El tiempo, fiel a su naturaleza implacable, avanzó velozmente, alterando por completo el entorno de nuestras protagonistas. Dieciséis años más tarde, aquel bebé se había convertido en un adolescente, heredero de la bondad y la belleza de sus madres, y se abría paso a través del emocionante mundo de los primeros amores bajo la atenta y cálida mirada de Samantha y su madre. Fue en este período cuando el joven conoció a una muchacha tan extraordinaria, que no tardó en conquistar el corazón de las dos mujeres que lo habían criado. La vida, con su habitual tendencia a sorprendernos, propició que esta joven pareja decidiera unir sus vidas en matrimonio y emprender un nuevo camino juntos, contando con la bendición incondicional de sus madres.