Espalda - KagaKuro

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En teoría, la sombra siempre debe ir atrás de la luz y esta, a su vez, frente a la sombra. Así debía ser pues, una es el complemento de la otra, una hecha para hacer más brillante a la otra.

¿Entonces por qué demonios se la pasaba estando atrás de Kuroko todo el tiempo?

En un inicio no fue así. Cuando lo conoció siempre se colocaba por en frente del más bajo o porque no notaba su presencia, o por que Kuroko era demasiado lento para caminar estando más centrado en su malteada o en un libro.

Fue en aquellos baños termales que compartieron con Shōtoku que todo cambió.

Y es que Kagami, en uno de sus momentos de lucidez, prestó total atención al fantasma de Seirin que se dejaba hacer por las maravillosas manos de Mitobe al lavarle el cabello. Tenía que admitirlo, su superior era bueno haciendo limpieza capilar, como si todos sus hermanos fueran la capacitación que necesitaba.

Estaba disfrutando la calidez del agua cuando sus ojos se desviaron a los dos callados compañeros de Seirin. Mitobe, con su toalla puesta en su cintura, se alejó de Kuroko para llenar un balde de agua y echarlo a su cabeza para deshacerse del champú.

Ahí fue cuando Kagami pudo apreciar por completo la belleza de espalda que tenía su sombra.

Su piel era blanca, tan blanca que hacía honor al apodo que muchas veces oyó en bocas ajenas. Sin ninguna imperfección, ningún grano o cicatriz, como si fuera una fría porcelana. Con el vapor del lugar sus hombros se veían enrojecidos, brillando en un rosa chillón como sus mejillas y las puntas de sus orejas.

Se preguntó aquella vez si el tacto de la piel de Kuroko era tan frío como aparentaba.

Ese pensamiento lo llevó a otros, haciéndolo irse del baño y calmar el creciente calor de su intimidad.

No bastó mucho para que aquellos dos se volvieran más inseparables que antes al volverse novios. Noticia que no sorprendió a absolutamente nadie de Seirin, ni a la generación de los milagros. Siempre estaban pegados uno del otro.

Kagami amaba demasiado a Kuroko. Fueron sentimientos que se desarrollaron con el tiempo, la cercanía y sus charlas. El pelirrojo cayó tan enamorado que ni siquiera recordaba lo sucedido en las aguas termales y veía a Kuroko como un delicado ángel que no estaba dispuesto a mancillar.

Hasta que tuvieron su primera vez, y ambos fueron estúpidamente tiernos al hacerlo.

La bestia del apetito sexual de Kagami se despertó a los meses de relación, cuando la confianza y los momentos íntimos aumentaban.

Entonces se permitió fantasear nuevamente con la espalda de su novio.

Kagami adoraba abrazarlo por la espalda, aunque eso significara que después tendría calambres por la diferencia de estaturas. No importaba, abrazarlo así implicaría que su pecho tocara la espalda de Kuroko. Y aun por encima de las ropas Kagami podía sentir su suavidad y el tacto frío de la piel.

A diferencia de Kagami, él tenía la piel caliente.

Eso le gustaba, por que Kuroko siempre buscaría su calor en abrazos. Siempre que platicaban con otras personas y Kagami se sentía amoroso terminaba prácticamente colgado de los pequeños hombros de Tetsuya.

Amaba estar así, pero también amaba estar de otra manera.

La primera vez que se dignó a contemplar por completo esa zona fue en su segunda vez. Solos en su departamento ambos se sintieron coquetos y un par de besos dieron inicio a caricias con segundas intenciones.

Kagami tenía al pequeño sentado en su regazo, besándolo de frente. Sus manos, temblorosas, permanecían en sus caderas en espera de una señal que le diera el visto bueno de aumentar las sensaciones.

Fetishism: ΩDonde viven las historias. Descúbrelo ahora