Me quedé quieta, demasiado consciente del filo que se clavaba poco a poco en mi cuello, cortándome la respiración. El metal frío me daba escalofríos en todo el cuerpo, el temblor de mis manos y el surco de las lágrimas eran rastros oscuros de la desesperación que se había adueñado de mi corazón.
—Te encontré —dijo Harry, detrás de mí.
Escuché vagamente, por encima de los alocados latidos de mi corazón, los pasos del segundo hombre acercándose a nosotros, y hablando con su compañero en susurros.
—Sé que dije que ya habría muerto, pero imagina que fuera Anastasia —decía, con un tono de súplica en la voz—. No le hagas nada, que podríamos sacarnos una pasta...
—No la mataré —le cortó Harry— todavía.
Entonces, lo sentí delante de mí, seguramente inclinado pues sentía su aliento en mi cara.
—¿Eres Anastasia?
Un peligroso silencio se interpuso entre nosotros, y apenas tuve tiempo de pensar antes de que mi instinto tomase riendas de la situación. Lo importante era sobrevivir, por lo menos de momento. Después habría tiempo de buscar a Ash. «¿Y si mis captores fueron los que se llevaron a Ash?», pensé de pronto, como producto de una idea repentina. De inmediato la descarté, no obstante, ya que no tenía sentido que me hubieran dejado atrás para después capturarme de nuevo.
Aunque quizás...
Asentí débilmente con la cabeza.
—¡Te lo dije! —exclamó la segunda voz, entusiasmada—. ¡Vamos a ser ricos!
Harry se retiró de delante de mí y pude respirar de nuevo con normalidad, pero no apartó la navaja de mi piel. En su lugar, la clavó aún más y murmuró, con tono amenazador:
—Espero que no nos estés mintiendo, mocosa.
***
Harry y su compañero me cargaron como un fardo, después de atarme las manos y amordazarme con un trozo de tela, hasta lo que supuse que sería su guarida. Cuando llegamos, me lanzaron al suelo y lancé una exclamación de dolor, mordiéndome el labio inferior para retener las lágrimas.
—Gracias a Dios que ya es de día —comentó el atacante del que aún no sabía el nombre—. Llevo toda la noche sin dormir.
Uno de los dos me dio la vuelta de un puntapié, y entonces supe que algo iba mal cuando me pareció reconocer la voz de Harry en una exclamación de horror.
—Eres... ¿¡ciega!?
De repente, la sangre se me congeló en las venas y mi corazón dejó de latir, por un momento, un instante.
Anastasia no debía ser ciega.
—Un accidente —logré decir, atragantándome con las palabras. No añadí nada más.
La excusa era muy pobre y lo sabía, pero de ninguna forma podía admitir que no era la chica que decía ser. En aquellos momentos, esa mentira era lo único que me mantendría con vida, al menos hasta que mi corazón se tranquilizara y el terror se desvaneciera lo suficiente como para pensar con claridad. Entonces, elaboraría un plan.
Saldría con vida de aquella. Lo sentía en mi alma, en mi mente, sabía que aunque mi corazón se estuviera muriendo y estuviera secuestrada sin entender nada, estaba escrito en las estrellas y en el cielo que yo viviría una vida como siempre lo había imaginado, en mis sueños más febriles que aparecían cuando yacía en la cama de mi habitación. Me sentía débil, pero era fuerte.
Me sentía encarcelada, pero era libre.
Esa libertad era algo que nadie, ni siquiera la muerte, me arrebataría. Mi imaginación era otra cosa que sólo me pertenecía a mí.
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Efímera (en pausa)
Fantasy«Una joven con los ojos blancos como la nieve, mirando hacia el cielo nocturno y empuñando una espada de plata. Y ese cielo estaba limpio, limpio de nubes pero también de estrellas. Por último, presidiéndolo todo como un juez imparcial, una enorme L...