𝒫𝓇ℴ́𝓁ℴℊℴ || "ℒ𝒶 ℴ𝓇𝒹ℯ𝓃 𝒹ℯ𝓁 ℛ.𝒟."

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En las profundidades del Reino de los Demonios, el ambiente era tenso y sofocante. La Guerra Santa había desatado el caos entre las razas, y las batallas constantes apenas dejaban espacio para el respiro. El Rey Demonio, un ser colosal y de una presencia intimidante, observaba desde su trono de piedra mientras pensaba en cómo inclinar la balanza a su favor. Sabía que necesitaría algo más que fuerza bruta, algo más allá de las tropas demoníacas. Necesitaba un arma imparable, una criatura que pudiera destruir todo a su paso.

Decidido, convocó a sus hijos, Meliodas y Zeldris, los príncipes más poderosos de su reino.

Ambos llegaron al salón del trono, donde el Rey Demonio los esperaba. Meliodas, con su habitual semblante impaciente y agresivo, caminaba con determinación, mientras Zeldris mantenía su porte serio y frío, aunque internamente, estaba igual de confundido.

-Padre, ¿qué es lo que deseas? -preguntó Meliodas, cortante, sin intención de rodeos.

Zeldris lo miró de reojo, notando la falta de respeto en su tono, pero guardó silencio. Sabía que no era momento para cuestionar la impetuosidad de su hermano mayor.

El Rey Demonio, sentado imponente en su trono, los miró con una sonrisa sombría.

-He estado pensando en el futuro de esta guerra... y en lo que necesitamos para ganar -dijo, su voz profunda resonando en la vasta sala-. He decidido crear un arma, una criatura que sea imparable, cuyo poder demoniaco sobrepase cualquier cosa que hayamos visto.

Meliodas frunció el ceño, mientras Zeldris inclinaba levemente la cabeza, curioso.

-¿Un arma? -preguntó Zeldris, con una pizca de desconcierto en su tono-. ¿Qué tipo de arma?

El Rey Demonio los observó detenidamente antes de hablar, dejando que la tensión creciera en el aire.

-No será un arma cualquiera. Será una criatura, una que tú, Meliodas, traerás al mundo.

Meliodas se congeló por un momento, sus ojos verdes se estrecharon mientras procesaba las palabras de su padre. Entonces, sin poder contenerse, estalló.

-¿¡Qué!? -rugió Meliodas, dando un paso hacia adelante, el enojo emanando de su cuerpo-. ¿Acaso te has vuelto loco? ¡Soy un hombre, no puedo ser "madre" de nada!

Zeldris parpadeó, sorprendido por la revelación. Aunque no lo mostró abiertamente, el desconcierto se apoderó de él.

-Padre... -intervino Zeldris, con una voz más controlada-. Eso no tiene sentido. Meliodas es... es un hombre. ¿Cómo podría ser madre de una criatura?

El Rey Demonio soltó una risa grave que resonó en el salón como un trueno.

-Con el poder de la magia, todo es posible. -Se inclinó hacia adelante en su trono, mirando a Meliodas directamente a los ojos-. Serás transformado, Meliodas. Te convertirás en el recipiente de esta criatura, una descendencia de un poder que ningún otro ser podría igualar.

Meliodas estaba al borde de perder la calma. Su mandíbula estaba tan tensa que parecía que sus dientes podrían romperse.

-¡No voy a hacerlo! -gritó, su puño apretado con furia-. No pienso ser un experimento de tus locuras. ¡Ni siquiera entiendes lo que estás pidiendo!

Zeldris, hasta ese momento callado, se permitió un ligero suspiro, tratando de calmar la situación, aunque él mismo estaba abrumado por la idea.

-Padre... -comenzó con cautela-. ¿Cuál sería mi papel en todo esto?

El Rey Demonio sonrió de nuevo, con esa misma expresión maliciosa que siempre utilizaba cuando estaba tramando algo oscuro.

-Tú serás el padre, Zeldris. La criatura necesitará la fuerza combinada de ambos para alcanzar su máximo potencial.

Oʙʟɪɢᴀᴅᴏ ᴀ sᴇʀ ᴍᴀᴅʀᴇ || ᶻᵉˡⁱᵒᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora