Capitulo 1

3 0 0
                                    


El ajetreo de la primera semana de bachillerato de artes llenaba los pasillos del instituto. Natalia Lacunza caminaba junto a Miki Núñez, su mejor amigo desde la infancia.

—No te preocupes, Nati —le dijo Miki con una sonrisa—. Todos son muy buena gente. Vas a encajar perfectamente.Natalia, con su mirada desafiante, asintió sin mucho entusiasmo. Miki la condujo por el laberinto de pasillos, señalándole las diferentes aulas, la biblioteca y finalmente, el área común donde se reunían los estudiantes durante los descansos.—Chicos, os presento a Natalia —anunció Miki a un grupo de estudiantes que hablaban animadamente. Entre ellos estaban Alba Reche, María Villar, Sabela Ramil y Marta Sango, junto a Damion Frost y África Adalia —. Ella es nueva aquí.—¡Hola, Natalia! —dijo Alba con una sonrisa —. Bienvenida al instituto. Si necesitas algo, no dudes en preguntarnos.Natalia levantó la barbilla en señal de saludo, sin decir mucho más. Los demás también la saludaron calurosamente, aunque Natalia notó un brillo curioso en los ojos de Alba.
La semana avanzaba y Natalia se familiarizaba con el entorno. La clase de dibujo artístico, donde los estudiantes tenían libertad para expresarse, se convirtió rápidamente en su favorita. En esta clase, el profesor decidió reorganizar los asientos, y Alba terminó sentada junto a Natalia.
—Hola, ¿qué tal? —le dijo Alba, intentando ser amigable mientras sacaba sus materiales de dibujo.Natalia apenas la miró y respondió con frialdad.—Bien.El silencio se hizo incómodo, pero Alba no se rindió.—¿Te gusta el dibujo? —preguntó Alba.—Supongo —contestó Natalia, cortante.

Después de clase, Alba se reunió con sus amigas en el área común durante el recreo.

—¿Sabéis qué? —empezó Alba, aún sorprendida por el encuentro—. Me han sentado al lado de Natalia en dibujo. Intenté hablar con ella, pero me respondió de forma súper borde.

—Vaya, parece que tiene su propio rollo —comentó María, la más artística del grupo con su cabello siempre teñido de colores brillantes.—Sí, y creo que le gusta mantener a la gente a distancia —añadió Sabela, con su aire siempre reflexivo.
El viernes por la noche, Alba y su grupo salieron de fiesta a uno de sus bares habituales. Estaban riendo y disfrutando de la música cuando Alba vio a Natalia en una esquina con un grupo de chicos y chicas que claramente no parecían del instituto. Todos con pintas de kinkis, fumando y riendo a carcajadas.Alba no pudo evitar observarla, intrigada. Natalia también la vio y le sostuvo la mirada por un momento antes de volver a lo suyo. Miki, que había salido con el grupo, se acercó a Natalia.—¿Todo bien, Nati? —le preguntó, preocupado por la intensidad de su grupo.—Sí, Miki. Relájate, solo estamos pasándolo bien —respondió Natalia, encendiéndose otro cigarro.La noche avanzaba, y el grupo de Natalia empezó a llamar más la atención. Empezaron a hacer ruido, a romper botellas y a molestar a otros asistentes del bar. En un momento, Natalia se lió con una chica de su grupo, lo que provocó más murmullos entre los demás estudiantes del instituto presentes.—¿Has visto eso? —dijo Marta, mirando con desaprobación—. No sé, no me da buena espina.—Sí, no sé  parece que busca problemas —añadió María.
El lunes siguiente, Alba volvió a encontrarse con Natalia en otra clase, esta vez en Historia del Arte. Decidió intentar hablar con ella nuevamente.—Hola, Natalia. ¿Cómo te fue el fin de semana? —preguntó Alba, tratando de sonar casual.Natalia le lanzó una mirada de advertencia.—Bien —respondió de manera cortante, sin añadir más.

—Te cortaste más el pelo, ¿no? ¿Cómo se llama el corte?—preguntó Alba con curiosidad.

—Se llama mullet— Dijo Natalia sin ánimo.

Más tarde, durante el recreo, Alba se acercó a Miki.

—Oye, Miki, ¿por qué Natalia es tan... borde conmigo? Intento hablarle y apenas me contesta.Miki suspiró, pareciendo debatirse internamente antes de responder.—Es un tema complicado, Alba. Natalia ha pasado por muchas cosas y no le es fácil confiar en la gente. Dale tiempo.Alba asintió, aunque seguía sin entender del todo.—Gracias, Miki. Más tarde, Alba se encontró con Sabela en la cafetería.—¿Sabes qué me ha dicho Miki? —empezó Alba—. Que Natalia ha pasado por muchas cosas y por eso es tan cerrada. Sabela, con su naturaleza empática, puso una mano en el hombro de Alba.—Mira, Alba, tal vez lo mejor sea darle espacio y tiempo. No sabes lo que lleva dentro y presionarla no va a ayudar. Además la acabamos de conocer.
Mientras tanto, en otra mesa, Damion y África estaban sentados juntos.

 Joan se acercó al grupo, con la intención de invitar a Alba a salir.

—Eh, Alba, ¿te gustaría salir algún día de estos? —preguntó Joan, intentando parecer casual.Alba le sonrió con amabilidad, pero con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.—Lo siento, Joan, pero no me apetece ahora. Joan asintió, ocultando su decepción, y se unió a la conversación del grupo sobre planes para el fin de semana.—Podríamos ir a la playa el sábado —sugirió María—. Hacer algo diferente.—¡Me parece genial! —respondió Marta—. ¿Quién se apunta?

A pinceladasWhere stories live. Discover now