Pues genial, los grillos al poder - exclamó Martín agarrando a su ruslí y a su pájaro agapornis favorito del cuello mientras se dirigían hacia la playa.
—No somos los grillos, falta Kiki - corrigió Juanjo mirando a Martín.
—Nos ha cambiado por esa tal Violeta, ahora no es parte de los grillos - respondió Martín, y pronto se fijó en Juanjo que lo miraba como si acabara de decir algo inapropiado.
—Era broma, ¿cómo voy a decir eso de mi Kiki? - dijo Martín mirando a Agaporni.
—Más te vale, o pagarás por ello. ¿A que sí, Ruslana? - exclamó Juanjo mirando a la pelirroja que parecía estar metida en sus pensamientos.
—Eh, sí, sí, sí... - respondió ella, que lógicamente estaba metida en sus pensamientos mirando hacia el suelo. Quería dejar de sobrepensarlo todo, quería desconectar, tanta Chiara, tanta Chiara al final iba a ser hasta malo.
—Ruslí, ¿qué te pasa? Has estado toda la tarde callada - le preguntó Martín sabiendo lo que le pasaba pero preguntaba para saber si le contestaría. Ruslana lo miró y dijo:
—Nada, no me pasa nada, solo que estoy cansada - exclamó ella mintiendo, cosa que Juanjo se creyó, pero Martín no. Martín la miró con cara de "después hablábamos" y siguieron su recorrido hasta sus correspondientes casas.
Al día siguiente. Quedaban exactamente 3 días para acabar la universidad y que comenzara el verano. Ruslana se encontraba en su piso ordenando ropa y limpiando mientras escuchaba su playlist rockera de Spotify. Sonaba "Begin" de Maneskin. En ese mismo momento su momento música fue interrumpido por una llamada. Martín la estaba llamando.
—¡Hola, Martín! - saludó Ruslana mientras seguía doblando ropa y dando vueltas por la habitación con el móvil en altavoz.
—Hola, oye, una cosa, estamos aquí con los compañeros de clase en un bar tomando algo, por si quieres venir - dijo él.
—Ah, vale, perfecto, mándame ubicación y voy para allá - respondió ella, dejando la ropa encima de la cama para sujetar el móvil y colgar.
—Okey, te esperamos. ¡Adiós! - exclamó Martín.
—Adiós, allí nos vemos - correspondió Ruslana, finalizando la llamada y saliendo de su casa, guiándose por la ubicación que su amigo le había mandado.
Después de media hora, Ruslana llegó a su destino. Vestía una camiseta entre roja y blanca de baloncesto a juego con su pelo pelirrojo, que dejaba ver su tatuaje "Las chicas malas desafinan", una de sus canciones que más le marcó de su adolescencia, unos pantalones cargo negros y, cómo no, sus zapatillas Nike Jordan rojas y blancas que le quedaban de película.
—¡Hola! - dijo Martín nada más verla y se levantó para abrazarla.
Llevaban un rato sentados todos en aquella mesa blanca del bar tomando sus bebidas y algunos ya con su plato servido. Martín, Ruslana y otra compañera de su clase llamada Naiara dialogaban sobre qué iban a hacer en verano, dónde irían y esas cosas veraniegas.
—Yo me iba con mi madre de viaje a Italia, pero se han cambiado los planes... - aportó Naiara a la conversación, mirando a cierta persona sentada tres sillas más allá, miraba a un uruguayo que era nuevo en clase, se mudó a Granada para estudiar y de paso encontrar al amor de su vida.
—¡¿NO?! ¿En serio? ¿Con el nuevo? - exclamó Martín sorprendido.
Naiara asintió tímidamente, sonriendo.
—Sí, parece que hemos conectado muy bien. Quedamos hace un par de días y hablamos de muchas cosas. Es muy interesante y dulce.
Ruslana, mientras escuchaba la conversación, no podía evitar pensar en Chiara y Violeta. Había tantos sentimientos y situaciones sin resolver. Sin embargo, decidió disfrutar del momento con sus amigos y dejó que las preocupaciones se desvanecieran por un rato.
En ese instante, Ruslana sintió la vibración de su móvil. Miró la pantalla y vio una notificación de Instagram: Violeta había subido una historia. Curiosa, abrió la aplicación y vio una foto de Violeta y Chiara, sonriendo juntas y aparentemente pasándola bien.
Un destello de celos recorrió a Ruslana, sintiendo cómo su corazón se apretaba. Violeta y Chiara parecían muy cercanas, demasiado para su gusto.
—¿Qué pasa? —preguntó Martín, notando el cambio en la expresión de su amiga mientras le daba un sorbo a su batido.
—Mira esto —dijo Ruslana, mostrando la historia a Martín y a Naiara.
Martín frunció el ceño.
—Wow, se ven bastante cercanas. ¿Estás bien?
Naiara suspiró, intentando calmarla.
—No lo sé. Es que... No quiero que mi prima se interponga. Me pone nerviosa pensar en lo que pueda pasar entre ellas.
Naiara, siempre pragmática, intervino.
—¿Sabes qué, Ruslana? Creo que ya es hora de que tomes el control de esta situación. Si realmente sientes algo por Chiara, deberías hacérselo saber. Tal vez deberías pedirle salir antes de que Violeta avance más.
Ruslana se mordió el labio, dudando.
—¿Pedirle salir? No sé si es el momento adecuado.
—Claro que lo es —intervino Martín—. Si esperas demasiado, podrías perder tu oportunidad. Además, ¿qué es lo peor que podría pasar? Que te diga que no y sigan siendo amigas. Pero al menos sabrás que lo intentaste.
Ruslana tomó una profunda respiración. Las palabras de sus amigos tenían sentido. No quería perder a Chiara sin haberlo intentado.
—Está bien —dijo finalmente—. Le pediré salir. Pero necesito vuestro apoyo.
—Siempre lo tendrás —dijo Naiara, sonriendo y levantando su vaso—. Por el verano y nuevas oportunidades.
—Por el verano y nuevas oportunidades —repitió Martín, levantando su vaso también.
—Por el verano y nuevas oportunidades —dijo Ruslana, sonriendo mientras levantaba su vaso y brindaba con sus amigas, decidida a seguir su corazón.
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-Entre celos y corazones-
RomanceEn la ciudad de Granada, Ruslana y Violeta, dos primas inseparables, se preparan para un reencuentro emocionante. Sin embargo, su reunión toma un giro inesperado con la llegada de Kiki, una chica que despierta emociones que marcarán un antes y un de...