Después de casi tres días de incertidumbre y creciente tensión, Meliodas se encontraba al borde de sus límites. Aunque todavía estaba profundamente molesto y nervioso, sabía que no podía aplazar más lo inevitable. Si no lo hacía por su propia voluntad, su padre lo obligaría a hacerlo de una manera mucho más desagradable. Eso era lo que menos deseaba.
Zeldris, por otro lado, también estaba sumido en sus propios pensamientos. Se encontraba incluso más nervioso que antes. La idea de unirse tan íntimamente a su hermano, aunque forzada por las circunstancias, lo llenaba de vergüenza y desconcierto. Nunca habría imaginado verse en una situación así, donde él y Meliodas no eran más que piezas en el macabro juego de poder de su padre. Y aunque la idea le desagradaba profundamente, sabía que Meliodas estaba aún más afectado.
Al final, lo inevitable sucedió. Aunque ambos intentaron mantenerse fríos y distantes, la experiencia fue de todo menos fácil. La tensión en el aire era palpable y, cuando todo terminó, el silencio que siguió fue insoportable. No hubo palabras, solo el vacío de la obligación cumplida.
Ambos decidieron marchar a las termales del purgatorio después de la experiencia, buscando un refugio donde pudieran procesar lo ocurrido sin la mirada omnipresente de su padre. El agua caliente envolvía sus cuerpos, tratando de aliviar la tensión que cargaban, pero no podían escapar de la vergüenza y la incomodidad que sentían.
Meliodas, sentado a una distancia considerable de su hermano, mantenía la cabeza baja. Su rostro estaba pálido y su mente daba vueltas sin cesar. Zeldris, por su parte, intentaba mantener la compostura, pero su mirada traicionaba el nerviosismo que sentía.
-Esto fue... -Zeldris empezó a hablar, pero su voz temblaba ligeramente, traicionando su habitual frialdad-. Esto fue solo el principio.
Meliodas levantó la mirada lentamente, observando a su hermano con una mezcla de incredulidad y desesperación.
-¿Solo el principio? -repitió en voz baja, su tono cargado de amargura.
Zeldris asintió, aunque claramente incómodo con la conversación. No era fácil para él, pero sabía que debían enfrentar la realidad.
-Sí. -Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas-. Todavía falta lo más difícil. Esa... criatura se va a desarrollar dentro de ti. Crecerá. Y, cuando llegue el momento... tendrás que dar a luz.
Meliodas cerró los ojos con fuerza, sintiendo una ola de repulsión y angustia recorrer su cuerpo. La idea de dar a luz, de ser la "madre" en este grotesco escenario, lo hacía sentirse como si estuviera en una pesadilla de la que no podía escapar.
-No puedo... -murmuró, llevándose una mano a la frente-. No puedo creer que esto esté pasando.
Zeldris lo observó en silencio por un momento. También estaba nervioso, no solo por la situación, sino por lo que significaba para ellos. La criatura que estaban destinados a crear no era solo una herramienta para su padre; era una responsabilidad enorme que ninguno de los dos quería. Sin embargo, sabían que no podían escapar de su destino.
-Lo sé, hermano -dijo finalmente, su voz más suave, casi compasiva-. Esto es lo más lejos de lo que cualquiera de nosotros querría, pero... no tenemos elección. No podemos fallar.
Meliodas dejó escapar un suspiro pesado, sintiendo que el peso del mundo caía sobre él. Era el demonio más fuerte, el más temido por todos, incluso por los Cuatro Arcángeles. Y ahora, ahí estaba, sumido en una misión que no podía aceptar del todo, destinado a ser la madre de una criatura que ni siquiera deseaba. Era un destino que nunca habría imaginado para sí mismo.
-Nunca pensé que llegaría a esto -admitió en voz baja, sus manos temblando levemente bajo el agua-. Después de todo lo que he hecho, todo lo que he luchado... ¿Ahora soy la madre de un arma para nuestro padre? Es... es repugnante.
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Oʙʟɪɢᴀᴅᴏ ᴀ sᴇʀ ᴍᴀᴅʀᴇ || ᶻᵉˡⁱᵒᵈᵃˢ
Fanfiction𝐼𝑛𝑡𝑟𝑜𝑑𝑢𝑐𝑐𝑖𝑜́𝑛: 𝑴𝒆𝒍𝒊𝒐𝒅𝒂𝒔 𝒆𝒎𝒆𝒓𝒈𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒖𝒏 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒋𝒆 𝒄𝒖𝒚𝒐 𝒅𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒐 𝒔𝒆 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆𝒍𝒂𝒛𝒂 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒍 𝒑𝒆𝒔𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒉𝒆𝒓𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒊𝒎𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒂. 𝑬𝒏 𝒆𝒍 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒐 𝒓𝒊𝒏𝒄𝒐́𝒏 𝒅𝒆 �...