II.

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El camino fue bastante tranquilo para su gusto. Si bien, no eran de los que apenas se veían hablaban sobre su vida privada, tampoco eran ajenos al interés mutuo. Ya sea por mero afán de molestarse, o simple curiosidad, comenzaban con una broma y terminaban revelándose información muy personal. Incluso, en alguna ocasión que se toparon en un bar, revelaron sus preferencias sexuales; tema que obviamente no se volvió a tocar estando sobrios, e ignoraron bajo la justificación de no recordar lo que se habló aquella noche. Aun así, Chuuya estaba acostumbrado a escuchar la cantarina voz de Dazai molestarle hasta el cansancio. Por lo que el silencio en que se habían sumergido desde que salieron del edificio donde el castaño trabajaba le tenía de los nervios.

Claramente él era quien debería comenzar la plática, exponiéndole la razón por la cual le buscaba a tan temprana hora y directo en las oficinas de la Agencia, siendo que solo podían encontrarse cuando ambas organizaciones así lo requirieran. Sin embargo, no sabía cómo abordar el tema sin recibir burlas que solo le frustrarían más. No, ni siquiera tenía claro qué decirle, pues jamás imaginó tener que pedirle ayuda con algo siendo él tan independiente del vínculo que alguna vez los unió. Es más, lo fue en su tiempo gracias a Mori, porque realmente él no habría dependido tanto de Dazai como se vio durante su era en la mafia; él no necesitaba de Dazai, podía apañárselas por su cuenta sin deberle nada.

—¿Cuál es el problema?

La voz seria del castaño le hizo respingar. Se dio cuenta de que estaban cerca de uno de los almacenes abandonados de la mafia, en el puerto.

Tan absorto iba en sus pensamientos que no se percató de la distancia recorrida, mucho menos del sitio al que Dazai le llevó.

—¿Por qué estamos aquí? —cuestionó, demostrándole al castaño incomodidad por el sitio.

—Creí que Chuuya necesitaba un espacio seguro.

—Debes estar demasiado enfermo como para traerme aquí —reprochó. El lugar en sí le reavivó malos recuerdos—. De entrada, me veo en la necesidad de recordarte que todo lo que pasó fue tu culpa.

—¿A Chuuya no le gustó ser la damisela en apuros en esa misión?

—Imbécil, me secuestraron por días.

—Te estuve vigilando casi todo el tiempo —restó importancia—. Me duele que creyeras que te abandonaría con ese grupo de pervertidos.

—¡Lo hiciste! ¡¿Tienes idea de lo que me hicieron?!

—No lo sé —dijo mirándolo fijamente. Toda la atención estaba puesta sobre el sonrojado rostro de Chuuya—. No quisiste decirme nada. Así que, si tienes que sacarlo ahora, te escucho.

El mafioso frunció el ceño y chasqueó molesto susurrando un suave «ya no importa», para después girar y darle la espalda. Cerró los ojos, calmó su respiración agitada y observó con detenimiento el lugar. El almacén no fue utilizado una vez ellos acabaron con la pequeña organización que resguardaba armas y joyas de Port Mafia que fueron robadas por un subordinado de alto rango, quien traicionó a Mori en cuanto le fue encomendado el sitio a su cargo. Chuuya y Dazai lo descubrieron apenas pasó una semana y, movidos por la furia de Mori, se les dio la tarea de regresar los recursos a la Mafia y acabar con el enemigo junto a la gente con la que trabajaba. Con lo que no contaron, fue con el hecho de que aquel subordinado tenía información que costó la libertad de Chuuya por cinco días, en los que fue torturado sin ningún objetivo en concreto.

Dazai siguió cada paso, más tuvo que esperar el momento adecuado para actuar, pues en las filas opuestas tenían a un usuario que amenazaba a Chuuya día y noche, sin saber este el peligro que corría al estar cerca de él. De esa forma, el castaño tuvo que ignorar la molestia de saber a su compañero en malas condiciones, mientras él se quedaba de brazos cruzados. El rescate se dio al quinto día en que Dazai encontró una apertura y se infiltró; incitó a Chuuya a usar Corrupción y todo fue solucionado en cuestión de minutos. O al menos eso creyó.

ENTRE LUZ Y OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora