MIA
Desperté en una habitación desgastada, rodeada por cuatro paredes sin ventanas. El aire era denso y cargado, y apenas podía distinguir los detalles de mi entorno. Me encontraba acostada sobre un colchón viejo y sucio. Mi visión era borrosa, y una sensación de mareo me invadía. Al intentar levantarme, caí al suelo, mis piernas incapaces de sostenerme. Un dolor sordo recorría mi cuerpo.
Respiré hondo, obligándome a calmarme. Cerré los ojos por un momento, tratando de aclarar mi mente. Recordé los secuaces irrumpiendo en mi departamento, la jeringa, el líquido que me había debilitado. Mi instinto de supervivencia se activó. Alessandro me había preparado para situaciones como esta, aunque nunca pensé que realmente llegaría el día.
Con esfuerzo, me levanté de nuevo, tambaleándome mientras me dirigía hacia la puerta. Cada paso era un reto, pero la adrenalina comenzó a tomar el control. Recordé las lecciones de Alessandro: mantener la calma, observar mi entorno, encontrar una manera de escapar.
Toqué la puerta con cautela, evaluando su solidez. Era de metal, probablemente reforzada. Mi mirada recorrió la habitación, buscando algo, cualquier cosa que pudiera usar para defenderme o para intentar abrir la puerta. Los recuerdos de las instrucciones de Alessandro seguían resonando en mi mente: "Nunca te rindas. Siempre busca una salida. Usa tu ingenio."
Mientras mis pensamientos se alineaban con esos consejos, comencé a buscar algún objeto útil en la habitación. Sabía que debía estar alerta y preparada para cualquier cosa. Mi objetivo era claro: encontrar una manera de salir de este lugar y volver a Alessandro.
Empecé a dar vueltas por la habitación, buscando algo, cualquier cosa que pudiera usar. Encontré una vieja lámpara de metal en un rincón, oxidada pero sólida. La tomé y la sostuve con fuerza, sintiendo un poco de seguridad al tener algo en mis manos. Con la lámpara en mano, me acerqué a la puerta de nuevo, tratando de escuchar si había algún sonido del otro lado.
El silencio era ensordecedor. Apoyé mi oreja contra la puerta, tratando de captar algún indicio de actividad, pero no había nada. Me senté en el suelo, dejando que mi mente se aclarara un poco más. Los recuerdos del secuestro seguían invadiendo mi mente. Recordé la fuerza con la que me habían sujetado, la desesperación que sentí al ser incapaz de defenderme. Pero también recordé la determinación en los ojos de Alessandro cuando me enseñaba a sobrevivir. Esa misma determinación comenzó a fluir en mí.
Me levanté de nuevo, con la lámpara en mano, y comencé a golpear la puerta con ella. Los golpes resonaban en la habitación, fuertes y constantes. No sabía si alguien me escucharía, pero no tenía otra opción. Tenía que intentarlo. Cada golpe era un esfuerzo, pero no me detuve. Golpeé y golpeé, con la esperanza de que la puerta cediera o que alguien del otro lado cometiera un error.
Después de varios minutos, el sudor empezó a correr por mi frente. Mi respiración se aceleraba, pero no me detuve. Finalmente, escuché un sonido, un leve clic. Retrocedí, esperando. La puerta se abrió lentamente y un hombre apareció en el umbral, sorprendido al verme de pie con la lámpara en mano.
Sin pensarlo, lancé la lámpara hacia él, golpeándolo en la cabeza. Cayó al suelo, aturdido. Aproveché el momento y salí corriendo por el pasillo. Mi corazón latía con fuerza mientras corría, sin mirar atrás. No sabía a dónde iba, pero tenía que salir de allí.
El pasillo estaba oscuro y estrecho. Las paredes eran de concreto y no había ventanas. Seguí corriendo, buscando una salida. Escuché voces detrás de mí, sabiendo que no tenía mucho tiempo. Giré una esquina y vi una puerta al final del pasillo. Corrí hacia ella, rezando para que no estuviera cerrada con llave.
Llegué a la puerta y la empujé con todas mis fuerzas. Se abrió y me encontré en una escalera que descendía. Bajé corriendo los escalones, casi cayendo en mi prisa. Llegué al fondo de las escaleras y vi otra puerta. La abrí y salí a la luz del día. El aire fresco golpeó mi rostro, llenándome de energía renovada. Estaba en una especie de almacén abandonado, rodeado de viejos edificios industriales. No había nadie a la vista.
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La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...