba en uno de los sofás cuadrados de forro negro como si fuesen de cuero, Isaac se sienta en el otro que era esquinero mientras ambos miran la rodilla sangrante de Charles.
─ ¿Se nota mucho? ─ preguntó Charles alzando la mirada a su amigo, Isaac la mira buscando tener un punto de vista positivo pero la verdad, para lo blanco que era Charles, lo delgado que es, aquella rodilla parecía una roja manzana inflamada con un raspón tan grande y rojo.
─ Pues un poco sí… solo que está inflamada─ responde Isaac cuando, los dos vuelven la mirada hacia Eliel quien regresaba con un pote mediano de alcohol, papel higiénico y con unas banditas adhesivas para heridas. Las deja sobre la mesa y luego comienza a ver la herida de Charles, limpió la herida él mismo y tras terminar puso la bandita y todo lo demás, se despidieron para ir a almorzar, y en una hora encontrarse en casa de Eliel, para luego buscar a Fede.
Charles se despidió con un choque de puños con Isaac en el pasillo del segundo piso, ─ ¿Sales en una hora? ─ se aseguró.
─ Sí. si ya está listo el almuerzo descanso cuarenta minutos y un poco más ─ respondió Isaac.
─ ¿vas a dormir? ─ preguntó preocupado de que no fuese a salir de nuevo.
Isaac suelta una risa corta deseando fuese posible. ─ ¡No!... a mí me cuesta dormir, solo veré tele un rato─ respondió.
─ bueno, nos vemos en una hora… yo te paso buscando ─ dijo Charles con cara seria.
─ ¡Está bien! ─ dice Isaac asintiendo, ─ hablamos al rato ─ se despide empujando la puerta y abriéndola dejando escapar la música del equipo de su padre.
Charles llama a gritos a su madre, tras dos gritos que parecía rebotar en los edificios adjuntos del conjunto residencial, La señora Ramona abre la puerta, sale en unos chores pequeños de pijama y franelilla.
─ ¿Ya vas a entrar? ─ le preguntó mientras le abre la reja del pasillo.
─ es que todos fueron a almorzar, nos volvemos a reunir en una hora─ explicó y pasó junto a su madre, esta cerró la reja con llave nuevamente, echando a andar de regreso al apartamento junto a su hijo y cerrando la puerta de madera tras entrar.
─ ¿Quieres que te sirva jugo? Todavía falta un rato para que esté listo el espagueti ─ suelta entrando al baño, mientras Charles entra a la cocina pasando por el fregadero, y dejando la bicicleta junto al rincón de los corotos.
Sale de regreso a su cuarto, dónde busca una pelota gris y verde de plastilina sobre la mesa de escritorio que tenía junto a la ventana.
La toma, y moldeándola con los dedos sin darle forma vuelve a la sala donde se sienta en una butaca sin espaldar a ver televisión, toma el control remoto de la mesa de adorno cuadrada y comienza buscar entre los canales algo bueno que ver, aparece un canal de Ciencias e Historia, donde un hombre de ojos grandes y cabello negro enrollado hablaba sobre la posibilidad de que todas las criaturas y mitos de la humanidad, de alguna forma fueran formas de vida extraterrestres o creados por extraterrestres.
Charles se siente impactado de ver aquello en televisión, era una entrevista real. Charles no confiaba en todo lo que veía en televisión o internet, su madre se lo había advertido bien y Charles confiaba más en un buen libro impreso o empastado, con fundamentos y bases comprobadas, pero era el canal de ciencia.
“Es posible, que desde el origen de nuestra existencia en la tierra hayamos tenido contacto con estos seres de otro mundo, enseñándonos a evolucionar, a construir, y nosotros los veíamos como dioses, deidades, criaturas fantásticas” argumentaba el científico en la televisión. Cuando de pronto colocan, a otro de ellos, un paleontólogo y bibliotecario británico.
“si vemos en la antigüedad de la humanidad, en las pinturas rupestres, en la arquitectura y pictografía egipcia, y tantas otras culturas, podemos interpretar la participación de seres de otros mundos” dice el hombre de la TV. Mientras muestran imágenes de templos, pinturas, esculturas con objetos de formas muy parecidas a Ovnis o seres realmente fuera de lo normal.
Charles estaba atrapado, su madre pronto le sirve un plato de espaguetis con salsa de tomate, y queso amarillo rallado.
Ambos veían aquel documental, mientras tras unos segundos parecían un poco abrumado por lo que quería presentar aquellos hombres, Ramona se quejó y dijo que aquellos eran una cuerda de locos, mientras para Charles, parecía tener un poco de sentido, despertó la curiosidad de preguntarse ¿habrá vida allá afuera? Lejos de nuestro pequeño planeta.
Pasada la hora pautada, se reunieron en casa de Eliel como habían acordado, los tres llamaron a la puerta de Luis, pero aún no había llegado nadie al parecer, luego bajaron a planta baja para buscar a Federico, este salió ahora vistiendo un uniforme de fútbol con los colores del equipo de Brasil,
Juntos volvían a la sombra de aquel árbol de jobo mientras Charles les contaba de aquel programa que hablaba sobre seres extraterrestres.
─ Yo una vez creo que vi una estrella fugaz ─ comenta Fede.
─ Tienen que verlo, lo pasan los sábados y domingo a medio día─ les recomendó Charles con entusiasmo por el tema.
─ ¡me parece extraño que Luís y Judy no hayan llegado! ─ comenta Isaac pensativo.
─ verdad, ellos siempre están los fines de semana─ reconoció Eliel pensando a la vez que justamente Luis había acordado salir ese día.
─ ¡Sí!, Luis y Judy iban a sacar la pelota y todo ─ vuelve a decir Isaac, preguntándose donde estarán sus amigos.
La brisa sopla aquella tarde brillante de sábado, y los jóvenes estaban tan solo sentados bajo aquel árbol que soltaba hojas verdes chillonas. Charles persigue con la mirada una de las hojas que bailaba en su caída frente a él,
─ ¿y qué vamos a hacer? ─ preguntó Fede sentado entre los otros tres.
Charles que estaba a su derecha dedica una mirada y responde. ─ No lo sabemos.
─ Ese ha sido el dilema de hoy─ vaciló Isaac para al menos no estar tan aburrido.
─ ¿ya no sacarán las bicicletas? ─ preguntó Fede confundido pues pensó que seguirían haciendo carreras.
─ ¡No! ─ sentencia al instante Charles, recordando la caída.
─ ¡Además Edgar y los gafos de Alfonso y Andrés están allá adelante! ─ agrega Isaac recordándoles que los brabucones andaban sueltos.
─Esos bichos si son fastidiosos ¿verdad? ─ comenta Eliel recordando el encuentro de hace un rato. ─ ¡como llamaron a Luis! “mantecudo” ─
─ ¡Mantecoso! ─ corrigió Charles recordando también con enojo.
─ ¡no sólo eso, lo despectivos que fueron! ─ agregó Isaac.
─ No sé de quiénes hablan─ confiesa Fede, tras oír aquellas cosas.
─ son unos niños de allá adelante, solo se la tiran de muy malos es todo ─ le explicó Isaac.
─ ¡bueno, hablando de otro tema! ─ cortó Eliel con un suspiro. ─ ¿Qué vamos a hacer?
─ podemos jugar “las traes”─ sugirió Charles.
─ ¿”Las traes”? Que ladilla… juguemos otra cosa… ─ se quejó Eliel con pereza de correr.
─ yo tengo pelota pero de goma─ dijo Fede.
─ ¡Podemos jugar “parecita”! ─ se animó Eliel ante la idea, los demás aceptaron y duraron un rato jugando a lanzar la pelota a la pared, y atrapándola pasándosela al otro de igual manera.
Tan rápido como si nada habían pasado tres horas, y jugar contra la pared se había vuelto muy competitivo los cuatro lanzaban la pelota con fuerza contra la pared para que ésta volviera con velocidad, aquellos niños saltaban de lado a lado en búsqueda de la pelota.
Más tarde, se escuchó a la mamá de Charles llamándolo por la ventana de su cuarto para que subiera, aquello hizo que todos volvieran a sus casas, con poco que hacer y siendo tan temprano, era mejor entrar.
Charles al entrar al apartamento se dirige a ducharse y cambiarse de una vez por todas, su madre aún no había notado la herida en su rodilla, así que mejor se pone un pantalón.
Charles modelaba con sus dedos un dinosaurio de plastilina, acostado sobre su cama esperando el momento para irse, pensando en aquello de los alienígenas, ¿serán reales? ¿Habrá vida más allá de nuestro cosmos? Y más importante aún… ¿serán amigos o enemigos? Pronto se escucha la corneta del carro de su padre, seguido de la madre avisando que ya bajaban desde la sala, tomaron sus bolsos, unas bolsas con algunos víveres y bajaron al estacionamiento, subieron a la camioneta picó dando vuelta en el estacionamiento y saliendo rumbo a la finca de la familia de su padre.
Charles iba sentado entre su padre y su madre, mientras estos iban platicando en el camino, que si su tío Julio se presentaría con su nueva esposa o no, que si sería capaz de llevar los niños, que si el otro tío, Antonio, llegaría a presentarse, etc. etc., etc. Eran tantas cosas, de las que duraban hablando, criticando, que tras volverse un torturador murmullo, terminaba ensordeciéndolo al punto que casi ni los escuchaba, saca del bolsillo de su sudadera gris, aquella pelota verde y grisácea de plastilina, girándola entre sus dedos mirando al cielo por el parabrisas, aquellas dos primeras estrellas en el crepúsculo… el azul de la noche comenzaba a devorarse los últimos tonos lilas y naranja sobre el cielo.
Mirando aquellas estrellas, comienza sentir aquella soledad que lo acompañaba, preguntándose si, era normal sentirse así aun estando allí sentado entre sus padres, apenas visible, o incluso en el edificio, aunque a veces, a veces sí siente que tiene amigos, no lo sabe, su madre tiende a veces a decir, que eran una mala influencia y aunque a veces hacían travesuras, no eran cosas de alarmarse, aunque así, a veces lo suelen poner los adultos.
Sin embargo era sobre la sensación de pertenencia, era más un anhelo, que una sensación del todo experimentada, se preguntaba si así se habrá de sentir un ser de los que hablaban en la televisión, “los extraterrestres”, seres incomprendidos, criaturas las cuales según el programa… ocultaban información los gobiernos, sobre autopsias de sus cuerpos incluso, era todo aquello una gran metáfora de la sociedad que conocía Charles, le tememos a lo diferente, lo ignoramos, incluso hasta le hacemos daño, Charles no pudo evitar recordar aquella vez, en que jugaban en el estacionamiento a las traes, Edgar y sus amigos se habían presentado como ese día desafiantes, aunque sospechosamente mansos (para como suelen ser) pidiendo para jugar con ellos, aunque aquello era una mala idea a final de cuentas había aceptado, luego en pleno juego, comenzaron a jugar rudo, golpeando en la cabeza para pasar quien las traes, empujando, hasta que finalmente Edgar terminó empujando a Charles tan duro contra Alfonso que dio una vuelta en el aire, y cayó sobre su coxis.
Se rumora que a una niña de las torres de adelante, le había estado metiendo la mano por debajo de la falda, y metiendo sus dedos, haciéndole cosas, dicen que la niña primero se negaba, o eso había escuchado decir a los adultos.
A personas como a él sin duda, Charles estaba seguro de que deberían hacerle la autopsia para descubrir que clase de trastorno mental tenía, para ser un niño tan malvado.
Finalmente, caída la noche habían llegado a la finca, su padre entró al terreno cuando Julio, un adolescente de unos dieciséis años, alto y moreno le abría el portón, (era el primo de Charles) otro al que a veces se le puede decir que es un brabucón más, dando salitas, tirándose gases en la cara de Charles, u obligándolo a jugar luchitas de hombros.
Llegan cerca de otra camioneta, una grande y familiar. Apagan el motor, suben los vidrios y salen de la camioneta para saludar, estaban dos perros grandes uno negro y uno manchado, ladraban desde los techos de la gran casa frente a ellos, que era la primera de dos, del otro lado estaba la casa de dos pisos,
Charles recoge sus bolsos de la parte de atrás de la camioneta, y sigue a sus padres quienes hablaban con Julio preguntándole como iba en la secundaria, los deportes, y así.
Charles aun aburrido vuelve a hacer girar entre sus dedos aquella plastilina verdosa y una vez instalados en una habitación en la segunda casa, en el piso de arriba, y sus padres en otra. Regresan a la primera casa, para conseguirse con Tío Julio, su hijo del mismo nombre, y su prima de nueve años, Adriana.
También estaba el Tío Antonio, con una tal novia Angélica, parecía ser alguien agradable, pronto el Señor Roberto, el papá de Charles, comenzó a preparar la parrilla bebiendo cervezas con sus hermanos, su mamá y la mujer también bebían cerveza sentadas en el patio, las luces del farol blanco estaban iluminando el área, su primo estaba jugando PlayStation en la casa principal, mientras su prima Adriana parecía estar leyendo un libro.
Charles sentado en una esquina seguía masajeando aquella pelota de plastilina, escuchando los crujidos del carbón, los grillos, de vez en cuando algún murciélago, mirando hacia la colina de la finca detrás de las casas.
Pronto, comienza disfrutar del cielo nocturno, se veían mucho más brillantes las estrellas esa noche, incluso diría que el cielo parecía más profundo. Distingue para su sorpresa una estrella fugaz en una corta trayectoria sobre la colina, se sobresalta, no recuerda si había visto alguna antes, luego para mayor sorpresa no muy lejos pasa otra estrella fugaz, estaba de suerte suponía, se acerca a su madre entusiasmado, tenía que contarle.
─ ¡mamá! ¡Mamá! ─ llamó rodeándola por su amplia cintura, la mujer seguía platicando con la chica mientras se reía mostrando sus grandes dientes como conejo. Charles llamó una vez más pero ella sólo dedicó una mirada tan fugaz como las estrellas que Charles acababa de ver, y continuó en lo suyo.
Charles insiste mirando a la colina y pensando que tal vez desde allá pueda verse mucho mejor, La señora Ramona reaccionó. ─ ¿Qué pasó Charles Gabriel? ¡Estoy hablando! ─ masculló inclinada hacia él.
A Charles no le gustó para nada aquella forma de responder de su madre, la miró por algunos segundos. ─ voy a subir a la colina.
─ Está bien… ¡Ten cuidado! ─respondió la madre y siguió en lo suyo, mientras Charles masajeaba la pelota caminando rumbo a la colina rodeando la casa, sobre el monte crecido pisaba mientras recordaba la reacción de su madre, intentando no darle importancia se consolaba con que no le puso excusas ni problemas para estar allí, se sienta sobre la grama y la tierra, lanza la mirada colina abajo dónde apenas se escuchaba los voceos de sus tíos y su padre, suspira, y luego mira al cielo disfrutando de aquellas estrellas brillantes esperando ver alguna otra estrella fugaz.
Sentando allí, mientras se preguntaba ¿Qué estarían haciendo sus amigos en la residencia? Podría imaginárselos jugando “fusilados” con el balón de voleibol de Luis, o quizás si no es así, sentados en la escalera en otra noche de cuentos de terror.
La historia de la noche anterior, lo había logrado asustar, incluso lo había hecho olvidar por completo aquella que él quería contar después de no haber sido interrumpidos por el padre de Francy e Isaac. Aunque no era su actividad favorita y menos en la oscuridad de los pasillos a media noche, se había convertido en algo significativo entre ellos en aquella torre, vuelve a alzar la mirada al cielo sin ver ninguna luna, solo estrellas y algunas nubes grises.
La brisa soplaba con cierta intensidad, el clima era frío pero no lo suficiente para correrlo, los grillos parecían haber bajado el ritmo de su canto y había un extraño silencio que de por sí no estaba nada mal para Charles.
En aquellos silencios es cuando su mente, comienza a plantearse los mejores análisis de documentales, artículos de revistas o periodísticos, incluso de asuntos personales, era en aquellos momentos cuando Charles podía ser del todo él mismo, aunque casi nunca había nadie.
La brisa sopla nuevamente con aquella fuerza, haciendo que las hojas y la grama hagan su silbido al bailar, por donde parecía oírse como si alguien o algo respiraran fuerte.
Charles lo escucha pero sigue tranquilo, aquellos sonidos de la naturaleza eran realmente estimulantes para él, el viento moviendo su melena, las estrellas radiantes sobre él, el canto de los grillos, todo se sentía bastante reconfortante,
Se escucha algo como un gruñido tras él.
Charles vuelve la mirada a los matorrales, pero no distingue más que solo árboles y sus sombras, permanece buscando detrás de él alguno de los perros, una de las tres vacas, o quizás alguna de las gallinas, ya que los caballos, ya estaban guardados en los establos, no tendrían nada que hacer sueltos a esas horas.
Charles trata de calmarse, aquello pudo haber sido el crujir de la rama de un árbol, o cualquier otra cosa con alguna explicación lógica.
Suspira y vuelve la mirada al cielo, buscando el consuelo que este le había brindado, controlando su respiración y tratando de recordar que estaba pensando antes de eso, unos segundos después escucha una risa apenas audible tras él, acompañado del ruido de la grama moviéndose, Charles vuelve la mirada tras él confundido ¿Qué era aquello que se escuchaba apenas? ¿Era acaso en su cabeza que escuchaba aquella risa? (Pensó) Sintiéndose de pronto observado, buscando a su alrededor aquel que se había reído, o a alguien tan siquiera, entre un árbol le parece ver una sombra, parece la silueta de algo, ¿será alguien escondido detrás? Se pregunta a sí mismo con la mirada fija al lugar, el viento soplaba nuevamente, y las hojas de los árboles volvían a hacer aquel ruido, esta vez se escuchan unos pasos sobre la grama, Charles comenzaba a tener miedo, vuelve la mirada buscando cuando vislumbra frente a él que alguien se acercaba, cuando por fin distingue: era su prima Adriana.
Charles suspira y trata de controlar los pequeños espasmos de sus huesudas piernas. ─ ¡Hola, Adriana! ─ saluda Charles tratando de no dar motivos para que se mofen de él.
─ ¿Qué haces aquí arriba? ─ le preguntó ella mientras terminaba de llegar a su lado recuperando el aliento de la escalada a la colina, y sentándose a un lado de Charles para su propia sorpresa.
─ ¡nada! ─ responde aun con sensación a falta de aire. ─… He estado viendo estrellas, han pasado dos estrellas fugaces.
─ ¿De verdad? ─ inquiere Adriana buscando con la mirada en el cielo.
Charles la observa preguntándose si habrá sido a su prima a quién había estado escuchando, y sobre todo preguntándose ¿Qué hacía ella allí? Su relación con sus primos no había sido del todo unida en el pasado.
─ eh… sí, creo que es la primera vez que veo una ─ respondió al fin.
─ ¿pediste algún deseo? ─ preguntó ella mirándolo, Charles hace una sonrisa nerviosa.
─ No, no lo pensé al momento… lo olvidé─ reconoció Charles.
─ ¡Qué bobo! … yo hubiese pedido al menos dos por cada una ─ respondió ella palmeándose las piernas, mirando al cielo con anhelo de ver alguna estrella fugaz.
─ lo tendré presente para la próxima─ sonríe Charles, jamás pensó que a su prima le interesaran, jamás pensó que le interesara nada, siempre le había parecido alguien seca y desabrida.
─ ¿Te gustan los astros y las cosas del espacio? ─ preguntó Charles masajeando aquella pelota de plastilina dentro del bolsillo de su suéter.
─ me llama un poco la atención, la verdad… Todo empezó con una exposición que me tocó hacer en la escuela, me tocaron las estrellas como tema… ¿sabías que son masas de gases? ¿Y aunque las estemos mirando puede que ya tengan muchísimos años que no están allí? ─ soltó Adriana.
─ ¡Guao! ¿Enserio? ─ musitó Charles mirando las estrellas preguntándose cómo es posible.
─ resulta que la luz de las estrellas tarda millones de años luz en viajar hasta nosotros, por lo que para cuando llegan pueden haberse extinguido y aun la seguimos viendo─ explicó Adriana con fascinación.
─ ¡Increíble, Adriana! ─ reconoció Charles asombrado.
─ Si, la profesora nos dijo que hay aún muchos secretos en el espacio, más allá de nuestro sistema solar… mi mamá me compró un telescopio, estoy esperando ansiosa por usarlo ─ contó Adriana mientras su tono de voz, y su expresión facial fueron tomados de forma nostálgica al que Charles pudo reconocer al instante.
─ ¿el telescopio está en casa de tu mamá? ─ preguntó Charles, comenzando a pensar que aquello de la separación de sus padres realmente le afectaba.
─Sí ─ musitó ella en respuesta con la mirada al cielo, un tanto pensativa.
Charles meditaba aquello sobre los padres de Adriana y Julio, y aunque su primo Julio era molesto, y tenía muy poco trato con Adriana sentía un poco de pena por sus primos.
─ ¿estás bien? ─ preguntó Charles a su prima, ésta sonríe forzadamente mientras asiente con la cabeza. ─ ¿estás segura?
─ ¡Sí! Solo… pensaba un poco ─ respondió al fin la niña.
─ disculpa si no es buen momento, pero… lamento mucho lo de tus padres ─ dice Charles intentando consolarla.
─ Gracias, Charles… la verdad, aunque tampoco es que siempre estamos muy unidos, a veces extraño a mamá en casa ─ confesó Adriana con aquel aire nostálgico aun protagonizado en su rostro.
─ Solo puedo imaginármelo, aunque sinceramente… parece un mal común en los padres… a veces parecen estar ausentes… aunque estén allí viviendo con uno ─ respondió Charles tratando de hacerla saber que no es la única que es distante con sus padres.
─ Al menos tus padres están juntos─ comentó en respuesta la niña.
─ Pues, sí… pero a veces, o no existo para ellos… o me ponen demasiado cuidado al extremo de sofocarme… es gracioso ¿no? ─ plantea Charles.
Adriana hace una risita comprendiendo el sentimiento, y sube sus piernas arrodilladas abrazándolas con sus brazos, meditando aquello.
─ supongo… que… mucho de cualquier cosa es sofocante─ soltó un pensamiento con aquella risa.
Charles ríe también, era irónico quejarse de ser y no ser invisible al mismo tiempo.
─ mejor conversemos sobre alguna otra cosa… ¿Qué me cuentas tú? ─ sugiere Adriana sentada, intentando hacer los malos recuerdos a un lado.
─ No mucho… muchas tareas y estar en casa─ responde Charles temiendo ser poco interesante.
─ ¿sigues en la misma escuela? ─ preguntó la prima.
─ Sí, mamá dice que terminaré allí la secundaria también, así que no creo que me cambien ─ dijo Charles con un tono de fastidio.
─ ¡Es la escuela “Madre María”! ¿Qué tiene de malo? ¿Quieres que te cambien? ─ espetó Adriana confundida.
─ No. debí expresarme mal… Solo que mis amigos de la residencia estudian todos en la escuela pública, y a veces pues… soy el que queda desactualizado, o fuera de ciertas cosas… tonterías supongo. ─ explica Charles.
─ ¡Ya recuerdo! Tus vecinos… los de tu cumpleaños ─ concluyó Adriana, recordando su última visita a casa de su primo.
─ Sí, ellos ─ musitó Charles.
─ bueno, no te preocupes, en vacaciones ya podrás salir con ellos, al menos donde vives hay más niños contemporáneos contigo… en cambio ─ trató de alentarlo, cuando este hizo la mirada hacia ella. ─ Yo solo tengo al bobo de Julio. ─ completó logrando que Charles soltara una risa y compartiendo un rato de buen humor.
Tras ellos se escucha unas hojas batirse, como si alguien anduviera cerca.
Adriana vuelve la mirada buscando, Charles la imita.
─ ¿Escuchaste eso? ─ preguntó Adriana un poco asustada.
─ ha de ser el viento─ intentó hacerse él valiente.
─ ¿El viento? ─ inquirió ella segura de que le pareció escuchar unos pasos sobre el montarral.
─ ¿prefieres que bajemos cerca de las casas? ─ le propone al ver lo asustada que estaba, y comenzando a asustarlo a él.
─ Sí, sí… Claro ─ acepta ella.
─ Bueno─ musita Charles poniéndose de pie, y extendiendo la mano para ayudar a Adriana a incorporarse. ─ ¿Qué piensas de los “extraterrestres”?
─ ¡¿Aliens?! ─ inquiere Adriana, sorprendida. ─ ¡Creo un sesenta por ciento en su existencia!
─ ¿Sesenta? ─ Le pregunta Charles al instante, curioso del ¿por qué exactamente ese porcentaje?.
─ ¡Pues en si el 50 por ciento de mi creencia, es en base a que es ridículo creer que los humanos somos la única forma de vida inteligente en todo el universo! ─ alegó Adriana sacudiéndose las nalgas el pantalón de su braga.
Charles hace un gesto pensativo, aquello pues, tenía validez.
─ el otro diez por ciento es gracias a un video que vi en internet sobre la evolución… para mí también explica formas de vida en otros planetas─ completó Adriana.
Se escucha otro ruido tras ellos, Charles y su prima vuelven la mirada buscando.
─ ¡mejor vámonos ya, Charles! ─ pide Adriana mirando temerosa hacia los árboles.
Charles hizo su mirada, hacia dónde antes de la llegada de su prima había visto una sombra, una que ya no estaba allí, ahorrándose la información asienta con la cabeza y comienza el descenso de la colina junto a su prima, regresando a las casas en la parte llana del terreno.
Tras cenar y compartir un rato con la familia, Charles volvió al patio donde la luz del faro blanco lo iluminaba. Hacía un tanto de frío, el viento continuaba soplando con fuerzas, mientras Charles miraba a la colina pensando ¿que pudo ser aquello que escuchaban?, quizás un intruso había entrado a los terrenos de la finca, o un animal salvaje, pero ¿Cuál animal? No había pumas, ni coyotes en el área hasta donde comprendía Charles, quizás solo un gato, o un perro.
Comenzó a plantearse las formas de vida fuera de este mundo mientras daba forma a la masa de plastilina con sus dedos, dándole unos brazos alargados y delgados, con delgados y alargados pies, pero la cabeza grande como los típicos enanitos verdes que ponen en la televisión, se escuchó un siseo en la voz del viento que soplaba, como si fuese un eco.
Un escalofrío recorrió su cuerpo, poniéndole la piel de gallina al instante, Charles se frotaba la piel intentando calmarse, sorprendido de su propia reacción mientras buscaba alrededor con la mirada, parecía estar sólo. Pero bien podría ser una de las bromas pesadas de sus primos, Julio o Adriana.
Levanta la mirada sobre la colina y vislumbra una silueta alta que al principio pensó que era un árbol o un arbusto pero comenzaba a tener una forma extraña, escalofriante, quizás era su mente jugándole una broma pues aquello parecía una figura humanoide muy alargada y alta.
Charles pule el cristal de sus gafas con los puños de su suéter, se las coloca y mira nuevamente aquello, seguía teniendo aquella forma, pero estaba tan lejos que no estaba seguro ni de lo que veía, vuelve la mirada al interior de la casa y a través de la puerta abierta, observa a todos concentrados platicando y compartiendo dentro de ella, así la mirada hacia la colina y para su sorpresa aquella silueta no estaba, no la distinguía por ningún lado, se preguntó si quizás había olvidado la ubicación exacta de donde la había visto anteriormente o si será que eso se había movido.
Comenzando a preocuparse, decide mejor entrar a la casa, sería más seguro, que esperar a que eso volviera a aparecerse, quién sabe si esa cosa también lo estaba viendo a él.
A la mañana siguiente, Charles se despierta sobre saltado, le faltaba el aire y temblaba, pero si quiera recordaba que había soñado, mira a su alrededor, rodeando la habitación con la mirada perplejo, estaba totalmente sólo y en calma, demasiada calma aquella habitación gigante y prácticamente vacía, iluminada por la luz del sol que se colaba entre las cortinas color salmón.
Charles se incorpora del lecho, busca con los pies las cholas de plástico, bostezando toma sus gafas de la mesa de noche junto a la enorme cama, frota sus ojos bajo sus gafas, y luego acerca su muñeca para ver la hora en su reloj, eran casi las diez de la mañana.
Aquello sí era extraño, su madre no había ido a despertarlo, ni siquiera para desayunar. El niño busca su toalla para ducharse colgándosela sobre el hombro, saca su cepillo de dientes y su estuche con el jabón.
Finalmente abre la puerta de la habitación lentamente, escuchando el ruido del silencio, apenas se escuchaba el motor del refrigerador y quién sabe el zumbido de qué, quizás de la ausencia del sonido.
─ ¡Mamá! ─ musitó saliendo de la habitación lanzando la mirada a ambos lados del corredor.
Charles comienza a recorrer aquel pasillo de paredes blancas, con la sensación de que algo sucedía, pasa la siguiente habitación, se asoma por la puerta, descubriéndola vacía, continúa en su andar llegando hasta el comedor, vacío también, lanza la mirada a través de la ventana hacia el patio vislumbrando los vehículos de su padre y sus tíos, pero no lograba distinguir a nadie afuera.
Pensando las posibilidades, se convence de que todos salieron a alguna parte a comprar algunas cosas para la tarde, así que entró al cuarto de baño y se duchó.
Algunos minutos más tarde, surge de la casa hacia el patio que llevaba a la otra casa, descubriendo la multitud de su familia reunida a los pies de la colina, parecían traer algo en una gran lona plástica negra, Charles se dirige al lugar cuando al incorporarse nota que su padre y sus tíos estaban llenos de sangre en su ropa y a lo largo de sus brazos, era demasiada sangre.
─ ¿Qué fue lo que pasó? ─ preguntó preocupado a su padre al verlo.
─ ¡Anda con tu madre! ─ respondió el hombre arrastrando aquel gran bulto con ayuda de sus hermanos, parecían llevarlo al patio apenas y podían.
Charles vuelve la mirada, y se reúne con su madre, la novia de su tío, y sus dos primos a los pies de la colina.
─ mamá… ¿Qué pasó? ¿De dónde es toda esa sangre? ─ preguntó el niño preocupado, aún más notando la tensión entre los presentes.
La señora Ramona recibe a su hijo bajo sus brazos. ─ ¡Es Simón! El caballo… parece que alguien lo soltó en la noche y lo mataron sobre la colina, los perros estaban comiéndoselo en la mañana─ explicó la mujer con aquella típica expresión asqueada.
Charles vuelve la mirada a aquel bulto, parecía muy pequeño para ser el caballo Simón, pero ¿Quién mataría al caballo? ¿Y por qué? Charles vuelve la mirada tras él, descubriendo colina hacia arriba una notoria cantidad de sangre, luego su mirada se detiene en el rostro temeroso de su prima Adriana, ésta, también lanza una mirada hacia él, parecía querer decirle algo.
Charles la miraba fijamente esperando algún gesto que confirmara sus sospechas, Adriana pronto camina hacia él deteniéndose a su lado.
─ debiste haber oído algo─ musitó Charles esperando no ser oído por los adultos.
─… sabía que dirías eso Charles ─ respondió ella con aquella mirada peculiar.
─ ¿escuchaste cuando pasó? ─ le preguntó en voz baja.
Ella lo miraba aún, con aquellos ojos, sin dar respuestas.
─ ¿Quieres acompañarme a la colina? ─ soltó Adriana despertando aún más la curiosidad de Charles, Este lanzó la mirada al lugar, unos pocos metros colina arriba, preguntándose si tendrá que ver con lo que sintieron la noche anterior.
Luego volvió la mirada a la prima, quien hizo un gesto hacia él como indicándole que la siguiera, Charles se percató si su madre y la mujer prestaban atención hacia ellos pero no lo hacían, así que sin más demora inició marcha siendo guiado por su prima.
─ ¿Qué sucede, Adriana? ¿Sabes quién le hizo esto a Simón? ─ le preguntó Charles una vez estuvieron lo suficientemente lejos para no ser escuchados.
─ ¿Saber? ─ repitió Adriana con aquel tono, como si aquello fuese posible.
─ Si lo sabes ¿por qué no se lo dices a los adultos?... ellos sabrán que hacer─ insiste Charles.
─ ese no es el caso, Charles… lo verás con tus propios ojos─ respondió la niña subiendo aquella colina, cuando pasaron donde la sangre de Simón delata la posible escena del crimen.
Charles mira la tierra y grama pintada de sangre, rodeada de moscas ─ ¡Aquí fue! ─ aseguró él al instante.
─ yo no sabría decir…─ respondió Adriana, Charles la mira sin comprender, ¿Qué no era evidente de que era así? Pero Adriana no se detuvo, siguió caminando Colina arriba, su primo la seguía hasta que finalmente se detienen.
─ ¿Qué sucede, Adriana? ¿Por qué me traes hasta aquí? ─ espetó Charles un poco angustiado.
─ me preguntaste si había escuchado alguna cosa anoche…─ apertura Adriana tratando de encontrar la forma de explicar aquello, mientras su primo la miraba fijamente tras los cristales de sus gafas.
─ Pues… Anoche me costó mucho dormir, me había quedado viendo televisión incluso y cuando me aburrí, continué leyendo mi libro… la verdad no sé a qué hora habrá sido, cuando empecé a escuchar perros chillando… ─ explicaba Adriana.
─ ¡Espera! Cuando dices perros llorando ¿te refieres Al Negro y a Vaquita?─ dijo Charles pues eran los únicos que habían en la finca.
─ Charles, se escuchaban más de dos perros, y te aseguro… que reconozco los aullidos de Vaquita y el Negro… ─ respondió Ella dejándolo pensativo. ─… pero eso no fue todo… me dio un poco de miedo oírlos aullar así, pero traté de no hacer caso… no estoy segura, pero creo que escuché a los caballos del establo relinchar, parecían un poco alterados… yo suponía que se debía al escándalo de los perros, pero después… ─ contaba Adriana cuando se queda pensativa, mirando a su primo, preguntándose si le llegaría a creer.
─ ¿Qué pasó después? ─ suplicó Charles, la intriga lo estaba comiendo.
─ Escuché… escuché un gran golpe sobre el techo, como si algo enorme pisara fuerte─ dijo al fin, aun dudando que su primo le creyese.
─ No comprendo, Adriana… ¿Qué insinúas? ¿Qué quieres decir? ─
─ Pues, esta mañana cuando subimos la colina, y descubrimos al Negro y a Vaquita comiendo de los restos de Simón… recordé, lo que escuché sobre el techo y… míralo por ti mismo ─ completó Adriana y señaló al techo plano de la casa de dos pisos.
Charles volvió la mirada hacia el lugar, descubriendo una gran cantidad de sangre, y lo que desde lejos parecían ser huellas de sangre, también.
─ creo… ─ musitó su prima al tiempo. ─ que lo que mató a Simón… tuvo que haberlo cargado hasta el techo de la casa.
─ Adriana…. ─ Balbuceó Charles tratando de imaginarse semejante cosa. ─ Pero es imposible, Ni siquiera… ni siquiera mi papá y mis tíos juntos podrían hacer eso.
─ ¿Crees que no lo sé?... llevo toda la mañana preguntándome cómo o porqué podría haber llegado la sangre allí. ─ Adriana aún con nervios intentaba descifrar aquello.
─ ¿Qué dijeron los adultos? ─ preguntó Charles, todavía, impactado.
─ Si lo han notado, no lo sé, yo no les he contado nada ─ respondió ella mirándolo.
─ ¿Qué tipo de ser puede cargar un caballo hasta el techo de una casa de dos pisos? ─ balbuceó Charles buscándole sentido a todo aquello.
─ Yo… pues, no lo sé, creo que… no debe ser algo humano… no sé si se debe a tantos videos que he visto en internet…─ comentaba Adriana.
─ ¿De qué hablas? algo como… ¿un “extraterrestre”? ─ espetó Charles.
─ No lo sé, quizás estoy navegando demasiado en la Deep Web o algo… ya no sé qué pensar ─ dijo ella.
─ ¿La qué cosa? ─ replicó Charles.
─ ¿Jamás has oído de la Deep Web? ─ le sorprendió, él negó con la cabeza. ─ Te creía más inteligente primo, veo que no has sacado la cabeza de esos libros impresos, aunque está bien la internet puede ser engañosa… La Deep Web es un sitio, dónde el contenido más oscuro y prohibido del internet está anclado.
─ ¿Cómo es que sabes usar tanto la computadora? ─ Se sorprendió Charles.
─ ¿Cómo es que tú no?... escucha, tengo mucho tiempo sola en casa, es más bajemos y te enseño mi cuaderno de apuntes, escribo los artículos e hipervínculos que más me llaman la atención ─ le dijo la prima.
Charles lanza la mirada hacia el techo de la casa, pensativo, decide que por el caballo Simón ya no hay nada que hacer, así que convencido de que tal vez Adriana tiene razón, la acompaña dentro de la casa, dónde buscaron aquel cuaderno de apunte; Aquella niña comenzó a expandir la mente de Charles, llenándola de la información que había sacado de aquella supuesta “Deep Web”
El cuaderno estaba repleto de nombres y fichas de todo tipo de temas, hablaba no solo de seres de otro mundo, y conspiraciones para mantenerlo en secreto, si no que también, hackers, venta de drogas, armas, órganos incluso, su prima le advirtió que una vez conozca el contenido de ese sitio, su forma de ver la vida cambiaría.
Tan pronto como Charles comprendió el concepto se pusieron a teorizar, que clase de criatura sería capaz de realizar tal hazaña como lo es subir al caballo al techo, juntos tras desayunar volvieron al establo, dónde ya solo quedaban dos caballos, convencidos de que resolverían aquel misterio o encontrarían alguna pista comienzan a buscar pruebas de que algo debió sacar a aquel caballo.
─ no parece que hayan forcejeado ─ comentó Adriana observando la puerta, entraron al lugar, los caballos al principio parecían asustarse por sus presencias allí pero pronto, se calmaron, rodearon el lugar completo, por fuera como por dentro.
Aquello era emocionante, aunque aún no conseguían resultado o pruebas de que fuese un “extraterrestre”, sin embargo Adriana no parecía cansarse de buscar, volvieron a la colina examinando el lugar, que llamaron “La Escena del Crimen”
Tan pronto como llegaron los hombres mayores de deshacerse de los restos del caballo, Charles y Adriana no pudieron evitar ir a preguntarles.
─ ¿Qué fue lo que le pasó a Simón? ─ preguntó Charles a su padre, acompañado por su prima que no parecía estar menos ansiosa por la respuesta.
─ No lo sé, parece que alguien lo mató… quizás se logró escapar del establo─ explicó vagamente el señor Roberto, la verdad aquel asunto del caballo era frustrante, alarmante, y preocupante.
Los dos niños, atrapados por el asunto, insistieron en preguntar ¿cómo sería posible que se escapara el animal de su sitio?, ¿ quién sospechaba que fuese responsable? Pero, el hombre en realidad, no tenía la más mínima idea, le preocupaba que fuese alguien de la zona con alguna razón para tentar contra la familia y sus terrenos.
Llegada la hora de almorzar, se acaban las opciones, ya no había más por hacer, nadie vio nada, ni sostenía alguna teoría para compartir con ellos, la resolución de aquel misterio fue todo un fracaso, aunque aquella experiencia había sido única, lo que ellos habían estado planteándose en sus cabezas era una gran aventura, aunque solo sea en su imaginación, Adriana y Charles se sentían por primera vez en confianza, con sus trajes de baño, disfrutaban de la piscina compartiendo los pasatiempos que les quitaban el sueño, intercambiando información de sus fascinaciones más alocadas.
Hasta que después de compartir una sopa hecha en leña, se despidieron, la noche estaba cayendo con prisa y cada uno debía volver a sus casas terminando así el fin de semana familiar en la finca.
Charles, vislumbra en su llegada aquel estacionamiento vacío, no se veía ni un alma cerca.
Se bajan del auto, recogen sus cosas, mientras sus padres se quejaban del cansancio, Charles se preguntaba ¿Qué habrán hecho sus amigos? Cuando en el primer piso de la torre, consigue a sus amigos, Judy, Eliel, Luis, Isaac y Francy sentados en el pasillo de Luis y Eliel.
─ ¡Hola! ─ Saludó Charles alegre de verlos, aunque sus amigos parecían estar bajos de humor cuando devolvieron aquel saludo.
─ ¿Qué hacen? ─ Se detiene Charles a preguntar, sus padres lanzan una mirada a los niños, pero deciden continuar su camino de regreso a la vivienda.
─ No mucho… solo hablamos─ dijo Isaac con aquel tono de voz, realmente todos estaban bajos de ánimo.
─ ¿Noches de cuentos de Terror? ─ espetó Charles, pues reunidos allí, algo debían de hacer.
─ No, la verdad hablábamos bobadas─ respondió Eliel esta vez.
─ Es que de camino acá se me ocurrió una increíble historia─ dijo con entusiasmo Charles, aquel fin de semana en la finca había refrescado su imaginación ─ ¿Estarán otro rato afuera? ─
─ Sí, eso creo─ respondió Eliel.
─ Bueno, subo las cosas y bajo ─ anunció Charles, subió corriendo las escaleras a la siguiente planta dónde su madre lo esperaba en la reja, mirándolo con aquella expresión, Charles estaba seguro de que le aguardaba algún sermón.
Una vez dentro de la casa, sus padres le llamarón la atención, venían llegando cansados y estaba un poco tarde para salir, Charles justificando que había hecho todas sus tareas, y se había perdido el juego de “Fusilado” con sus amigos, logró convencerlos de quedarse hasta las diez en el pasillo y volver sin necesidad de que lo llamaran, tan pronto como acomodó el equipaje que traía volvió a salir a unirse con sus amigos en el pasillo de la primera planta.
Realmente todos ellos tenían una cara larga, parecía como si todos hubiesen sido castigados a pasar allí todo el día.
─ ¿Todos listos para la noche de cuentos de terror? ─ preguntó entusiasmado.
Isaac lanza una mirada a Luis, luego a Judy, luego vuelve la mirada a Charles intentando sonreír. ─ Claro, cuéntanos Charles… ¿Quieres empezar? ─ dijo al fin.
─ ¡Claro! ─ Bramó Charles. ─ ¿Están todos listos?
Los presentes respondieron al unísono que lo estaban, cuando Luis se incorpora del suelo. ─ ¡Espera! ─ soltó Luis. ─ yo voy a entrar ya.
Charles, no podía creerlo; por primera vez estaba realmente interesado en participar en una “noche de cuentos de terror”, y Luis se iba a ir, para su sorpresa, Judy también se pone de pie.
─ Yo también me voy con Luis, adiós muchachos, adiós Francy─ anuncia despidiéndose.
─ ¿Por qué se van? ─ reprocha Charles alzando la mirada hacia ellos.
─ No nos sentimos de ánimos, Charles─ respondió Judy mientras se detenía frente a la puerta abriéndola con la llave.
─ ¡otro día me cuentas tu historia!... lo siento ─ agregó Luis, le tendió la mano en despedida, Charles atendió con su mano, confundido y un poco desanimado.
Los hermanos, arrastrando los pies, entraron al apartamento y cerraron la puerta tras entrar.
─ Ustedes si se van a quedar a oír mi historia ¿Cierto? ─ inquirió Charles.
─ Claro ─ respondió Isaac.
─ Judy y Luis se fueron porque estaban tristes, falleció su abuelita el viernes en la noche ─ explicó Eliel poniéndolo al día.
─ ¿Enserio? ─ soltó Charles, comprendiendo.
─ sí, han estado muy tristes ─ dijo Francy.
─ No han querido hacer ni jugar a nada─ comentó Isaac compartiendo aquella expresión trágica en el rostro.
─ ¡Con razón! ─ Suelta Charles sintiéndose un poco mal por si quiera haber podido dar unas palabras al respecto.
─Sí, pero bueno, Charles… es mejor que descansen, pasaron toda la noche en casa de la familia, luego en la funeraria… ─ contó Eliel.
─ Es mejor no hablar de eso aquí… Es más vayamos a las escaleras, y contemos ya los cuentos, mañana hay clases… ─comentó Isaac antes de que Charles pudiera decir algo al respecto, los cuatro niños consideraron que quizás Luis y Judy, los estaban escuchando desde su apartamento, y quizás no era nada bueno hacerlos sentir peor hablando del tema.
─ está bien ─ asintió Charles con cara seria, los cuatro se incorporaron y se sentaron en semicírculo en las escaleras que conducen a planta baja, con sigilo, comenzaron a conversar un poco, pidiendo moderación en la voz hasta que lograron sentir que hablaban en el tono adecuado, niños en fin, con frío, y una extraña sensación sombría en el corazón, se quedan por fin tranquilos, cuando Charles comienza su historia, la había imaginado toda de regreso a la residencia, esta sería su mejor historia contada en las “Noches de Cuentos de Terror”
─ ¡Empieza ya! ─ Exclamó Eliel conteniendo la voz, casi susurrando.
─Bueno… bueno…─ dijo Charles, aclaró la garganta y comenzó aquella historia. ─ “Era una noche en una parcela, cuando en una fiesta del cumpleaños número cincuenta, de la dueña del lugar, la familia… he… Humboldt…estaban reunidos en una barbacoa… alrededor de la piscina, estaban allí muchos bebiendo, y hablando mal uno de otros como los doble cara que eran, más todos estaban interesados en el doctorado de Julio, uno de los jóvenes mayores de la familia, con sus veinticinco años cumplidos apenas… ─
─ ¿veinticinco? ─ Se sorprendió Isaac, sin tener en cuenta si eso era mucha o poca edad, para haber sacado un doctorado.
─… ¡Sí!... veinticinco, Los mayores de la familia, no paraban de hablar sobre Julio, cuando en una silla cercana se encontraba… Carlos, El arqueólogo de la familia; Alto, fuerte, e inteligente, estaba sentado bebiendo un poco de Brandy, observando a la cumpleañera, bailando con la sobrina la bonita, cuando su prima Angélica, La científica… se sienta junto a él y comienzan hablar sobre sus trabajos. Angélica y Carlos no se habían hablado durante años pero es en esa noche que se cuentan cosas, se abren mutuamente sobre lo que es ser un “Humboldt”, la competencia por un título importante en la universidad, o una carrera resaltante, no habían artistas de pintura en la familia, los únicos Artista que habían en la familia, Eran actores de cine, o grandes solistas, sino no eran importantes (hablando de dinero y estatus, Claro) no se comentaba de ellos, ni se citaban a las reuniones de los Humboldt.
—Hablando de asuntos familiares fue cuando Angélica le cuenta que sus padres no habían ido a la fiesta porque se estaban divorciando, Carlos trató de consolarla, y decirle que todo estaría bien, que él nunca conoció a sus padres a fondo, ya que siempre estaban de viaje, solo en las fiestas familiares era que se veían, cuando, el Arqueólogo Carlos, observó que pasaba una estrella fugaz, pero pronto descubrió como caía desde el cielo hacia los sembradíos de uvas, Carlos y Angélica, apreciaron aquel resplandor del impacto y sus curiosidades científicas los impulsan decidiendo salir de aquella fiesta e ir a investigar, parecía ser un meteorito. Tomaron unos caballos del establo de la parcela y se fueron.
Pasaron bajo la luna llena entre las plantaciones, con las matas de Vid enredadas tan alto que los tapaban, direccionándose donde según sus instintos los guiaban. Se bajan de los caballos cuando llegan al lugar, ven un cráter relativamente grande, parece que era un poco más grande de lo que esperaban, “guao” dice Carlos, “vamos a asomarnos” dice Angélica, Carlos le advierte que era peligroso, así que se ofrece a meter su mano en búsqueda de lo que había caído del espacio exterior… Carlos, se quita el chaleco, se arranca la camisa y se envuelve la mano para sacarlo, cuando por fin lo ven, parecía una extraña bola metálica con formas circulares, parecía un pedazo de satélite o algo así, ambos comienzan a analizarlo, cuando algo a su alrededor empieza a asecharlos, corriendo de un lado a otro.
Los caballos se alborotaban, relinchando y pisoteando, los nervios de los dos se ponían a tope, dando giros sobre su lugar buscando, cuando algo jala brutalmente a uno de los caballos entre los sembradíos, y se escucha relinchar fuertemente, antes de quedar en silencio.—...—Los primos se asustaron, se preguntaban ¿Qué era eso? Cuando comienzan a husmear, ve una figura larguirucha, grisácea, con una cabeza muy grande devorándose al caballo, rápidamente volvieron al caballo que quedaba vivo, subieron a este, cabalgando de regreso a la fiesta, para alertar a todos, que un ser “Extraterrestre Carnívoro” estaba al asecho, pero ¿Cómo lo explicarían? Una vez llegan a la fiesta hacen parar la música, los presente se detienen, el arqueólogo y la científica se bajan del caballo y suben a la tarima sobre una de las casas, quedando altos a la vista de todos, tenían la atención de los presentes, de pie al lado del pastel.
“Tenemos algo importante que decirles a todos, presten atención…esto les va a sonar como una locura, pero tienen que creernos” dijo Carlos el Arqueólogo, comenzando a contarles lo que había pasado, con ayuda de su prima, cuando de los arbustos que separaban el gran jardín del establo, salió disparado medio cuerpo de un caballo, atravesando el jardín llevándose a varios a su paso, todos gritaron espavoridos, cuando también salta aquel ser humanoide de gran cabeza, gruñendo y escupiendo mucha sangre, fue cuando todos comenzaron a correr.
“un extraterrestre”, saltó cayéndole encima a uno de los invitados, lo destripó con sus grandes garras, y comenzó a devorarlo con sus fauces, todos corrían, a Carlos se le ocurrió buscar la escopeta de caza de la familia, la que estaba en la exhibición de cacería de los Humboldt.
Pero antes tenían que salir de allí, “debemos llevar a todos dentro de las casas” dijo gritando Angélica, y comenzaron a guiar a todos los que podían poner a salvo, El Alíen iba matando a todos por su paso.
Julio, del que todos hablaban, fue el primero que agarró uno de los pinchos metálicos del asador, con la punta al rojo vivo de las llamas, Carlos y Angélica le advierten que era muy peligroso, y comienzan a buscar algo con que atrapar a la criatura fuera de mundo…Carlos corre al interior de la casa, mientras Angélica toma uno de los blancos manteles de las mesas que estaban allí, se lo arroja a la criatura mientras su primo Julio quien lo amenazaba con la punta roja del pincho metálico, el mantel le cae a medio cuerpo, sin cubrirle sino media cabeza hasta las caderas, Julio se acelera y pincha la pierna derecha de la criatura, atravesándola de lado a lado, el “extraterrestre” gruñe de dolor, golpea a la científica arrojándola a la piscina, cubierta con la sábanas blancas, Carlos vuelve, con el rifle de la familia, carga, y busca al ser invasor con la mirada, cuando descubre que esa cosa estaba ahorcando a Julio, alzándolo sobre el aire, entonces ¡El arqueólogo Carlos!, dispara la escopeta apuntando en las costillas pero los nervios le hacen darle en el hombro, liberando a su primo que cayó al suelo, Carlos se pregunta dónde estará su prima la científica, cuando se asoma a la piscina, donde el agua se batía, como si hubiese caído allí, nota que alguien se hundía sin dudar, suelta el arma en el suelo y se lanza al agua, el “humanoide” lo miró gruñendo cuando estos apenas salían del agua, Angélica es salvada de ahogarse cegada por las sábanas, cuando salen de la piscina, Carlos le advierte a Angélica que se esconda con Julio en la casa, él acabaría con esto de una vez con un disparo en la cabeza, ¡Carlos era un gran arqueólogo, con bastantes otras habilidades!.
Entonces Angélica le pide que se cuide y vuelve a aquel lugar, Carlos recarga de nuevo, y comienza a buscar al “extraterrestre”, había desaparecido y se devuelve cerca de Angélica que ayudaba a andar a Julio, de regreso a la casa…
¡Ven con nosotros! le grita Angélica, y Carlos le responde “El alíen” desapareció ¡Debo acabar con él es muy peligroso!... ¡Tú, entra a la casa y llama a la policía!”
Ella insistió pero Carlos le pidió que se controlara, he hiciera lo que sabía que tenía que hacer, cuando Angélica grita “¡Cuidado!” Carlos se voltea y descubre el “extraterrestre” saltando hacia él, forcejean después de detenerlo con la escopeta, el “Alíen” era muy fuerte, pero Carlos, lo era aún más, lo empuja y le dispara en el estómago, el ser violento, cae al suelo tendido, Carlos lo ve unos segundos, y después vuelve con su prima, y su primo en la puerta de la casa, su prima le dice que es muy valiente, y le avisa que ya estaba por venir la policía, cuando de pronto se escucha algo tras ellos, Carlos se voltea, y dispara apenas viendo al “alíen” de nuevo detrás de él, esta vez le dispara en el cráneo ¡chií, chií, pos! … le quedó un gran agujero en la cabeza con una sangre color…Azul… ahora si estaban a salvo, pronto llegó la policía, no podían creer lo que veían sus ojos, empezaron a llamar más y más gente que pudieran hacerse competente de aquello, Angélica ya había tomado muestras del cuerpo, en secreto claro, pero luego, aparecieron unas personas de uniforme negro, en unas grandes camionetas blancas, poco después de eso, jamás se supo de algún reporte de contacto alienígena, la familia temía llamar a los medios, es más… uno de los miembros de la familia Humboldt era político, y fue advertido de que aquello era confidencial, lo que sucede después es… ¡Para otra Noche de cuentos de Terror! ─ culminó Charles interpretando un narrador tipo película, según él.
─ ¡Esa si me gustó! ─ Sentenció Eliel mirando con asombro a Charles, quién sonríe, tratando de contener la emoción, hasta él disfrutó contando aquella historia inventada.
Isaac lanza una mirada a Eliel, realmente era una buena historia, debía superar aquellas expectativas, aquella trama, aunque la historia de Charles no le había dado tanto miedo ─ ¡Muy buena historia, Charles! ─ Le reconoce Isaac al fin, Francy asiente, y mira por los respiraderos, estaba un poco nerviosa, espera que no se aparezca el hombre encapuchado, asomado por los respiraderos, como había pasado en otras noches allí sentados, cuando vuelve la mirada a sus acompañantes, habían dejado de dialogar y su hermano ya comenzaba a contar su historia.
─ ¡Esta… era una vez un hombre! ─ decía Isaac comenzando procesar aquello que le llegaba a la cabeza, a veces era como si viera una película en su mente aun estando despierto. ─…él era muy malo, no solo como persona, antes, pretendía ser lo mejor delante de los demás, la última gota de agua en medio del desierto, aunque siempre discutía con su madre, quien le reprochaba “hijo por favor, deja de beber tanto, de andar con esos amigos de parranda, ya vas a cumplir treinta” sollozaba la mujer ante sus malos humores, su hijo realmente era un cínico, reprochando lo que comía, lo que quisiera comer, y la culpaba de todo lo que no pudo ser, como ese domingo por la noche, que volvió a discutir con la pobre madre, ella no comprendía porque debía alterarse tanto, ofenderla, incluso sacudirla sujetándola por los brazos, gritándole, en la cúspides de su berrinche la empujó tras un sacudón y salió de la casa.
Ya estaba entre sus planes salir, ir a beber alcohol en cualquier club o antro, con sus amigos en las motos, haciendo lo que les plazca, su madre intentó muchas veces alejarlo de la mala vida, pero finalmente las calles habían logrado arrastrarlo a ese ritmo de vida, lleno de vicios y placeres, mientras caminaba, iba llegando a la plaza “Ribas”, iba pensativo en aquella discusión convenciéndose de que él no había hecho nada malo, ella fue quien inició todo, complicó todo, ¿Para qué pregunta las cosas que no quiere saber? Prefería aquellos tiempos, cuando la madre no sospechaba dónde estaba y haciendo que, cuando le agradaba el dinero que traía a casa, sin importarle su procedencia, cuando no estaba encimada sobre él, siente que sopla la brisa y sentía como que alguien lo miraba, incluso podría jurar escuchar como respiraba, como soltaba un aliento pesadamente, buscó con la mirada pero no había nadie cerca de él, pensó que sería quizás el motor de algún aire acondicionado, o un sistema de ventilación lo que estaba escuchando.
Continuó caminando cuando sintió que algo estaba acercándose por detrás, le parece ver la silueta de algo grande y encorvado tras él por el rabito del ojo, se da vuelta pero no hay nadie. Continúa su camino sintiéndose nervioso y a la vez tonto, sigue caminando entre las adoquinadas calles, cruza la esquina por fin encuentra un poco de luz, las calles hacia la plaza, desde el parque “La Estación” eran bastante oscuras, cada ciertas esquinas funcionaba un poste, cruza llegando la esquina entre la plaza “Ribas”, y la Iglesia, piensa en persignarse pero se siente furioso, malo incluso, no estaba para andar pidiendo bendiciones, estaba seguro de la oscuridad dentro de él, pero sin remordimiento evidente.
Nuevamente, pasando frente a la puerta grande y cuadrada de la Iglesia, alza la mirada contemplándola con aquella expresión de enojo en el rostro, aunque lo negara se sentía abrumado de estar allí frente a la iglesia, vuelve la mirada hacia la avenida, en la próxima esquina, cuando le parece ver que algo se oculta velozmente tras un árbol, se detiene, mirando el árbol esperando que aquello saliera, cuando es ahí mismo que empieza a batirse algunas ramas arriba, el hombre intenta acercarse para descubrir de pronto (asustándolo) unos ojos amarillos, un chirrido… era un gran búho café aleteando y alterado, luego se posa por completo sobre la rama, se sacude, y se le queda viendo al hombre mientras se controla, El ave lo había sorprendido, “¡Maldito Pájaro!” bramó y continúo su camino con miedo, deseando salir ya de aquel sitió escalofriante, comienza a acelerar el paso, casi llegando a la esquina escucha lo que le parece la voz de una mujer, vuelve la mirada, vislumbrando a penas a la distancia la figura de una dama de cabello amarillo y vestimenta negra, estaba tan lejos, mucho antes de la iglesia, no podía distinguirla, pero continuó sin más…quería beber, celebrar, volverse loco hasta que el cuerpo aguante, para regresar a casa.
Una vez en la tasca, cercana, en la esquina de la avenida, estaban dos compañeros bebiendo cervezas y jugando billar, estaban con unas muchachas que vestían muy poca prenda, y se maquillaban demasiado, aquel hombre tenía una novia, pero no es la primera vez que lo hace, de todas maneras ¿cómo negarse? Y ojos que no ven corazón que no siente, se besaban, la manoseaba, la nalgueaba, y le decía cosas sucias al oído, se sentía todo un macho tratándola así, realmente se lo creía, las mujeres estaban (al parecer) complacidas con esos hombres, sí, medio bien vestidos, marcas, motocicletas, celulares, mucho dinero en efectivo, pues quizás el dinero sucio, trae una vida sucia, ¿no?... tras el pasar de unas horas estaba rascado, había consumido todo lo que le ofrecieran sus amigos, salieron en la moto de uno a buscar a otro colega, conduciendo imprudentemente, bamboleándose entre los autos, pasándose las luces rojas, volvieron a aquella tasca, donde la rumba culminó, cuando algunos clientes se quejaron de los toqueteos exhibicionistas en el local, la riña, fue acalorada… un grupo de familiares se pusieron a discutir cuando aquel hombre abofeteó a una mujer allí de las que reclamaban, la gente se le fue encima de inmediato, y lo sacaron del local, cuando se incorpora se fuga, corriendo hacia la esquina que bajaba por la plaza, se detiene en su escape, comienza a caminar tranquilamente, viendo en la próxima esquina la plaza “Ribas”, La iglesia, y la larga trayectoria hasta el sector llamado, “La Otra banda”.
El sujeto, sentía que él estaba en lo correcto, estaba seguro y furioso pensaba en volver, volver con un arma y hacerse respetar, pondría a esas mujeres que lo arañaban por los brazos de rodilla, las haría hasta besar sus zapatos, llorando pidiendo disculpa, y a los tipos, ¡JA! Les daría una paliza, le pondría el arma en la boca, los haría defecarse en los pantalones, los humillaría, ¡Y pobre de aquel que los delatara!… ¡Que se cuidaran! No era un estúpido cualquiera, estaba con la gente pesada, en este pequeño estanque de pueblo.
Cuando estaba pasando por la puerta de la iglesia nuevamente, siente la necesidad de alzar la mirada, pero él estaba consumido de rabia, sigue caminando, Cuando le parece escuchar el voceo de una mujer, se detiene y vislumbra a una dama de cabello rubio y un largo vestido negro, cerca de la salida de la plaza que daba frente a la puerta de la iglesia.
Estaba de espalda y parecía estar abrigándose con sus brazos, parecía lógico pues estaba haciendo frío. El hombre se impresiona un poco por la mujer, se detiene en silencio observándola, escucha un especie de lamento apenas audible de la dama, mientras se sacude, parecía estar un poco agobiada por algo, la observa un poco de perfil, a simple vista lucía hermosa, era muy atractiva aunque estaba demasiado cubierta.
El hombre logra dar par de pasos hacia la mujer, que le trasmitía cierta sensación de alerta, comenzaba a preguntarse ¿qué hacía esa tipa por allí a esas horas? No creía en fantasmas, ni apariciones, pero tampoco quería quedarse a averiguar, se detiene lanzando otra mirada hacia la mujer, se paseaba con palpable angustia a la distancia, y decide continuar con su camino, cruza la esquina lanzando la mirada hacia el largo y oscuro camino, suenan las campanas de la iglesia anunciando la media noche, Un escalofrío recorrió a aquel hombre con las primeras campanadas, sintió qué una onda expansiva tenebrosa, lo atravesaba, como una pequeña sacudida.
Vuelve la mirada a la iglesia, como maldiciéndola por el susto que le había provocado, volviendo la mirada hacia el camino tras él, busca a la mujer con la mirada…las calles estaban iluminada por algunos faroles de la plaza, la brisa sopla, moviendo las palmeras y árboles de un pequeño jardín de la casa que estaba allí, tras el teléfono público descubre una silueta que se oculta, siente como si miles de arañas caminaran sobre su cuerpo, su piel se pone de gallina y vive una sensación helada en la cabeza, parecía ser la mujer, la de cabellos amarillos y vestido negro, parecía como si lo observara, oculta entre las sombras.
El sujeto, se da media vuelta y comienza a caminar, deprisa, preguntándose ¿Qué estaba pasando? ¿Qué quería esa mujer? ¿Por qué sentía tanto miedo?
Vuelve a voltear la mirada y no la ve cerca, mientras que se aseguraba de observar cada esquina, cada sombra… Estaba acelerado, sigue caminando con la vista hacia el frente, llegaba a la encrucijada que da al Parque “La Estación”, sin duda la más oscura, pasando el puente sobre el paso de la canal de agua, faltaba más, el camino era oscuro hasta la mitad de la siguiente esquina, incluso a veces, por las noches, se sentía como que algo te mirase desde adentro de aquel gran parque.
El tipo vuelve a mirar detrás de él y descubre a la mujer rubia aproximándose a él una calle detrás, vuelve la mirada tratando de medir lo que le falta por recorrer hasta la siguiente esquina, se escucha un especie de lamento, pero muy lejano, quizás hasta lo estaría imaginando, vuelve la mirada una vez más hacia aquella mujer que estaba más cerca, en la acera junto a la pared.
Esta vez, el hombre considera recorrer a toda prisa la oscuridad… y así salir rápido del tramo peligroso, al cruzar a la esquina faltarían dos calles para llegar a casa y todo habrá terminado, busca tras él una vez más con la mirada, descubriendo que ahora estaba más cerca sobre el medio de la calle, pero sus pies no parecían moverse, era como si se deslizaran.
El sujeto no estaba nada seguro de lo que veía, ni de lo que pensaba, vuelve a mirar el camino oscuro, más seguro que nunca de lo que tenía que hacer, acelera un poco el paso tratando de contener los nervios que lo abordaban, vuelve la mirada atrás faltando tan poco para entrar a la oscura calle, sin descubrir donde se encontraba esta vez su persecutora, aquello lo sobre saltó todavía más, habría pensado que tal vez lo calmaría voltear y que ella no esté, pero por lo contrario, su corazón saltó tan fuerte que casi se vomita, se tragó el buche de vómito, y prácticamente corrió al tramo oscuro, acelerando el paso, convenciéndose de que pronto llegará a la seguridad de su casa, a ritmo acelerado vuelve la mirada tras tres metros recorridos, cuando descubre la silueta de aquella mujer, parada donde comienza la sombra que cubría la calle, se escucha un lamento espantoso y lúgubre salir de ella, al tiempo que la brisa lo alcanzaba arrastrando las hojas caídas de los arboles hasta sus pies.
Eso fue suficiente, para reactivar aquel cosquilleo y continuar su marcha hacia la siguiente esquina, apretando literalmente las nalgas y con pasos rápidos el sujeto, pasa frente a las puertas del parque, evadiendo la oscuridad del sitio, vuelve la mirada atrás, aquella mujer, parecía estar más cerca, la oscura silueta de su cuerpo estaba a la mitad del tramo que el hombre había recorrido, nuevamente suelta un lamento espantoso y el hombre decide no volver a mirar atrás, acelera más el paso, apenas iba poco más de la mitad a recorrer, se oyen los lamentos de aquella mujer una y otra vez, lo hicieron erizarse cuando al tercero lo sintió retumbar como si hubiese gritado detrás de él, en la pata de su oreja, conteniéndose tanto como podía, corre el ultimo metro hasta salir a la luz, sin detenerse llega hasta el poste que iluminaba en la esquina y sin voltear atrás, cruza, tomando la calle a su casa, respirando acelerado y con pequeños espasmos nerviosos, se intenta calmar, esta calle estaba más alumbrada y a lo lejos podía oír música, lo que quiso indicarle, que ha de haber gente por el lugar, suspira convencido de que aquello había terminado, vuelve la mirada atrás, hacia la esquina, esperando que aquella mujer se haya quedado allá atrapada en la oscuridad. Sigue caminando lento esperando, un segundo más, para estar seguro “¡Terminó!” se dijo así mismo cuando volvió la mirada frente a él, a pocos metros…
…Aquella mujer aguardaba en el batir del viento, con su largo y antiguo vestido, y el cabello frondoso y dorado bailándole sobre la cara, el hombre se detuvo de inmediato… la mujer parecía calmar su llanto, mientras lo miraba.
“¿Qué quieres? ¡Aléjate! ¡Aléjate de mi camino!” le gritaba aquel hombre tratando de no dejarse asustar.
La mujer comenzó a sollozar con más intensidad, parecía enojada; el hombre, tiembla y mira para los lados pensando en donde esconderse, vuelve la mirada a la mujer, que empezaba a abrir sus brazos gritando fuerte y escalofriantemente, el hombre no espera, asustado se da media vuelta para huir del lugar, pero para su mayor sorpresa, al darse la vuelta aquella mujer estaba detrás, con los rostros tan cerca que podía ver el color oscuro de las carótidas de aquella mujer, antes de poder gritar o hacer nada, aquella pálida mujer abrió su boca gritando un lamento, al tiempo en que se ponía delgada, cadavérica, y sus ojos se tostaban y comenzaban a arder, botándole fuego por sus cuencas.
Fue cuando viendo a través de sus ojos ardientes en fuego, aquel hombre conoció el infierno que había creado para él soltando un último grito…poco después unos amigos lo encontraron desmayado a una calle de su casa, lo arrastraron hasta la puerta de su casa, donde su madre lo recibió a la mañana siguiente. Los siguiente siete días, permaneció dormido, con fiebres extremas, pesadillas y convulsiones, comenzó a recibir ayuda médica, pero los médicos no lograban dar con nada, una mujer recomendó a la madre hablar con un Cura que visite a su hijo, tras dos visitas del Cura bendiciendo la habitación, el hombre desapareció… aun su madre lo busca… ¡Fin!─ culminó Isaac aquella historia.
─ ¿Es la Sayona? ─ cuestionó Charles.
─ ¡Nooo! Es “la mujer de los ojos de fuego” ─ respondió Isaac tratando de esconder el enojo, era más que obvio según él.
─ ¡Qué cague me dio! ─ soltó Eliel tal semejante historia, poniéndose en el lugar del hombre del cuento de terror. ─ ¡Por eso es mejor portarse bien! ─ agrega después.
─ ¿Tú crees en fantasmas, Eliel? ─ le pregunta Francy riéndose de aquel comentario.
Eliel apretó sus labios, lanzando una mirada a los presentes, luego asintió con los ojos bien abiertos. ─ Pues, sí… mis abuelos siempre cuentan, que han visto “Espítirus”… ─ comentaba Eliel.
─ ¡Es Espíritus!... ─ corrige Charles al instante. ─ ¡A demás no puedes ser tan bobo de creer que algo así puede ser real!
─ ¡Claro que sí! ─ Replicó Eliel haciéndole morisquetas con la cara.
─ ¡Claro que no existen los fantasmas, espíritus, ni los demonios! ─ Sostiene Charles alzando la voz, estaba tan furioso, como ese niño se atrevía a saber más que los adultos, o los científicos.
─ ¿Por qué? ¿Por que lo dices tú? ─ grita Eliel en respuesta, estaba harto de que Charles creía saberlo todo.
─ ¡Porque lo dice la ciencia! ─ dice Charles con un poco de sarcasmo, mientras Isaac trata de hacerlos bajar la voz sospecha que pasaba de media noche.
─ ¡La ciencia no lo puede explicar todo, Einstein! ─ le devuelve Eliel gesticulando en voz baja.
─ ¿Eso crees? ¿Conoces la definición? ─ responde Charles alterado, su rostro estaba rosado.
─ ¡Bajen la voz! ─ Insiste Isaac.
─ ¡la ciencia es el estudio que verifica, todo… es decir… realiza un análisis, a través de pruebas, estudios y experimentos para demostrar la verdad de las cosas, así como la física, que es el estudio de todas las cosas que nos rodean ¡Es una ciencia! ─ escupía Charles tan rápido que casi disparaba pequeñas partículas de saliva sobre los otros tres.
─ ¡Charles! ─ musita Isaac colocando la mano sobre el hombro de su amigo, calmándolo, este lanza la mirada hacia él, parecía una iguana enojada. ─ Pues, yo sé, comprendo lo que dices pero yo también creo en esas cosas… como también creo en seres “extraterrestres”… son cosas de cada quien─ le explicó tratando de no hacerlo enojar más.
─ ¿Crees en fantasmas? ─ Le preguntó Charles.
─ S-sí, no sé cómo explicar que sea posible, pero sí creo en esas cosas─ Respondió Isaac, sintiendo miedo de admitirlo en voz alta.
─ ¡Pero como va a ser posible!... ─ reprochó Charles, cuando su amigo coloca la otra mano sobre su otro hombro.
─ ¡Charles! … Existen cientos de religiones… y todos creen que la suya es la correcta… es cuestión de tolerancia, respetar las diferencias de los demás…─ volvió a decir Isaac con aquel tono de voz calmado.
Isaac siente un escalofrió recorrer su espalda, hasta su nuca en la raíz de su cabello castaño oscuro y crespo, seguido le parece escuchar una respiración pesada, como una voz ronca que dejaba salir el aliento pesadamente.
Isaac, vuelve la mirada a los respiraderos bajando la escalera, por dónde se podía ver hacia el lado de atrás del edificio, sus tímpanos estaban tibios, miraba a la esquina a través de los respiradero esperando que alguien se asome, casi podía sentir la presencia de quien se ocultaba.
─ ¡Bueno!... cada quien puede creer lo que quiera─ musitó Charles aun con aquel tono de voz, se notaba que seguía molesto pero al menos había aceptado, Isaac reacciona con la mirada hacia Charles, y luego hacia Eliel.
─ Yo también creo en esas cosas─ dice de pronto Francy.
Los tres jóvenes, hacen la mirada a la niña de la braga naranja, quien los miraba con aquellos grandes ojos marrones sobre sus redondos cachetes, somnolienta, con los parpados caídos, y casi que tirada en las escaleras.
─ ¿subimos ya? ─ Le preguntó Isaac a su hermana, se había acabado el fin de semana y al día siguiente tenían clases, era mejor irse a descansar.
Francy pensaba la respuesta, pero no quería ser quien tuviese en sus manos acabar la salida del pasillo, aunque realmente quería irse desde hace mucho rato.
─ Si, mejor vayámonos de una vez a la casa─ soltó Charles poniéndose de pie.
Los otros lo miran en silencio, y luego se incorporan, realmente los ánimos estaban muy bajos para estar reunidos, y más con las típicas peleas de Charles y Eliel.
Tras despedirse, se fueron todos a sus apartamentos. Al cabo de algunas horas, Isaac era el único despierto en su casa, los demás se habían quedado dormidos viendo la televisión después de cenar, mientras Isaac tuvo que quedarse guardando la lámina de su exposición para el colegio.
Tenía que terminar de remarcar las líneas con el marcador negro, había pintado a Simón Rodríguez, y la verdad no había quedado mal.
Su madre, la señora Ana, le había confeccionado un traje como el de la época de la rebelión Venezolana, aunque Isaac le había pedido que quería un saco de cola, color verde aceituna opaco, con los hombros en dorado, la señora se lo costuró en color azul rey, pero los hombros si eran dorados, le buscó la espada de plástico con la que se había disfrazado de mago en carnavales e Incluso le dio un gran libro rojo para que cargara bajo el brazo.
Tras organizar las camisas, el saco azul y todo el resto del atuendo en una gran bolsa marrón, la coloca sobre la mesa del comedor, y luego coloca la mochila con los útiles al lado.
Se quita la camisa y el short quedándose en interiores, busca la toalla y se mete a bañar cansado.
Tras ponerse un mono verde de pijama para dormir, vuelve a la habitación iluminada solo por la pantalla de televisión que estaba encendida, Isaac cruza tomando el control remoto de la mesa que sostenía la pantalla, y con el mismo apaga el aparato quedando a oscuras, ahora era tan solo la luz de la cocina lo que iluminaba en aquel apartamento.
Llega hasta la cama de debajo de la litera persignándose, y orando al ángel de la guarda, mientras iba abriendo las dos grandes cobijas, una de ellas era su favorita bordada, era bastante fresca, finalmente se arropa acostado sobre el lecho, termina aquella oración, buscando comodidad, se mueve y retuerce bajo las sábanas, pensando miles de cosas por alguna razón: ¿Qué estudiar cuando sea grande? ¿Por qué existirán las personas malas? ¿Habrán “extraterrestres” entre nosotros? La verdad, ni el mismo Isaac a veces comprendían porque pensaba todas estas cosas, y tan distinta repentinamente.
La brisa sopla fuertemente y arrastran las ramas del árbol de algodón en las rejas de la ventana del cuarto, ligeramente sobre el aluminio.
Isaac dedica la mirada a la ventana, contemplando el sonido del viento y de la madera rastrillando en el metal, esperando por alguna razón no ver algo más.
Cuando escucha un silbido de dos tonos largos y tétricos, se escuchaba como un eco, resonante en el viento, Isaac lo escuchó, estaba seguro de haberlo escuchado, se pregunta si será alguien llamando a su perro tras pasearlo a éstas horas, escucha nuevamente aquel silbido, sacando de su memoria aquella historia que había contado el sábado.
¡Debe ser una coincidencia! (Pensaba para sí mismo) las posibilidades eran de una en un millón pero el prefería creer que era una simple coincidencia que aquel chiflido era idéntico al de su historia, después de todo, él la había inventado.
Se escucha por tercera vez, esta vez más cerca, Isaac se desabriga, y se incorpora un poco en el lecho, y con los dedos abre las rendijas de la ventana, mirando hacia el estacionamiento de la residencia de al lado.
Había algunos autos, estaba iluminado, pero desde la esquina junto al gran árbol de algodón, hasta el techo del estacionamiento, estaba oscuro.
Cuando le parecía no haber nadie allí, se escucharon unos pasos y el sonido de unos casqueos, seguido de aquel silbido de dos tonos.
Isaac se espelucó aun mirando a través de las rendijas de la ventana, comenzaba sentir miedo… algo le decía que mejor se acostara, y fingiera estar dormido hasta finalmente estarlo.
Pero aquello estaba allí, se escuchan esos pasos, y de la sombra se ve la parte inferior de alguien aproximándose, que lo hacen aferrarse a la ventana, miraba la sombra alargada sobre el piso de asfalto, surgiendo de aquella columna de cemento, silbando una vez más.
Isaac aparta la mirada de la ventana, no quería ver eso, y ¿si realmente era el monstruo?. No sabía lo que pasaría, pero… ¡Eso no es posible! … no tenía sentido, vuelve a asomarse, convencido de que aquello en el estacionamiento de al lado debía ser un hombre común y corriente.
Busca con la mirada en el estacionamiento, pero aquella sombra no estaba, ni había nadie allí, escucha como si algo se moviese abajo, sobre las hojas, cuando observa, descubre aquella figura alargada con espinas que rodeaban toda su espalda, surgiendo en la oscuridad tras el cuarto de la bomba de agua de su edificio.
¡Estaba ahora en la residencia! ¡Justo detrás de su edificio! Isaac temblaba viendo aquella monstruosidad sujetándose del borde de la enorme pared que daba a la otra residencia, cuando de pronto aquella cosa, vuelve la mirada hacia arriba directo en dirección a Isaac, destellando sus redondos ojos amarillos.
Isaac hace un ruido temblando, alejándose de las rejillas de las ventanas, vuelve la mirada en dirección a sus padres en la oscuridad de la habitación, pero ambos roncaban, Dios sabrá como se pondrán si los despierta, Isaac vuelve a acercase lentamente a mirar por la ventana, tratando de convencerse de que no era real, que todo era producto de su hiperactiva imaginación, un truco de su mente.
Mira buscando rápidamente tras el cuarto de la bomba de agua del edificio, vislumbrando que aquello parecía estar escalando la pared del edificio de camino a la ventana, Isaac desde arriba, veía como escalaba rápidamente y con movimientos extraños. Acelerado, Isaac se lanza al lecho acobijándose hasta la cabeza, con los ojos cerrados rezando a prisa, temblando, al extremo que sentía que se le batía la cama.
Sentía tanto miedo de que se metiese por la ventana y lo matase, aunque pasaron los minutos, no dejaba de creer que estaba allí, esperando a que se descobijara, escuchaba las ambulancias, los grillos, el viento, y los otros ruidos de la noche, pero aun así no se sentía tranquilo, escuchó que una mujer gritaba a lo lejos, lejos de verdad, escuchaba música, a lo lejos también, perros ladrando, de nuevo solo silencio, la brisa soplando y el árbol rasguñando de nuevo, hasta que se quedara dormido se quedaría así, los ojos le parpadean pesadamente, despierta recordando a su asechador y asustado se asegura de seguir en ese capullo de cobijas que había hecho, luchó un poco más con el sueño pero finalmente, sucumbió.
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El Diablo Rojo [Pronto En LIBRERÍAS]
Mystery / ThrillerLa serie de eventos paranormales que ocurren en la pequeña ciudad aragüeña La Victoria, podría comenzar a ser contada en cualquier punto del tiempo en su propia historia. Sin embargo quizás sería propicio hacerlo en la noche del 2005, cuando un grup...