El destino, con su habitual capricho, quiso que Lara, al alcanzar los 16 años, volviera a encontrarse con aquel niño que había sido su primer amor. Empujados por la complicidad típica de la adolescencia y el anhelo de explorar sentimientos aún más profundos, decidieron dar una nueva oportunidad a su amor. Esta vez, armados con la madurez y los sueños que ahora compartían, su relación logró florecer, sirviendo como un hermoso recordatorio de la importancia de las segundas oportunidades y el inestimable valor de la familia.
FIN.