Capítulo 3

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Flashback

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Flashback

El sol de la tarde entraba a raudales por las ventanas de la biblioteca, llenando la habitación de un cálido resplandor dorado. Maddy corría de un lado a otro, tocando las estanterías, hojeando libros y distrayéndose con cada cosa brillante que encontraba en su camino. Stefan la observaba desde el umbral, sonriendo. Había planeado este momento desde hacía semanas, buscando el regalo perfecto, y sabía que ahora era el momento adecuado.

—¡Papá, mira esto! —gritó Maddy, sosteniendo un enorme volumen de encuadernación antigua que parecía pesar tanto como ella. Las palabras en latín grabadas en la portada brillaban con una luz polvorienta bajo el sol. Intentó abrirlo, pero Stefan llegó a su lado rápidamente y lo sostuvo antes de que las viejas páginas se deshicieran bajo sus manos impacientes.

—Ese es un libro muy especial, Maddy —dijo, inclinándose a su altura. Sus ojos cafes, llenos de emoción y curiosidad, lo miraron con una intensidad casi desafiante—. Pero creo que tengo algo aún más especial para ti.

Ella lo miró con una mezcla de duda y. Stefan sacó un pequeño paquete envuelto en papel marrón, con un lazo rojo alrededor. Maddy se lanzó sobre él sin pensarlo dos veces, arrancando el papel con manos diminutas y enérgicas. Cuando finalmente vio lo que había adentro, se quedó quieta por un segundo, observando la pequeña libreta de tapas de cuero con un broche dorado.

—¿Qué es? —preguntó, frunciendo el ceño, claramente decepcionada de que no fuera un juguete o algo más grande,solo un libro con hojas en blanco.

—Es un diario —respondió Stefan, sonriendo—. Puedes escribir todo lo que quieras en él. Es solo para ti. Nadie más lo leerá, a menos que tú lo permitas.

Maddy levantó una ceja, dudando.

—¿Todo lo que quiera? —preguntó, empezando a hojear las páginas en blanco con dedos inquietos.

—Todo lo que quieras —repitió él, asintiendo con la cabeza—. Puedes escribir sobre tu día, sobre lo que piensas, lo que sientes... o puedes dibujar, si lo prefieres. Este diario es tuyo. Será como un amigo que siempre guardará tus secretos.

Maddy inclinó la cabeza, considerando la idea. Se sentó en el suelo, cruzando las piernas, y miró el diario de nuevo. Después de un momento, levantó la vista hacia Stefan, sus ojos llenos de sospecha y curiosidad.

—¿Tú tienes uno de estos? —preguntó, jugando con el broche dorado. La expresión de Stefan cambió, y por un instante, un destello de nostalgia pasó por su rostro.

—Sí, tuve uno cuando era joven. Me ayudaba a ordenar mis pensamientos,incluso ahora a veces lo hago —admitió, sentándose a su lado—. Escribir en un diario puede ser... liberador. A veces, es más fácil decir las cosas en papel que en voz alta.

Never Felt So AloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora