𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁ℴ 4 || ℰ𝓁 𝓃𝒶𝒸𝒾𝓂𝒾ℯ𝓃𝓉ℴ 𝒹ℯ 𝓅ℯ𝓇𝒸𝒾𝓋𝒶𝓁

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El momento que tanto Meliodas había temido finalmente había llegado. La criatura, el arma del Rey Demonio, estaba a punto de nacer. A pesar de todo lo que había pasado, de los meses de rechazo y confusión, en el fondo de su corazón, Meliodas sentía algo diferente. No era solo una criatura... era su bebé, aunque se negaba a admitirlo abiertamente. Pero ahora, con las contracciones golpeando su cuerpo y la agonía inundando cada célula, esa conexión quedaba enterrada bajo un torrente de rabia y dolor.

-¡Zeldris! -gritó Meliodas, aferrándose a la mano de su hermano con tal fuerza que escuchó el crujido de sus huesos-. ¡Te odio por esto, te odio a ti, a esa maldita criatura y a nuestro padre!

Las parteras demoníacas trabajaban incansablemente, pero el proceso era intenso. Meliodas nunca había experimentado un dolor como este, y cada contracción lo hacía maldecir más fuerte. Zeldris, a su lado, intentaba mantener la calma, pero la tensión en su rostro lo traicionaba. Sabía que Meliodas lo estaba culpando en ese momento, pero también entendía que no eran más que palabras dichas en medio del tormento.

-¡Respira, Meliodas! ¡Respira profundo! -le decía Zeldris, apretando su mano mientras su propia se regeneraba-. Lo estás haciendo bien, solo aguanta un poco más...

-¡Cállate! -Meliodas jadeaba, intentando controlar la rabia y el dolor que lo consumía-. ¡Todo esto es tu culpa, Zeldris! ¡Y de ese maldito viejo que me obligó a esto!

Zeldris cerró los ojos por un momento, tragando saliva. Las palabras de Meliodas dolían más de lo que quería admitir, pero no podía dejar que eso lo afectara ahora. Sabía que su hermano estaba sufriendo más allá de lo físico. El peso emocional de todo lo que habían vivido se mezclaba con el dolor de dar a luz a esta criatura, a la cual Meliodas había resistido aceptar por tanto tiempo.

En una habitación lejana, los gritos de Meliodas resonaban incluso hasta los rincones más distantes del castillo. Chandler, atado a una silla por Cusack, lloraba desconsolado, incapaz de ayudar a su querido discípulo. Cusack había tomado la decisión de atarlo, temiendo que Chandler hiciera algo desesperado.

-Tranquilo, Chandler. Esto es algo que Meliodas debe atravesar solo -dijo Cusack con una voz firme, pero incluso él no podía ocultar la preocupación que sentía.

Las horas parecían eternas, pero finalmente, tras lo que parecieron siglos de sufrimiento, las parteras anunciaron el nacimiento. Un llanto agudo resonó en la habitación, llenando el aire pesado de tensión. Zeldris sintió que su corazón se detuvo por un instante. Miró al bebé en brazos de una de las parteras, quien lo envolvió rápidamente en una manta oscura y se lo acercó.

-Es un varón -dijo la partera con una ligera reverencia, entregando al bebé a Zeldris.

Zeldris lo sostuvo con cuidado, sus ojos brillando de una manera que rara vez mostraba. Era su hijo. Un pequeño ser demoníaco, con rasgos familiares y la herencia del clan demoníaco marcada en cada línea de su rostro.

-Es... -Zeldris no pudo evitar sonreír mientras lo observaba-. Es perfecto, Meliodas. Mira...

Pero cuando intentó acercar el bebé a Meliodas, la reacción de su hermano fue totalmente diferente.

-Horripilante... -murmuró Meliodas con una mirada fría, agotado por el esfuerzo-. Se parece a ti... Zeldris. Horripilante...

Zeldris se detuvo en seco, sintiendo un golpe en el pecho. Meliodas no había hecho más que insultar al bebé desde que había comenzado el parto, pero esta vez sus palabras parecían tener un filo más profundo. A pesar de que sabía que eran resultado del agotamiento y el dolor, las palabras de Meliodas lo hirieron. Pero lo que más lo inquietaba era la mirada que su hermano le dirigía al bebé.

Oʙʟɪɢᴀᴅᴏ ᴀ sᴇʀ ᴍᴀᴅʀᴇ || ᶻᵉˡⁱᵒᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora