I.

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El estruendo que hizo la taza de café al estrellarse contra el suelo, en lugar de haber llegado a la mesa sin problema alguno, le reveló a Chuuya un problema al cual ponerle atención de inmediato.

Esa mañana había despertado con la leve sensación de pesadez, como si la gravedad hiciera su trabajo en mantenerlo con los pies en la tierra en contra de su voluntad; fuerza a la que no estaba acostumbrado, a menos que fuera planeado por él. Al inicio le restó importancia. Pensó que la misión del día anterior solo pasaba factura a sus músculos cansados, lo suficiente como para impedirle moverse con ligereza, tal cual estaba habituado. Salió de la cama y sintió el suelo frío debajo de sus pies, sorprendiéndose al instante de sentirlo tan... real.

Si, era eso. Si pudiera darle una sola palabra a aquella sensación de pesadez, sería "real".

Trató de no preocuparse. Solo bastaba con tomar una ducha, desayunar, alistarse y dedicarse el resto del día a mantenerse ocupado con el fastidioso reporte que no alcanzó a escribir en la noche, después de curar sus heridas, para pasar a entrenar un poco. Estaba seguro de que bien entrada la tarde todo correría de manera normal.

Sin embargo, ver la cerámica hecha pedazos sobre la gran mancha de café en el suelo, cuando se supone que Tainted la llevaría intacta a la mesa, le dio a entender todo lo contrario. Ese no sería un día normal.

El sudor frío le resbaló por la sien mientras se esforzaba en traer los recuerdos del día anterior a su cabeza. Buscó cada detalle: rostros, habilidades, momentos en lo que tuvo contacto con el enemigo, palabras que le revelaran algo. Pero no encontró nada. En ningún momento se dijo sobre una habilidad que le hubiera bloqueado de alguna forma la suya. Incluso, estaba seguro de que el bando contrario solo contaba con un usuario, el cual podía manipular la trayectoria de los disparos usando cálculos exactos y víctimas con quienes cambiar de lugar. Fuera de eso, en las fichas no figuraba alguna información adicional que pasaba por alto. ¿Qué ocurrió entonces?

Se sentó en la silla frente al comedor, llevándose una mano al cabello, el cual jaló con angustia al no dar con la respuesta, mientras la tostadora sacaba el pan que había metido minutos atrás. Poco le importó que la mancha café quedara pegada en el suelo blanco de su cocina, tampoco que se le hiciera tarde para ir a trabajar; tenía un problema mayor. Miró a un lado el salero con forma de gato que Akutagawa le regaló un día que fue a la feria con Gin, diciéndole que lo había ganado en un juego y que su hermana le había rechazado por ser un regalo «demasiado simple». Lo tocó con la intención de hacerlo levitar y maldijo cuando el objeto ni siquiera se movió un milímetro de su lugar.

—Maldición.

Era un hecho, su habilidad se había ido.

Regresó lo más rápido que pudo a su habitación para vestirse, y salió diez minutos después de su departamento hacía la sede de Port Mafia. Mori no estaría nada contento con lo sucedido y posiblemente sugeriría hacerle algunos estudios —idea que detestaba— para descartar alguna anomalía propia. Trató de convencerse de que estaba dispuesto a lo que sea, si lograba dar con la respuesta, y esperó que tal convicción no fuera a verse mermada cuando el mayor en verdad planteara dichos estudios como una opción.

Con eso en mente, entró decidido a la oficina del líder sin anunciarse. Explicó a un confundido Mori Ougai el problema, importándole poco que el hombre estuviera en plena hora del té con Elise y sus tres osos de peluche, y demostró que por más que fuera su voluntad hacer levitar incluso cosas pequeñas, era simplemente imposible.

El mayor se mostró molesto al inicio por la interrupción, luego, pasó a la incredulidad cuando escuchó la rápida anécdota de la taza de café rota y finalmente la preocupación le obligó a ponerse de pie, ignorando los reclamos de la pequeña rubia, para mirar por el gran ventanal de su oficina con expresión pensativa.

ENTRE LUZ Y OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora