MIA
25 DE DICIEMBRE, 12:00 AM
Estoy sentada en el asiento del pasajero de una camioneta negra, observando con preocupación al hombre de la cicatriz en el rostro que conduce, quien ahora se que se llama Leo. Su expresión es severa, y la prisa con la que maneja me hace temer lo peor. Mi mente está llena de preguntas, y el silencio en el vehículo es abrumador. Finalmente, no puedo aguantar más y rompo el silencio.
—¿Qué ha pasado? —pregunto, tratando de mantener la calma—.
Él me lanza una mirada rápida antes de volver a concentrarse en la carretera.
—Alessandro resultó herido durante el enfrentamiento con los Dragones Azules —dice Leo con voz grave—. Está en un hospital privado ahora mismo. Ha recibido un disparo en el abdomen.
Mi corazón se hunde al escuchar esas palabras. La preocupación y el miedo se mezclan en mi pecho, formando un nudo que apenas puedo soportar. Miro por la ventana, viendo cómo las luces de la ciudad pasan rápidamente, pero mi mente está en otra parte, enfocada en Alessandro.
El camino al hospital parece eterno. Cada minuto que pasa aumenta mi ansiedad. Finalmente, llegamos. Salgo de la camioneta y corro hacia la entrada, sin preocuparme por el frío que muerde mi piel.
Al entrar, veo a varios médicos y enfermeras moviéndose rápidamente, sus rostros serios y concentrados. Mi mirada se fija en una camilla que está siendo empujada hacia el quirófano. Ahí está Alessandro, inconsciente, con el rostro pálido y una expresión de dolor grabada en sus facciones. Un vendaje cubre su abdomen, pero puedo ver la sangre que se filtra a través de él.
—¡Alessandro! —grito, corriendo hacia él, pero una enfermera me detiene con suavidad pero firmeza—.
—Señorita, necesitamos llevarlo al quirófano de inmediato —le informa la enfermera, su tono es profesional pero amable—. Haremos todo lo posible por él.
Asiento, incapaz de hablar, y me quedo allí, observando cómo se llevan a Alessandro. Las puertas del quirófano se cierran tras ellos, dejándome en la sala de espera, sola con mis pensamientos y mi miedo.
Me siento en una de las sillas, abrazándome a mí misma para intentar calmar el temblor que recorre mi cuerpo. Los minutos pasan lentamente, cada uno sintiéndose como una eternidad. Intento distraerme, pero mi mente vuelve una y otra vez a Alessandro, a su rostro pálido y la sangre en su vendaje.
Finalmente, Leo se acerca, se sienta a mi lado. Su presencia es reconfortante de alguna manera, un recordatorio de que no estoy completamente sola.
—Él es fuerte, Mia —dice Leo, en un tono que intenta ser tranquilizador—. Ha pasado por cosas peores.
Asiento, tratando de aferrarme a sus palabras. Alessandro es fuerte. Pero la imagen de él, tan vulnerable y herido, sigue persiguiéndome.
—¿Qué pasó exactamente? —le pregunto, mi voz apenas un susurro—.
—Hubo un enfrentamiento con los Dragones Azules —explica él—. Alessandro lideró el ataque, y aunque logramos eliminar a muchos de ellos, uno de los hombres de Daniel logró dispararle antes de ser abatido.
Las lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos, pero las contengo. Necesito ser fuerte ahora, por Alessandro.
—¿Y Daniel? —pregunto, sabiendo la respuesta pero necesitando escucharla de todos modos—.
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La Sombra Del Anillo
RomanceAl despertar la mañana siguiente, Mia se encuentra en una habitación desconocida, compartiendo la cama con el hombre del bar. La sorpresa no termina ahí: ambos llevan argollas de matrimonio en sus dedos. Desconcertada y con resaca, intenta recordar...