Era primavera en mi pequeño pueblo invernal. Me sabía de memoria cada rincón, cada casa, cada calle y cada ser que vivía allí, aunque daría lo que fuera por ver las luces iluminando en medio de la oscuridad de las callejuelas de piedra, colgadas de los tejados de las casas y brillando como pequeños soles en el universo.
Mi imaginación llegaba muy lejos, pero la verdad era que llevaba años sin salir de aquella habitación. Mi mente se entretenía imaginando como sería en realidad aquello a lo que sólo acertaba a esbozar en mi cabeza, apoyándose en todo lo que yo solía tocar u oler.
Era ciega de nacimiento.
Todo lo que había experimentado, todo lo que amaba y todo lo que conocía, todo eso era una simple versión de la realidad. Todo cuanto me rodeaba se alzaba en precario equilibrio, por lo que debía tener cuidado con no derribar esa enorme pila. Eso significaba que nunca sabría cómo eran mis flores favoritas, qué aspecto tenía el cielo estrellado o si los colores eran tan mágicos como decían. Jamás sabría cómo era quedar hipnotizado por el danzante movimiento del fuego o ver el atardecer en las olas de la playa.
Había algo especial en todo eso, tenía que admitirlo. Mi mente era como un castillo inexorable con sus propias leyes, alejado a años luz de lo que los demás veían por fuera. Supongo que concebirlo es imposible, pero así era exactamente como me sentía. Durante mis dieciocho años de vida, mi mente se había estrechado y estrechado para lograr imaginar lo inimaginable.
No obstante nada de aquello, nada, haría nunca justicia a la realidad.
Por otro lado, cada día que pasaba me llevaba un paso más cerca a darme cuenta de que apenas me quedaba tiempo. Mis ojos estaban muertos, mi cuerpo era débil, y mi corazón tenía una enfermedad que estaba acabando conmigo lentamente al principio, con mayor velocidad en aquellos momentos. Y la sensación de que dejaría esa vida de una forma tan simple y sin haberla realmente vivido, simplemente me corrompía por dentro.
Entonces, ¿por qué era incapaz de levantarme de la cama?
Hasta aquí el prólogo de Efímera. No lo he dicho aún, pero mi protagonista se llama Diana, y espero que este corto capítulo te haya servido para hacerte una idea de cómo es. Todo esto es solo una presentación, por supuesto la iremos conociendo mejor a medida que avanzamos en la novela.
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Efímera (en pausa)
Fantasy«Una joven con los ojos blancos como la nieve, mirando hacia el cielo nocturno y empuñando una espada de plata. Y ese cielo estaba limpio, limpio de nubes pero también de estrellas. Por último, presidiéndolo todo como un juez imparcial, una enorme L...