En el momento en que el agotamiento y la soledad empezaban a ser insoportables, hizo su aparición Samantha en la vida de la joven madre y su hijo. Era una mujer que irradiaba belleza, tanto interna como externa, y que, con su comprensión y su dulzura inigualables, se acercó a ellos. Samantha, poseedora de un corazón enormemente generoso, no tardó en enamorarse de la joven y su hijo, tejiendo entre ellos un lazo que parecía estar predestinado por el cosmos. Tras meses de conversaciones profundas, risas compartidas y sueños mutuamente entrelazados, Samantha y la madre decidieron fusionar sus senderos y criar juntas al niño, quien por aquel entonces contaba ya con 3 meses de edad.
